¿Son las elecciones mecanismos efectivos de rendición de cuentas? ¿Empoderan al ciudadano o son una mera simulación? Tales interrogantes se escuchan una y otra vez en medio de la generalizada decepción sobre los comicios que se vive hoy en México. Si bien parecería que la vía electoral es cada vez menos capaz de estimular el cambio político, algunas veces también nos da gratas sorpresas, como hace un año en Oaxaca, cuando los electores emitieron un claro “ya basta” a la impunidad y al autoritarismo del Estado. Este domingo 3 de julio la democracia mexicana se somete a otra dura prueba con la celebración de elecciones en el Estado de México, Nayarit, Coahuila e Hidalgo.
Más allá de los porcentajes de votación que reciba cada uno de los candidatos, habría que poner particular atención a la tasa de participación ciudadana. Esta será la verdadera medida de la salud de nuestra democracia. Los ciudadanos solamente se toman la molestia de acudir a las urnas si creen que su participación realmente vale la pena. Llegan a tener esta convicción cuando las campañas electorales son sustanciales y competitivas y las instituciones garantizan la autenticidad del sufragio. Las campañas superficiales, con un claro favorito y con instituciones electorales cooptadas constituyen la mezcla perfecta para un alto abstencionismo.
En el Estado de México, la campaña de Eruviel Ávila apuesta precisamente a la abstención. Por ejemplo, la reiterada divulgación de encuestas que supuestamente reflejan un margen de victoria de más de 30 puntos porcentuales de Ávila sobre Alejandro Encinas y Luis Felipe Bravo Mena tiene precisamente el fin de desalentar la participación al convencer al ciudadano de que el resultado ya estaría determinado y que no importa si vota o no. El candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI) sabe muy bien que cuando se eleva la tasa de participación es mucho más difícil “dirigir” los resultados por medio del voto corporativo, el acarreo y la compra y coacción. Durante la elección de Enrique Peña Nieto hace seis años, por ejemplo, la tasa de participación llegó a uno de sus mínimos históricos, quedando únicamente en 43% del padrón electoral...
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