Charrazo en la UACM
Por Humberto Musacchio/ EMEEQUISVIA SENDERODEFECAL
Marcelo Ebrard nada tiene qué ver con el perredismo de a pie. Viene de una infancia sin hambre, de una adolescencia con fiestas y viajes al extranjero, de una vida adulta beneficiada antes por la política priista y amparada hoy por el sol azteca, que no es azteca ni sale para todos.
Ma Esther Orozco-UACM |
En esa lógica clasista, el gobierno del Distrito Federal considera que la Universidad Autónoma de la Ciudad de México es un lastre, un estorbo, un barril sin fondo a donde se van recursos que tanta falta hacen para gastarlos en las onerosísimas campañas de Mario Delgado o de Miguel Mancera, los precandidatos que se inventó Ebrard para sucederlo y atropellar de ese modo los principios y la militancia de otros aspirantes a la jefatura del GDF.
Marcelo Ebrard puso e impuso en la rectoría de la UACM a María Esther Orozco Orozco, una mujer sin interés ni sensibilidad para entender que esa Universidad se creó para servir a los sectores sociales de menos recursos, ignorante de las duras condiciones en que se desenvuelve la vida de muchos de sus alumnos, con frecuencia hijos de padres analfabetos, de familias que oscilan entre la pobreza y la miseria o victimadas por la desintegración.
La rectora, pese a haber participado en el diseño de la Universidad capitalina, desde el momento en que fue impuesta en la rectoría se ha dedicado a desprestigiar a esa casa de estudios, al rector que la antecedió y a la propia comunidad uacemita, a la que acusa de problemas que se derivan, en unos casos, de la insuficiencia presupuestal y, en otros, de lo novedoso de los métodos de enseñanza y certificación de los estudios, pues ya se sabe que no hay enemigo más poderoso del cambio que la costumbre.
Precisamente por la comodidad que otorga la costumbre a los espíritus pequeños, la señora Orozco quiere despojar a la UACM de su carácter popular y en varios sentidos revolucionario. Para llevar adelante sus designios, la capataz impuesta por Ebrard no se ha detenido ante nada: ha perseguido a los estudiantes y profesores que piensan con cabeza propia, ha decretado expulsiones, ha mentido y difamado y, por supuesto, ha cooptado a los débiles y corrompido a los pícaros.
Su última gracia es el intento de charrazo contra el Sindicato Único de Trabajadores de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, el SUTUACM, al que la señora Orozco y sus paniaguados le han declarado la guerra, recurriendo a medias ilegales como la retención, durante los últimos 18 meses, de cuotas que, valga decirlo, no son de la Rectoría ni de la Universidad, sino de los propios trabajadores sindicalizados.
Para dar el charrazo, la rectoría se valió de la Planilla Naranja, que resultó derrotada en las elecciones del 27 de octubre pasado, vigiladas en primerísimo lugar por los propios trabajadores de la UACM y supervisadas por varias organizaciones no gubernamentales coordinadas por el Centro de Reflexión y Asesoría Laboral, las que dieron fe de la legalidad del proceso.
David Gaytán Cabrera, el liderzuelo de la Planilla Naranja, en octubre aceptó que había sido derrotado en una elección inobjetable. Sin embargo, hace unos días se prestó a la maniobra fraguada en alguna covacha del gobierno capitalino, que para dar el golpe usó a tres personajes de nefastos antecedentes: los “abogados” Gilberto Chávez Orozco, Elvia Palancares López y Miguel Ángel Aragón Audelo, quienes se presentaron ante la Junta Local de Conciliación y Arbitraje a solicitar la toma de nota en favor de la derrotada Planilla Naranja.
Los tres han estado ligados al gobierno de la ciudad, especialmente Chávez Orozco, quien ha sido apoderado del Instituto de la Vivienda del DF (Invi), del Sistema de Desarrollo Integral para la Familia (DIF) de la capital y del Sistema de Transporte Colectivo Metro. Ahora aparece al frente del intento de charrazo acompañado de Palancares López, dirigente de la Federación de Sindicatos Autónomos de México, y Aragón Audelo, secretario general del Sindicato Autónomo de Trabajadores del Comercio, Industria, Agencias Aduanales, y Similares de la República Mexicana, dos organizaciones fantasmas que venden contratos de protección y trafican con los derechos de sus presuntos representados, a los cuales generalmente ni conocen.
Con esos profesionales del esquirolaje se ha pretendido dar el golpe al sindicato, lo que de tener éxito significaría la desaparición del contrato colectivo de trabajo.
Cómplices del charrazo han sido María Alicia Hernández Zamora y Etzel Barajas, representantes de los trabajadores ante la Junta, las que guardaron un ominoso silencio pese a estar al corriente de los hechos.
La intervención directa de las autoridades de la UACM está demostrada: en el acta dada a conocer por la Junta de Conciliación se informa que entre los documentos aportados por la charrería hay algunos “certificados” por José Antonio Cid Ibarra, coordinador de Servicios Administrativos de la Universidad, aunque son más falsos que un billete de tres pesos.
