QUERIDO PAPÁ: Hoy, que
conmemoramos el Día Internacional del Trabajo, también recordamos que hace 23
años ya no llegaste a casa, que fuiste detenido la tarde de aquel martes 1 de
mayo de 1990 y que desde entonces nada sabemos de ti: ¿en dónde estás?, ¿en
dónde te tienen?, ¿qué te han hecho?...
Por eso, más que hacer un
recuento de lo ocurrido, quisiera que recordemos. Que hagamos memoria de esos
poco más de seis años de inigualable ternura, dulzura y dicha que compartimos
juntos.
Mi recibimiento en esta vida
aquella lluviosa mañana del 4 de julio de 1983, un parto muy complicado,
“¡Háblale a tu hijo!” pidió una de las parteras para que naciera pronto, ¡La
dicha más grande!. Mis primeros pasos, mis primeras palabras, mis travesuras.
Mis idas a la casa de los abuelos sin que pidiera permiso…
Los regalos, los cumpleaños, las
enseñanzas a montar en caballo, las fiestas. Te acuerdas que cuando arreglabas
el lienzo del rancho me llevabas para “ayudarte”, sabiendo que lo único haría
era jugar en la sombra de aquellos árboles frondosos o tomar una siesta. Y
cuando íbamos de pesca, ¿Te acuerdas?
Otro bonito regalo es que tú me
enseñaste a leer y a escribir, con esa paciencia y con tal habilidad para
compartir. Ahora entiendo porque diste clases de danza folklórica.
Las muchas veces que fuiste por
mí a la escuela, sobre todo en tiempos de lluvia. En nuestro primer concurso de
Kínder ganamos el primer lugar, ¿Te acuerdas?, el fin de cursos, el inicio de
la primaria…
Por esto y más, ahora que se
cumplen 23 años de tu detención y posterior desaparición forzada, no dejo de
recordarte, de pensarte, de buscarte. Hoy más que nunca digo que tu
desaparición no fue producto de la casualidad, de la mala suerte o de que
estuvieras en el lugar equivocado, es más bien una política de Estado cuyo fin
es generar terror, es una política de violencia institucional instaurada desde
1969 a la fecha, por eso paramilitarizaron Pantepec sin que pasara nada,
hicieron lo que hicieron sabiéndose impunes.
Pero más allá de esto existe la
MEMORIA y la DIGNIDAD, la RESISTENCIA y la ESPERANZA y estas, no se venden ni
tienen un valor monetario, ni tampoco caducidad, no paralizan, todo lo
contrario, resignifican lo ocurrido y permiten vivir como tú hubieras querido
que viviéramos: FELICES, SÍ, FELICES, porque ni haciendo lo que hicieron
pudieron contigo, con tus ideales, con tus anhelos…
QUERIDO PAPÁ: Vives y vivirás por
siempre, ¡no tienes precio!. No acepto la impunidad como destino. Exijo y
señalo a los responsables materiales e intelectuales de tu desaparición.
Demando la inmediata presentación con vida de todas y todos los desaparecidos
de este país, los de ayer y los de ahora. Camino con otras hijas y otros hijos,
pensamos, soñamos, construimos en colectivo… son mis hermanas y mis hermanos de
historia y de lucha, también con las madres y los familiares, nuestras queridas
doñas del Comité ¡Eureka! y de FUUNDEC-FUNDEM.
SÍ PAPÁ, tenemos una familia
enorme que te piensa y te busca, que te quiere. Amig@s que sin conocerte te
conocen. Sobrin@s que te esperan y que dicen: Tío, dónde estás, te queremos
abrazar… Y una esposa y un hijo orgullosos de ti, reivindicamos tu lucha y
agradecemos que nos hayas dejado este camino… Por eso no te digo adiós sino
hasta pronto, como debe ser, como será.
Te quiere, tu hijo,
Guadalupe Pérez Rodríguez.
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