Luis Javier Garrido
la jornada 21-08-09
El gobierno de facto de Felipe Calderón no sólo está hundiendo a México en un desastre sin precedentes, sino que con sus políticas de abierta subordinación a Washington y de respaldo a la militarización del continente constituye ya una verdadera amenaza para América Latina.
1. Una pregunta empiezan a hacerse ya, por consiguiente, algunos analistas y es urgente abordar la cuestión. ¿Está México, luego de ser sentenciado como “un Estado fallido”, en vías de convertirse en un protectorado de Estados Unidos?
2. El gobierno de facto de Calderón ha profundizado de manera muy grave la vía entreguista aceptada por Carlos Salinas de Gortari con el TLCAN, que abrió la vía para el desmantelamiento de la nación y la entrega de la definición del proyecto nacional mexicano al gobierno de Washington, y proseguida por Ernesto Zedillo, quien al modificar el artículo 28 constitucional en 1995 pretendió sentar las bases para concesionar a las grandes trasnacionales áreas estratégicas de la nación desde el petróleo, la energía eléctrica, la energía nuclear, los ferrocarriles y los puertos, hasta el espacio aéreo, la comunicación satelital, el correo y los telégrafos.
3. El abandono de Calderón de sus responsabilidades con la intención evidente de seguir atentando, aún más que sus predecesores, contra la vocación soberana de México ha determinado que hoy día las grandes decisiones en materia financiera no se tomen en la Secretaría de Hacienda y el Banco de México, sino en el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, el FMI y el Banco Mundial, y que se estén además transfiriendo a Washington facultades para que a través de las multinacionales controle cada vez más el sector energético, el espacio aéreo, el mar territorial, las comunicaciones, las aduanas, los puertos y los recursos no renovables del país. Ningún gobierno había llegado a tantos extremos como este espurio de Calderón, pero lo más grave es que está pretendiendo ahora entregar el control de las fuerzas armadas de México y, en consecuencia, del territorio mexicano, a Washington, siguiendo el modelo de Colombia.
4. Los cinco gobiernos de la ultraderecha mexicana (1982-2009) han entrañado de esta manera como saldo que el proyecto de país libre por el que luchó el pueblo de México a lo largo de dos siglos esté ahora hecho pedazos y que, de proseguir en esta vía, México se transformará en poco tiempo en un verdadero protectorado de Estados Unidos, como está empezando a serlo ya Colombia.
5. El gobierno ilegítimo de Calderón, carente de raigambre popular, de conciencia social y de una visión de la historia está, sin embargo, haciendo algo más, lo que no se atrevió a hacer ninguno de sus predecesores neoliberales: imbricar a las fuerzas armadas de México en un proceso de absoluta subordinación al Pentágono, como ha acontecido durante la supuesta y fracasada “guerra contra el narcotráfico”, decidida y conducida por militares estadunidenses. Los cuadros de las fuerzas armadas se preparan y entrenan cada vez más en Fort Lauderdale; el Ejército y la Marina de México aparecen ya participando en maniobras conjuntas bajo el mando estadunidense, y el secretario de la Defensa acude sin pudor a rendir cuentas a los militares estadunidenses.
6. No es de extrañar, en este contexto, que Calderón haya festejado con singular entusiasmo el 13 de agosto en Santafé de Bogotá el anuncio formal del presidente Álvaro Uribe de aceptar la instauración de siete bases militares de Estados Unidos en Colombia por un periodo de 10 años, como publicaron diarios de todo el mundo, aunque después pretendiera negarlo el michoacano en un acto de cobardía, cuando nadie ignora la idolatría que profesa a Uribe y lo que él subraya todo el tiempo: que la militarización de Colombia constituye el modelo de su gobierno. El diario español El País del viernes 14, que se publica por lo menos 14 horas antes que los diarios mexicanos, lo consignó así en su página 4 mediante una nota de Pilar Lozano, quien subraya sin ambages que en el curso de esa conferencia de prensa Calderón “respaldó la cesión de bases militares a Estados Unidos”.
