Jean Meyer
Servidumbre Voluntaria
14 de febrero de 2010
Servidumbre Voluntaria
14 de febrero de 2010
Alexis de Tocqueville y Alexander Solzhenitsyn admiraban, en la democracia de EU, la participación ciudadana de base, al nivel del pueblo no sólo en las elecciones, que por cierto afectan también a la justicia y a la policía, sino cada día en forma de asociaciones de vecinos que no esperan todo del Estado, sino se movilizan por iniciativa propia.
En México tal democracia básica es impensable, por dos razones; la primera incumbe a nuestros políticos y la segunda es nuestra. Una ciudadana, Eloísa Alvarado, señala con razón que pasó inadvertida la aprobación, en diciembre, por la Asamblea Legislativa del DF, de una Ley de Participación Ciudadana que favorece todo menos la participación ciudadana. Esto pasó en medio del escándalo mediático provocado por la ley del matrimonio entre personas del mismo sexo, habilitadas también para adoptar niños. Contrasta ese ruido que todavía dura con el silencio de todos los actores políticos en cuanto a la otra ley.
Escribe Alvarado que esta ley tiene como intención “impedir (la participación) a través de figuras designadas o electas bajo el mismo sistema de los partidos… detrás de grupos afines a sus intereses”. De modo que no somos nosotros los que “determinemos la forma en que por barrios, colonias, delegaciones, decidamos las figuras que nos representen”. Por desgracia esta Ley no nos sorprende porque hace muchos años que las autoridades del DF habían manifestado su absoluta desconfianza hacia los comités vecinales. Una vez más una decisión cupular no toma en cuenta a las débiles agrupaciones ciudadanas. ¿Por qué son débiles? Precisamente porque la gente dice que no vale la pena participar, o el gobierno no les hace caso, o las compra, o las manipula. Círculo vicioso… que nos lleva a la segunda razón que impide la construcción de la democracia participativa: la servidumbre voluntaria.
Las encuestas confirman que estamos insatisfechos con nuestra democracia, que los políticos son mal vistos y que el Congreso figura entre las instituciones más desprestigiadas. Pero, los sondeos pronostican victorias en cadena para el PRI a lo largo de las elecciones locales del 2010, y su regreso a la Presidencia en 2012 (si no se dividen los priístas). Los analistas atribuyen a los 80 años de la “dictadura perfecta por invisible”, de la “dictablanda” pues, nuestras dificultades políticas. Ciertamente heredamos una “costumbre” adquirida a lo largo de muchas generaciones, porque, antes del PNR/PRM/PRI, nuestros abuelos conocieron los caciques revolucionarios, sus padres vivieron más de 30 años bajo la férula de Díaz y sus antepasados probaron las dictaduras del siglo XIX que no se limitaban a Santa Anna; los méritos de Juárez no incluían la democracia.
El peso de tal “costumbre” desesperaba a Vasconcelos cuando respondía a Romain Rolland, en febrero de 1924: “Somos una nación atea, en el peor sentido del término, atea no tanto porque reniegue de dogmas, sino porque carece de ideales, porque cuando no nos burlamos del ideal, lo pisoteamos o lo desconocemos. Llámese justicia; llámese libertad; llámese amor, no hay nada sagrado entre nosotros”.
De llegar a la Presidencia, Vasconcelos no hubiera sido especialmente demócrata y lo que dice, si bien es globalmente cierto, es injusto para los mexicanos que no desconocen sus ideales. Pero en cuerpo, en masa, sí practicamos la “servidumbre voluntaria” que indignaba tanto a Etienne de la Boétie. “Son entonces los pueblos mismos quienes se dejan o, más bien, se hacen dominar, puesto que cesando de servir serían libres. Es el pueblo el que se avasalla, el que se corta la garganta, el que, teniendo la elección de ser siervo o de ser libre, deja la libertad y toma un yugo, consiente a su mal, o más bien lo persigue”.
Antes de optar por el abstencionismo en las elecciones que vienen o votar por el “mal conocido”, habrá que repetirse esa frase del mismo autor: “Los hombres, parece, desdeñan la libertad, porque si la deseasen, la tendrían. Actúan como si se rehusaran a hacer esta bella adquisición, sólo porque es demasiado fácil”. Siento decir todo esto, pero nuestra nación no pinta muy bien y la culpa la tiene nuestra (in)cultura política.
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