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domingo, 10 de febrero de 2013

Ellos y nosotros VI: Las Miradas parte 2, subcomandante Marcos:

Zapatistas no son salvadores; van a luchar junto con los de abajo y a la izquierda: EZLN

CONTRALINEA: En la segunda parte de “Las Miradas” –a su vez el sexto comunicado de la serie Ellos y Nosotros–, el subcomandante Marcos señala que los zapatistas no ofrecen “salvar” a los de debajo de los abusos, el desempleo y la represión. Señala que ofrecen mostrarle a los de abajo y a la izquierda que no están solos.
En el texto, critica a quienes se ofrecen como redentores pero sólo tienen para los de abajo órdenes, desprecio, insultos y abusos.
 
A continuación, el comunicado íntegro, publicado originalmente en enlacezapatista.org.mx.
 
Ellos y nosotros VI: Las Miradas, parte  2
Mirar y escuchar desde/hacia abajo
 
¿Podemos todavía elegir hacia dónde y desde dónde mirar?
 
¿Podemos, por ejemplo, elegir entre mirar a quienes laboran en la cadena de supermercados, reclamarle a l@s trabajador@s el ser cómplices del fraude electoral, y hacer escarnio del uniforme naranja con el que obligan a vestirse a l@s emplead@s, o mirar a la empleada que, después de entregar la cuenta…?
 
/ La cajera va y se quita el delantal naranja, refunfuñando por el coraje que le dio que le reclamaran a ella ser cómplice del fraude que llevó al Poder la ignorancia y la frivolidad.  A ella, mujer, joven o madura o madre o soltera o divorciada o viuda o madre soltera o esperando o sin críos o lo que sea, que entra a trabajar a las 7 de la mañana y se va a las 4 de la tarde, claro, si no hay horas extras, y sin contar el tiempo de la casa al trabajo y de regreso, y luego a darle a la escuela o a la casa, a las “labores-propias-de-su-sexo-se pueden-cumplir-con-un-toque-de-coquetería”, leyó en una de las revistas que están a un lado de la caja, un día que no había mucha gente.  A ella, a quien se supone que ésos van a salvar, nomás cuestión de un voto y ya, tarán, la felicidad.  “¿Acaso los dueños se visten con el delantal naranja?”, murmura irritada.  Ella se arregla un poco el desaliño propositivo con el que llega a trabajar para que el gerente no la esté molestando.  Sale.  Afuera la espera su pareja.  Se abrazan, se besan, se tocan con la mirada, caminan. Entran a un café-internet o cibercafé o como se diga.  10 pesos la hora, 5 la media hora…/
 
—Media hora – dicen, haciendo mentalmente cuentas de presupuesto-tiempo-del-metro-colectivo-caminar.
—Fíame Roco, no seas ojaldra –dice él. 
—Va, pero en la quincena te caes; si no, a mí me cae el dueño y tú vas a ser el que me fíe. 
—Va, pero será cuando tengas móvil, wey, porque estoy de lavacoches. 
—Pues lávatelo, wey– dice el Roco.
 
Se ríen los 3. 
—La 7 –dice el Roco. 
—Ande, busque –dice ella. 
Él va a poner un número.
—No –dice ella–, busque usted cuándo empezó todo. 
Navegan.  Llegan a cuando son un poco más de 131.  Ponen el video. 
—Son fresas –dice él. 
—Cálmese, vanguardia revolucionaria.  Está usted mal de su cabeza si juzga a las personas por su apariencia.  Si a mí, por ser de piel clara, me dicen güerita y fresita, y no ven que apenas llego a la quincena.  Hay que ver la historia de cada quién y lo que hace, sonso –dice ella, acompañando la argumentación con un zape.
 
Siguen viendo. 
Miran, callan, escuchan. 
—Tras que se la cantaron de frente al Peña Nieto ése… son valientes, sí, se ve que tienen muchos huevos –dice él. 
—Y ovarios, menso –otro zape de ella para él. 
—Órales mi reina, la voy a acusar de violencia intrafamiliar. 
—Será violencia de género, menso –y otro zape. 
Terminan de ver el video. 
Él: –Tras que así empiezan las cosas, con unos pocos que no tienen miedo. 
Ella: –O sí tienen miedo, pero lo controlan. 
—¡Media hora! –les grita el Roco. 
—Sí, vámonos. 
Ella va sonriendo. 
—¿Y ora de qué se ríe? 
—De nada, me estaba acordando –se pega más a él– de eso que dijo de “intrafamiliar“.  ¿O sea que como quien dice quiere usted que seamos familia?
 
Él ni duda: 
—Cámara, mi reina, pa’ luego es tarde, ya le estamos dimos dando, pero sin tantos zapes, mejor besitos, y más abajo y a la izquierda. 
—¡Órales, no me alburee, wey! –otro zape –. Y nada de que “mi reina”, ¿qué no estamos en contra de la pinche monarquía?
 
