Rogelio Ramírez de la O
Tormenta fiscal perfecta
16 de septiembre de 2009
El problema financiero de México tiene que ser mucho mayor que lo que el gobierno ha admitido para que se atreva a proponer un IVA disfrazado y haya convencido a la cúpula del PRI de que lo apoye. Los anuncios contradictorios del gobierno así lo indican. Porque si por un lado México perdió permanentemente tanto como 800 mil barriles diarios de producción petrolera, ¿cómo se pretende solucionarlo con impuestos que, según el gobierno, no serán gravosos para las familias?
Con el aumento de impuestos de 1.4% del PIB el gobierno sólo puede salvar el problema inmediato. Sólo para que las calificadoras mantengan la calificación de la deuda soberana. Pero sabe que los problemas de fondo son mucho mayores.
Esto se aprecia tan sólo en el aumento del gasto público corriente de 714 mil millones en 2000 a un billón 840 mil millones en 2009, más de cuatro puntos porcentuales del PIB. Cuando el gobierno dice que la recaudación es sólo 10% del PIB, esta expansión de gasto tendría que verse como ruinosa. No hay un solo país en el mundo que pueda tolerar esta expansión de gasto corriente sin serias consecuencias negativas.
Sobre todo cuando el crecimiento económico de México ha sido tan raquítico. Durante el sexenio de Fox, el PIB apenas creció 2.3% por año. Y en este trienio está cayendo -0.8% por año.
La expansión del gasto y el pobre crecimiento son la expresión de problemas aterradores que multiplicarán el boquete fiscal más pesimista que hoy pueda presentar el gobierno. Entre éstos, la descapitalización del IMSS (más si el gobierno utiliza sus reservas como planea) y el costo vertiginoso de las pensiones, que no tienen sustento real para pagarse —sólo las del ISSSTE aumentarán en 46% después de una reforma en la que el gobierno cedió todo a la lideresa del sindicato de maestros.
El endeudamiento de Pemex, la explosión de la burocracia con su alto costo, los créditos que la banca de desarrollo no podrá recuperar, el derrumbe de la infraestructura decrépita, ahora en agua y mañana en otra cosa. Y sobre todo la pérdida de valores en la administración pública y en prácticamente todos los órganos de Estado.
Estas realidades, aunque sólo esbozadas en múltiples informes oficiales, sí se pueden inferir, así como la gran velocidad a la que avanzan en esta administración. De ahí que el boquete de 374 mil millones de pesos es apenas la punta del iceberg.
Ahora, al aplicar el gobierno un aumento de impuestos como propone, golpea más a la economía cuando ésta cayó 9% en el primer semestre. La recesión se ahondará, las empresas venderán menos, despedirán a más trabajadores y éstos dejarán de pagar deudas. La banca comercial reclamará las garantías que le dio la banca de desarrollo. Las pérdidas financieras aumentarán. El aumento de impuestos que logre el gobierno con la ayuda del PRI aumentará un poco más el ingreso, pero muy diluido y sin evitar más recesión. Peor aún, el programa causará inflación y eventualmente mayor tasa de interés.
Incluso se podría afirmar que estos acuerdos van a resultar aún más perniciosos, como ya lo es que se endeude a los estados bursatilizando ingresos futuros por 32 mil millones, cuando ya sabemos que están sobreendeudados. Sólo para que los gobernadores estén contentos de no tener que bajar mucho su gasto burocrático.
Por lo anterior, el aumento de impuestos no arreglará nada y es posible que ni siquiera transcurra un año sin una nueva crisis, pero más profunda. La tormenta perfecta llegó y no se alejará con discursos y arreglos cupulares que aumenten la carga contra la clase media.
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