La Jornada - Teodulfo Torres: desaparición y trasfondo
La desaparición de Teodulfo Torres Soriano,
activista y adherente de la Sexta Declaración de la Selva
Lacandona, ocurrida hace casi dos meses, ha propiciado en días
recientes numerosas muestras de preocupación y solidaridad por
parte de organizaciones sociales, políticas, defensores de
derechos humanos e individuos aislados. El pasado lunes, más de
un millar de firmas respaldaron la petición, formulada ante el gobierno, de
presentar con vida a El Tío, como es conocido Torres Soriano
entre sus compañeros y amistades. Organismos de derechos humanos como Fray
Bartolomé de las Casas, Fray Francisco de Vitoria y Miguel
Agustín Pro Juárez han manifestado su preocupación ante lo que
califican como una «presunta
desaparición forzada».
Cabe recordar que Torres Soriano es testigo
fundamental de los excesos represivos cometidos por las policías
durante las movilizaciones del pasado primero de diciembre, yq
que presenció y videograbó la agresión en contra de Juan
Francisco Kuykendall, herido por el disparo de un proyectil
lanzado por elementos de la Policía Federal. La condición de
testigo presencial obligaba a El Tío a comparecer en el contexto
de las pesquisas realizadas por tales hechos; no obstante,
Torres Soriano nunca llegó a la cita ministerial, programada
para el pasado 27 de marzo, y dicha ausencia movió a la
preocupación y a la búsqueda por parte de sus compañeros y
conocidos.
La desaparición de Teodulfo Torres no es, por
desgracia, un hecho aislado. Ocurre en un contexto caracterizado
por una oleada de casos de desaparecidos como los que motivaron
la recién concluida huelga de hambre de familiares afuera de las
instalaciones de la Procuraduría General de la República.
Asimismo, tiene como telón de fondo la represión y abusos
policiales cometidos el pasado primero de diciembre –como lo
documenta en un informe de la Comisión de Derechos Humanos del
Distrito federal–, y el historial de detenciones arbitrarias en
que suelen incurrir las corporaciones de seguridad pública de
los distintos niveles de gobierno con impunidad alarmante. Otro
caso relevante a este respecto es el del ilustrador Marduk
Chimalli Hernández Castro, detenido el pasado 15 de marzo con el
pretexto de que vestía igual que un asaltante que había cometido
un robo «minutos antes».
Todos esos elementos, aunados a la inveterada
cadena de criminalización y persecución contra las luchas
sociales y las disidencias políticas, hacen que tenga sustancia
la hipótesis sobre una posible desaparición forzada de Teodulfo
Torres.
Especulaciones aparte, sobre las autoridades
federales y locales recae una responsabilidad política
ineludible por el clima de violencia y represión que se vivió
durante la jornada del primero de diciembre, un expediente que
permanece abierto y cuyos responsables no han sido sancionados.
El gobierno capitalino, por añadidura, está legalmente obligado
a atender la denuncia que fue presentada por la desaparición de
Teodulfo ante el Centro de Apoyo a Personas Extraviadas y
Ausentes, dependiente de la procuraduría local. Es procedente
que desde el gobierno se agoten los recursos a su alcance para
esclarecer la situación actual de El Tío y dar con su paradero.
Por lo que hace a la sociedad, la lucha por la
presentación con vida del activista es, por ahora, una forma
concreta de resistir y detener los barruntos de represión y
violencia de Estado que, sin haber desaparecido nunca del
panorama nacional, se han vuelto particularmente visibles en los
últimos meses y años.
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