Él, antes del zape de rigor: —Va pues, mi… plebeya.
Ella se ríe, él también.  Después de unos pasos, ella:
—¿Y usted cree que los zapatistas nos inviten?
 
—Cámara, si el Vins es mi cuate y dijo que él es su carnal del cara de calcetín porque lo dejó ganar en el mortal kombat, en las maquinitas, así que nomás tenemos que decir que somos banda del Vins y ya estufas brujas –él argumenta entusiasmado.
 
—¿Y será que voy a poder llevar a mi mamá?, ya está grande…
 
—Claro, hablando de brujas, si con suerte hasta se queda atorada en el lodo la futura suegra –él agacha la cabeza esperando el zape que no llega.
 
Ella, ya enojada:
—¿Y qué madres nos van a dar los zapatistas si están bien lejos?  ¿Acaso me van a dar mejor sueldo, van a hacer que me respeten, que los pinches hombres no me estén viendo las nalgas en la calle, y que el puto patrón deje de estarme tocando con cualquier pretexto?  ¿Me van a dar para pagar la renta, para comprarle su ropa a mi hija, mi hijo?  ¿Van a bajar el precio del azúcar, el frijol, el arroz, el aceite?  ¿Me van a dar de comer?  ¿Van a enfrentarse a la tira que diario llega a molestar y extorsionar a los del barrio que venden discos pirata diciendo que es para no acusarlos con el señor o la señora Sony…?
 
—No se dice “pirata”, sino “de producción alternativa”, mi rei… plebeya.  Y no se esponje conmigo que estamos igual.
 
Pero ella ya lleva vuelo, así que ni quien la pare:
—Y a usted, ¿le van a devolver su trabajo en la planta, donde ya era calificado no sé qué madres? ¿Le van a valer los estudios, los cursos de capacitación, y todo para que el culero del patrón se llevara la empresa a no sé dónde, y el sindicato y la huelga, y todo lo que hizo, para luego terminar lavando coches?  O como a su carnal de usted, el chompis, que le quitan el trabajo y le desaparecen al patrón para que no pueda defenderse y el gobierno con su rollo de siempre de que es para mejorar el servicio y la clase mundial y la madre del muerto y acaso bajaron las tarifas, si está más caro, y la pinche luz se va a cada rato y el pinche calderón se va a dar clases de sinvergüenza con los gringos, que son los meros maestros de esa madre.  Y mi papá, que dios lo tenga en su santa gloria, que se fue a chambearle al otro lado, no para turistear, sino para sacar el varo, la luz, la lana, la paga para mantenernos cuando estábamos más escuincles y ahí nomás cruzando la línea lo torció la migra como si fuera un terrorista y no un trabajador honrado y ni el cuerpo nos entregaron y el pinche Obama ése que parece que tiene el corazón de color del dólar.
 
—Chale, ya pare su carro y oríllese a la orilla, mi plebeya.
 
—Es que cada que me acuerdo me da coraje, tanto darle y darle para que al final los de arriba se queden con todo, si nomás falta que privaticen las risas, aunque no creo, porque de ésas hay pocas, pero las lágrimas sí, ésas abundan y se hacen ricos… más ricos.  Y luego viene usted con sus cosas ésas de que los zapatistas para acá y los zapatistas para allá, y que abajo y a la izquierda y que la octava…
 
—La Sexta, no la octava –la interrumpe.
 —La que sea, si esos weyes están muy lejos y luego hablan el español peor que usted mero.
 —Ora, ora, no sea malora.
 Ella se limpia las lágrimas y murmura: —Pinche lluvia, ya me arruinó el estilauder, y yo que me había arreglado para gustarle a usted merengues.
 —Boiiii, si usted me gusta más sin nada… de ropa.
 Se ríen.
 Ella, muy seria: —Bueno, ya, a ver dígame, ¿esos zapatistas nos van a salvar?
 —No, mi plebeya, no nos van a salvar.  Eso y otras cosas las tenemos que hacer nosotros mismos.
 —¿Y entonces?
 —Ah, pues nos van a enseñar.
 —¿Y qué nos van a enseñar?
 —Que no estamos solos.
 Ella se queda callada un momento.  De pronto:
 —Ni solas, menso –otro zape.
 El transporte colectivo va a reventar.  A ver si el que sigue.
 Hace frío, está lloviendo. Se abrazan más, no para no mojarse, sino para mojarse juntos.
 Lejos alguien espera, siempre hay alguien que espera.  Y mientras espera, con un viejo lapicero y en un cuaderno viejo y ajado, lleva la cuenta del mirar de abajo que en una ventana se mira.
 
(Continuará…).
 
Desde cualquier rincón, en cualquiera de los mundos.
 
SupMarcos
Planeta Tierra
Enero del 2013

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