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miércoles, 14 de abril de 2010

En la fracasada guerra contra el narcotráfico:La marcha de la locura, una investigacion sobre la insensatez de los gobernantes

 Dr. Raúl Jiménez VázquezREVISTA SIEMPRE! / 2010-04-12

La marcha de la locura es el título de un libro escrito en 1984 por Bárbara W. Tuchman, miembro del grupo de intelectuales progresistas encabezado por Truman Capote que tuvo su sede en el bellísimo Cosmos Club de la ciudad de Washington. No se trata de una obra propiamente literaria, sino de una profunda y hechizante investigación sobre la insensatez de los gobernantes puesta de relieve en cuatro casos emblemáticos: la guerra de Troya, la reforma protestante, la independencia de las trece colonias del Atlántico y la guerra de Vietnam.

Al revisar la historia que subyace en esos notables acontecimientos, la escritora encuentra asombrosos paralelismos que le permiten postular una teoría en torno a la estupidez que tiende a envolver a quienes detentan el poder. En el caso de Troya, el pensamiento racional claramente indicaba que sus dirigentes debían sospechar de la posible existencia de un ardid cuando, al despertar, vieron que el ejército griego se había retirado en su totalidad, dejando solamente un enorme caballo en cuyo interior se ocultaban los enemigos.

La reforma protestante emergió cuando los papas de la época fueron incapaces de advertir los síntomas de una insatisfacción que como reguero de pólvora se estaba extendiendo por el centro de Europa. En su origen, la separación de las colonias no estuvo  en la mente de los padres fundadores de esa nación, sino que fue la consecuencia de una larga cadena de imperdonables errores políticos cometidos por el rey Jorge III de Inglaterra, a quien en el cuerpo mismo de la declaración de independencia del 4 de julio de 1776 se le imputaron 18 cargos y al final se le tildó de mediocre, inepto e indigno de gobernar a los norteamericanos. El desastre en el que acabó la intervención de Estados Unidos en Vietnam estuvo precedido de abundantes síntomas para los cuales sólo hubo oídos sordos tanto en la Casa Blanca como en el Pentágono.

Tuchman se pregunta a qué suerte de patología podrían obedecer esas trágicas experiencias. La hipótesis por ella apuntada es sugerente en todos sentidos. Al respecto nos dice lo siguiente: I) la clave estriba en la insensatez de la clase dirigente y ésta tiene como puntal la inercia o el estancamiento mental, es decir, los gobernantes mantienen intactas las mismas ideas con las que llegaron al poder y se niegan a ejercer la facultad de aprender a través de la experiencia; II) en su primera etapa, la rigidez en las percepciones fija los principios y los límites en los que encuadran los problemas políticos; III) más tarde, cuando empiezan a aparecer las disonancias y las fallas, esas percepciones se vuelven duras, casi inexpugnables, arribándose así a un estado de anquilosamiento mental que conduce a un aumento de la inversión en juego y a la necesidad de proteger el ego; la política fundada en el error se multiplica, nunca retrocede; IV) cuanto mayor es la inversión y más se ha comprometido el ego, más inaceptable resulta la retirada; V) en la fase final, la prosecución de las fallas aumenta los daños hasta que llega la debacle; reconocer el error, reducir las pérdidas, alterar el rumbo es la opción que más repugna a quienes ejercen el oficio de gobernar; desdeñan las enseñanzas de Maquiavelo, para quien el príncipe debe ser siempre un gran interrogador, un paciente auditor de la verdad y debe enfurecerse si descubre que alguien siente escrúpulos en decirle las cosas tal como son.

Tales reflexiones son el espejo negro de Tezcatlipoca en el que se debe proyectar la llamada guerra contra el narco. Olvidando las lecciones del general chino Sun Tzu consignadas en el clásico manual El arte de la guerra, el Ejecutivo federal dio un trascendental paso bélico sin antes estar plenamente seguro de alcanzar la victoria. Fue una decisión torpe, mal calculada y peor instrumentada. Hoy en día se cuenta con innumerables indicadores de desempeño que a todas luces están evidenciando el fracaso, la derrota catastrófica de esa estrategia, de lo que aquí mismo, en las páginas de Siempre!, se ha dado cuenta y razón pormenorizada. Nunca antes habíamos tenido más de 17 mil muertos —casi mil 400 niños y jóvenes, dos ellos alumnos de excelencia del Tecnológico de Monterrey—, cifra superior a los muertos en Irak. Nunca antes habíamos tenido frente a nuestros ojos las escenas dantescas de personas decapitadas o colgadas de puentes. Nunca antes el gobierno había perdido el mando y el control sobre porciones específicas del territorio nacional. Nunca antes habíamos tenido al ejército masivamente apoderado de ciudades, calles y carreteras, incurriendo en graves violaciones a los derechos humanos y desafiando los rigurosos límites establecidos en el artículo 129 constitucional, según el cual en  tiempos de paz las fuerzas armadas deben estar aposentadas en los cuarteles.

Nunca antes el país había sido presa de tanto miedo, tanta inseguridad, tanto dolor, tanta falta de confianza, tanta ausencia de un futuro capaz de imprimir alegría y esperanza a nuestras vidas. Nunca antes habíamos estado sujetos a tan severos escrutinios internacionales. Nunca antes habíamos tenido la presencia de un gabinete de guerra en pleno del gobierno de la Casa Blanca. Nunca antes habíamos tomado conciencia de lo que significa un Estado fallido, un Estado de papel.

Las autoridades están inmersas en el sendero de la insensatez crasa a la que se refiere el libro en cita. Se niegan a reconocer el monumental error que cometieron; lo que es peor, persisten en él y, haciendo gala de una inaudita tozudez, lanzan apabullantes catilinarias a quienes se atreven a plantear lo contrario. Empero, a la luz de esos acontecimientos inéditos resulta claro que tienen que deponer su soberbia, su ego, su estulticia, su cerrazón, su ceguera de taller, para dar paso al necesario aprendizaje sustentado en la experiencia, para  extraer conclusiones objetivas a partir de los desquiciantes focos rojos que tienen a los mexicanos con el alma en un hilo.

Es momento de hacer a un lado lo que no funcionó. Un desatino mayúsculo, y no otra cosa, es seguir instalados en la lógica neurótica y desesperante del más de lo mismo, en la que, como bien dice el psicólogo norteamericano Paul Watzlawick, la solución se muestra ineficaz, perniciosa, y posteriormente se convierte en una parte medular del problema, pues cada vez que se aplica más cantidad de la misma solución, se cosecha precisamente más cantidad de la misma miseria.

Es momento de dejar atrás las ideas fijas, que sólo sirven para crear su propia y enervante realidad, y poner en práctica el principio superior de la duda metódica proclamado en el siglo XVII por el gran filósofo francés René Descartes. Es momento de adoptar otros paradigmas, otros modelos mentales, otra percepción, otra visión estratégica, otros planes tácticos y logísticos, otros instrumentos, otros procedimientos. No hacerlo puede acelerar la alucinante marcha de la locura en la que nos han colocado y ello eventualmente podría provocar el colapso de la vida nacional.
Enviado por el Ing. A. Hickman

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