Lo más lamentable es que todo este enjuague ha tenido entre sus protagonistas a un veterano de la izquierda, Lorenzo Gutiérrez Bardales, en otro tiempo un esforzado militante comunista, pero que hoy, como representante de la patronal y cómplice de la pandilla que se ha apoderado de la UACM, optó por la coprofagia.
Buen provecho.
Marcelo Ebrard puso e impuso en la rectoría de la UACM a María Esther Orozco Orozco, una mujer sin interés ni sensibilidad para entender que esa Universidad se creó para servir a los sectores sociales de menos recursos, ignorante de las duras condiciones en que se desenvuelve la vida de muchos de sus alumnos, con frecuencia hijos de padres analfabetos, de familias que oscilan entre la pobreza y la miseria o victimadas por la desintegración.
La rectora, pese a haber participado en el diseño de la Universidad capitalina, desde el momento en que fue impuesta en la rectoría se ha dedicado a desprestigiar a esa casa de estudios, al rector que la antecedió y a la propia comunidad uacemita, a la que acusa de problemas que se derivan, en unos casos, de la insuficiencia presupuestal y, en otros, de lo novedoso de los métodos de enseñanza y certificación de los estudios, pues ya se sabe que no hay enemigo más poderoso del cambio que la costumbre.
Precisamente por la comodidad que otorga la costumbre a los espíritus pequeños, la señora Orozco quiere despojar a la UACM de su carácter popular y en varios sentidos revolucionario. Para llevar adelante sus designios, la capataz impuesta por Ebrard no se ha detenido ante nada: ha perseguido a los estudiantes y profesores que piensan con cabeza propia, ha decretado expulsiones, ha mentido y difamado y, por supuesto, ha cooptado a los débiles y corrompido a los pícaros.
Su última gracia es el intento de charrazo contra el Sindicato Único de Trabajadores de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, el SUTUACM, al que la señora Orozco y sus paniaguados le han declarado la guerra, recurriendo a medias ilegales como la retención, durante los últimos 18 meses, de cuotas que, valga decirlo, no son de la Rectoría ni de la Universidad, sino de los propios trabajadores sindicalizados.
Para dar el charrazo, la rectoría se valió de la Planilla Naranja, que resultó derrotada en las elecciones del 27 de octubre pasado, vigiladas en primerísimo lugar por los propios trabajadores de la UACM y supervisadas por varias organizaciones no gubernamentales coordinadas por el Centro de Reflexión y Asesoría Laboral, las que dieron fe de la legalidad del proceso.
David Gaytán Cabrera, el liderzuelo de la Planilla Naranja, en octubre aceptó que había sido derrotado en una elección inobjetable. Sin embargo, hace unos días se prestó a la maniobra fraguada en alguna covacha del gobierno capitalino, que para dar el golpe usó a tres personajes de nefastos antecedentes: los “abogados” Gilberto Chávez Orozco, Elvia Palancares López y Miguel Ángel Aragón Audelo, quienes se presentaron ante la Junta Local de Conciliación y Arbitraje a solicitar la toma de nota en favor de la derrotada Planilla Naranja.
Los tres han estado ligados al gobierno de la ciudad, especialmente Chávez Orozco, quien ha sido apoderado del Instituto de la Vivienda del DF (Invi), del Sistema de Desarrollo Integral para la Familia (DIF) de la capital y del Sistema de Transporte Colectivo Metro. Ahora aparece al frente del intento de charrazo acompañado de Palancares López, dirigente de la Federación de Sindicatos Autónomos de México, y Aragón Audelo, secretario general del Sindicato Autónomo de Trabajadores del Comercio, Industria, Agencias Aduanales, y Similares de la República Mexicana, dos organizaciones fantasmas que venden contratos de protección y trafican con los derechos de sus presuntos representados, a los cuales generalmente ni conocen.
Con esos profesionales del esquirolaje se ha pretendido dar el golpe al sindicato, lo que de tener éxito significaría la desaparición del contrato colectivo de trabajo.
Cómplices del charrazo han sido María Alicia Hernández Zamora y Etzel Barajas, representantes de los trabajadores ante la Junta, las que guardaron un ominoso silencio pese a estar al corriente de los hechos.
La intervención directa de las autoridades de la UACM está demostrada: en el acta dada a conocer por la Junta de Conciliación se informa que entre los documentos aportados por la charrería hay algunos “certificados” por José Antonio Cid Ibarra, coordinador de Servicios Administrativos de la Universidad, aunque son más falsos que un billete de tres pesos.
Lo más lamentable es que todo este enjuague ha tenido entre sus protagonistas a un veterano de la izquierda, Lorenzo Gutiérrez Bardales, en otro tiempo un esforzado militante comunista, pero que hoy, como representante de la patronal y cómplice de la pandilla que se ha apoderado de la UACM, optó por la coprofagia.
Buen provecho.
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