Independientemente de la acumulación de evidencias jurídicas sobre un
posible fraude en la elección presidencial y del veredicto que emita
el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), un
análisis de los resultados distritales con técnicas comunes de
análisis exploratorio de datos (básicamente correlación y regresión
simple entre variables) permite estimar que los votos de Enrique Peña
Nieto (EPN) están inflados en 40% en promedio, con un margen de error
entre 32 y 48%.
En números redondos esto se traduce en 7.7 ± 1.5
millones de votos artificiales a favor de este candidato; es decir, el
doble de la diferencia entre el primer y segundo lugar reconocida por
el Instituto Federal Electoral (IFE). Este cálculo parte de la
relación positiva y altamente significativa entre los votos
distritales de este candidato y la serie de los votos anulados por
distrito (0.4, p < 0.00, a partir de regresión), que en teoría
debería ser cero, como de hecho lo es para Josefina Vázquez Mota
(JVM) y Gabriel Quadri de la Torre (GQT). En el caso de Andrés Manuel
López Obrador (AMLO), esta relación también es cercana a cero, pero
es significativamente negativa (-0.20, p < 0.02) e implica que hay
un faltante de votos a su favor en los datos oficiales, cercano a 3.2
millones.
La punta de la madeja de estos cálculos se encuentra en los
descuidados datos oficiales, aparentemente no sometidos a un proceso
riguroso de validación numérica antes de declarar a un ganador, y
particularmente en el peculiar patrón de votación distrital de EPN.
Este patrón se caracteriza por: 1) un ascenso sistemático de su
número de votos distritales en relación con la anulación y 2) una
variabilidad relativa pequeña en sus votos distritales (coeficiente de
variación, CV = 24%) en comparación con la de los otros candidatos
(CV, 43-46%), casi el doble. Estas dos características de la votación
de EPN son un fuerte indicador de una participación electoral
tramposa por parte de la coalición PRI-PVEM y sus patrocinadores. La
primera de ellas permite estimar el monto de la adición artificial de
votos a favor de EPN por una o más vías ajenas al voto libre y
secreto (Artículo 41 constitucional). La segunda apunta hacia un
proceso electoral tan insolentemente controlado a favor de este
candidato que terminó arruinando la variación aleatoria de su
votación, la cual podría haberle dado un matiz de credibilidad a la
suma oficial de sus votos.
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