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domingo, 1 de julio de 2012

Comunidades de la Selva Lacandona definen posición ante las elecciones


A las comunidades indígenas y campesinas

Al Pueblo de México

A los pueblos del mundo

A los medios de comunicación honestos


Las comunidades de la Región Amador Hernández, zona núcleo de la Reserva de la Biosfera Montes Azules, Selva Lacandona, Chiapas, comunicamos:

Que el pasado día lunes 16 de junio, reunidos en Asamblea regional en el ejido Pichucalco, tomamos la decisión de participar en las próximas elecciones federales para apoyar la candidatura del llamado candidato de las izquierdas Andrés Manuel López Obrador.

Y lo haremos porque nosotros hemos caminado con la línea social y política de la izquierda desde hace más de cuarenta años pero también porque creemos que, en general, de los cuatro, él es el único honesto pues los otros tres (el del PRI-Verde, la del PAN y el del PaNAl) han demostrado ser, todos, una partida de sinvergüenzas. Pero tampoco pasamos por alto que su programa económico esta vez se aleja del popular que propuso hace seis años y se acerca más a los intereses de los empresarios, ni que el pasado 4 de abril, en la plaza de la Paz en San Cristóbal de las Casas, sin pruebas mediante, nos acusó (como hacen TV Azteca, las oeneges conservacionistas y el mal gobierno) de destruir la Selva Lacandona y que para revertir esa práctica anunció que pondría en marcha un amplio programa para reforestarla que además sería, dijo, la base de su propuesta de desarrollo económico para la zona.

Y la tercera razón por la que apoyaremos a Andrés Manuel, que tal vez sea la principal, es para evitar que el terror histórico sufrido por nuestra gente a manos de las leyes y el plomo venidos de los gobiernos del PRI (ahora maquillados de verde) vuelva. Atenco es Chiapas, el Chiapas de la negación formal de la tierra para nuestros pueblos (pero a favor de los llamados lacandones) hecha por el ex gobernador Manuel Velasco Suárez (1970-1976), abuelo del actual candidato al gobierno estatal por el PRI-Verde (Manuel Velasco Coello) que ha prometido profundizar la obra de su pariente; Chiapas, la marca del ex gobernador Juan Sabines Gutiérrez, represor de campesinos peticionarios de tierra (Bolonchán 1981) y padre del actual gobernador de Chiapas, el perredista Juan Sabines Guerrero, impulsor de la política de desalojos en Montes Azules (o del retiro de los servicios básicos de salud a los ejidos ahí constituidos pero rebeldes) y de las candidaturas del PRI-Verde a la presidencia del país y al gobierno del Estado; Chiapas, la cuenta por cobrar de los priístas que tuvieron que despedirse del poder nacional y estatal en las elecciones del 2000 en buena parte por los efectos de una insurrección indígena que mal calcularon en su fuerza e impacto y por los gritos de la sangre campesina que, bajo el cobijo del ejército federal y la policía estatal, las hordas paramilitares se encargaron de verter; Chiapas, la reserva petrolera más importante en tierra, la tercera parte del agua dulce del país concentrada y corriendo libre en el 4 por ciento del territorio nacional, las reservas minerales más importantes del sureste mexicano y las reservas de biodiversidad oficialmente más importantes del norte hemisférico concentradas, estas, en la Selva Lacandona y hoy fundamentales a la industria de un nuevo filón a la extracción capitalista: los bionegocios, la sustancia territorial de la llamada economía verde.  

Las opciones electorales. Sin embargo del apoyo que comunicamos hemos decidido darle a Andrés Manuel López Obrador, en la Región Amador Hernández hemos hecho razón de que la política partidista, nacional, estatal y municipal, se ha convertido en algo parecido a una cantina, donde quien invita más copas o reparte más billetes es quien obtiene más amigos. Quienes viven a la vera de esa práctica nos advierten que ir en contra de ella se castiga con la pérdida de apoyos y programas públicos y hasta con la represión social.

Frente a eso nosotros y nosotras declaramos que no nos organizamos hace ya casi cuarenta años, cuando decenas de comunidades indígenas fundamos al fondo de la Selva Lacandona la Quiptic Ta Lecuptesel (Unamos la fuerza de todos para el bienestar de las comunidades) creada para obtener la tierra (entregada entonces a los Caribes y escatimada a nuestros 27 poblados), ni se vino luego en la lucha de hace ya casi veinte para liberar a nuestros pueblos, para que nuestro acuerdo sobre quién ha de gobernarnos se tomara como se toman los acuerdos en una subasta de marranos.    

Hace muchos años que votamos por la izquierda, y hubo veces también en que no votamos. La historia de los resultados electorales, estatales o federales, ha venido para nosotros mayoritariamente en contra de la línea política por la cual hemos votado, cuando hemos ido a votar, pero sabemos que también ha sido por prácticas ilegales y operaciones fraudulentas organizadas desde el propio gobierno. Pero no por eso nos hemos rendido ni hemos cambiado nuestra palabra.

Porque además, aunque el resultado nos viniera desfavorable (el PRI-Verde ganara la elección nacional y la estatal y frente a esa tragedia no se alzara una insurgencia cívica general), lo principal, como quiera, ya es nuestro, y no lo obtuvimos de una elección sino de una lucha iniciada hace cien años por nuestros hermanos, los primeros zapatistas, que con su sangre lograron hacerla ley en la ley del supremo gobierno y más tarde nosotros la hicimos nuestra bandera porque por la vía electoral o institucional sólo fraudes o plomo o amenazas, o compra de dirigentes, recibíamos. Hoy la tierra, el agua, el bosque y sus frutos, son finalmente nuestros.

Tal vez nosotros no podamos defender nuestro voto electoral que legalmente terminará en una bodega muy lejos de nuestro alcance, ni podamos ir en contra de una autoridad ilegítima que resida, como residen todas, en las ciudades, ni nuestro voto, si se respeta, cuente finalmente nada en la suma total, pero en la tierra que habitamos la libertad, la justicia y la democracia se decidirán y vivirán a nuestra manera como la Constitución nacional lo autoriza, y la república y nación mexicanas tendrán ahí la reserva más grande que un pueblo pueda tener y que ningún poder político desde luego enlista: la vida comunitaria.

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