El gobierno de facto de Felipe Calderón no sólo está hundiendo a México en un desastre sin precedentes, sino que con sus políticas de abierta subordinación a Washington y de respaldo a la militarización del continente constituye ya una verdadera amenaza para América Latina.
1. Una pregunta empiezan a hacerse ya, por consiguiente, algunos analistas y es urgente abordar la cuestión. ¿Está México, luego de ser sentenciado como “un Estado fallido”, en vías de convertirse en un protectorado de Estados Unidos?
2. El gobierno de facto de Calderón ha profundizado de manera muy grave la vía entreguista aceptada por Carlos Salinas de Gortari con el TLCAN, que abrió la vía para el desmantelamiento de la nación y la entrega de la definición del proyecto nacional mexicano al gobierno de Washington, y proseguida por Ernesto Zedillo, quien al modificar el artículo 28 constitucional en 1995 pretendió sentar las bases para concesionar a las grandes trasnacionales áreas estratégicas de la nación desde el petróleo, la energía eléctrica, la energía nuclear, los ferrocarriles y los puertos, hasta el espacio aéreo, la comunicación satelital, el correo y los telégrafos.
3. El abandono de Calderón de sus responsabilidades con la intención evidente de seguir atentando, aún más que sus predecesores, contra la vocación soberana de México ha determinado que hoy día las grandes decisiones en materia financiera no se tomen en la Secretaría de Hacienda y el Banco de México, sino en el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, el FMI y el Banco Mundial, y que se estén además transfiriendo a Washington facultades para que a través de las multinacionales controle cada vez más el sector energético, el espacio aéreo, el mar territorial, las comunicaciones, las aduanas, los puertos y los recursos no renovables del país. Ningún gobierno había llegado a tantos extremos como este espurio de Calderón, pero lo más grave es que está pretendiendo ahora entregar el control de las fuerzas armadas de México y, en consecuencia, del territorio mexicano, a Washington, siguiendo el modelo de Colombia.
4. Los cinco gobiernos de la ultraderecha mexicana (1982-2009) han entrañado de esta manera como saldo que el proyecto de país libre por el que luchó el pueblo de México a lo largo de dos siglos esté ahora hecho pedazos y que, de proseguir en esta vía, México se transformará en poco tiempo en un verdadero protectorado de Estados Unidos, como está empezando a serlo ya Colombia.
5. El gobierno ilegítimo de Calderón, carente de raigambre popular, de conciencia social y de una visión de la historia está, sin embargo, haciendo algo más, lo que no se atrevió a hacer ninguno de sus predecesores neoliberales: imbricar a las fuerzas armadas de México en un proceso de absoluta subordinación al Pentágono, como ha acontecido durante la supuesta y fracasada “guerra contra el narcotráfico”, decidida y conducida por militares estadunidenses. Los cuadros de las fuerzas armadas se preparan y entrenan cada vez más en Fort Lauderdale; el Ejército y la Marina de México aparecen ya participando en maniobras conjuntas bajo el mando estadunidense, y el secretario de la Defensa acude sin pudor a rendir cuentas a los militares estadunidenses.
6. No es de extrañar, en este contexto, que Calderón haya festejado con singular entusiasmo el 13 de agosto en Santafé de Bogotá el anuncio formal del presidente Álvaro Uribe de aceptar la instauración de siete bases militares de Estados Unidos en Colombia por un periodo de 10 años, como publicaron diarios de todo el mundo, aunque después pretendiera negarlo el michoacano en un acto de cobardía, cuando nadie ignora la idolatría que profesa a Uribe y lo que él subraya todo el tiempo: que la militarización de Colombia constituye el modelo de su gobierno. El diario español El País del viernes 14, que se publica por lo menos 14 horas antes que los diarios mexicanos, lo consignó así en su página 4 mediante una nota de Pilar Lozano, quien subraya sin ambages que en el curso de esa conferencia de prensa Calderón “respaldó la cesión de bases militares a Estados Unidos”.