Con motivo de la presentación en Brújula de Eugene Gogol, este miercoles 5 junio, dejamos este articulo sobre el marxismo humanista de Raya Dunayevskaya, ya que Gogol fué colaborador de ella
El marxismo humanista de Raya Dunayevskaya
Gilberto López y Rivas
LaJORNADA Viernes 2 de abril de 2010
Este año se celebra el
centenario del nacimiento de la teórica y revolucionaria marxista Raya
Dunayesvskaya (1910- 1987), de quien leí recientemente una de sus obras
más importantes: Filosofía y revolución, de Hegel a Sartre y de Marx a Mao
(Siglo XXI, 2009), en la cual se expone una perspectiva crítica del
marxismo que resulta imprescindible conocer a profundidad, entre otros
motivos por su contribución a la comprensión de los procesos
trasformadores que actualmente tienen lugar en el mundo, particularmente
en América Latina.
Ucraniana de nacimiento, Raya se instala con su familia en Estados
Unidos en 1922; llega a México en 1937 como secretaria de Trotski en
idioma ruso, rompiendo con él por sus divergencias políticas respecto de
la caracterización de la Unión Soviética: mientras ella pensaba, sobre
todo después del pacto de no agresión Hitler-Stalin de 1939, que Rusia
no era más un Estado de trabajadores, el fundador del Ejército Rojo
sostuvo siempre que era un Estado obrero, aunque degenerado. En 1938
regresa a Estados Unidos, donde lleva a cabo una intensa actividad
política y una prolífera producción intelectual, relacionadas ambas con
el periódico News and Letters, expresión de la corriente
marxista-humanista que ella fundó en los años 50. Sustenta que
originalmente Marx denominó sus nuevas elaboraciones teóricas no
materialismo ni idealismo, sino humanismo.
Congruente con la idea de que la teoría sólo puede desarrollarse
plenamente cuando se asienta en lo que las propias masas hacen o
piensan, destaca que para Marx lo fundamental consistía en que el ser
humano no era meramente objeto, sino sujeto; que no únicamente estaba
determinado por la historia, sino que también la creaba.
A partir de estos planteamientos, Raya hace una crítica radical al
vanguardismo: ¿las masas campesinas o proletarias son las forjadoras de
la historia, o solamente les corresponde someterse a una
direccióny recibir órdenes? ¿Deben ser masas pasivas al día siguiente de la revolución? Precisamente, en su condena al estalinismo afirma que este régimen sofocó la espontaneidad de las masas: el Estado absorbió a los sindicatos y a todas las organizaciones obreras de tal manera que la propiedad estatal, el plan estatal, el partido, eran los fetiches por los cuales los trabajadores debían ofrendar su vida.
Dunayesvskaya propone, en cambio, una perspectiva que se fundamenta
en el sujeto autodesarrollado, y se alinea con Lenin, quien, a su
juicio, consideró a las masas, el proletariado, el campesinado, e
incluso la nacionalidad oprimida, como sujetos autodesarrollados. Lenin
creía que se necesitaba un nuevo impulso teórico porque había nacido un
nuevo sujeto: la autodeterminación de las naciones.
También discrepa con Trotski en su concepción del campesinado, quien
no lo consideraba sujeto autodesarrollado ni tampoco le concedía una
conciencia nacional ni mucho menos socialista.
Dunayevskaya mantiene, por el contrario, que la iniciativa
política no es siempre patrimonio exclusivo de la clase obrera. Cuando
las masas son el sujeto no debe analizarse una revolución a partir del
liderazgo, sino del sujeto autodesarrollado. Afirma que Trotski siempre
se preocupó demasiado del problema de la dirección, subordinando al
sujeto autodesarrollado.
Aunado a esta perspectiva –muy útil para el análisis de los indígenas
como sujetos autodesarrollados–, es sumamente interesante su crítica al
estatismo: “el subjetivismo pequeño burgués –sostenía– siempre ha
concluido aferrándose a determinado poder estatal, y lo ha hecho sobre
todo en esta época de capitalismo de Estado, cuyos intelectuales están
impregnados de la mentalidad administrativa del plan, el partido de
vanguardia, la revolución cultural, como sustituto de la revolución
proletaria”.
Considera a Jean-Paul Sartre,
el extraño que se acerca a mirar, como filósofo de la derrota. Detrás del lenguaje nihilista de Sartre –afirma– acecha… nada; y como no hubo pasado, y el mundo actual es
absurdo, no hay futuro.
Su crítica a Mao es demoledora: señala que con el propósito de
aumentar la producción, el dirigente lleva a China a un proceso de
acumulación originaria de capital mediante un capitalismo de Estado, en
el que el partido tiene el monopolio del pensamiento correcto,
produciéndose un despilfarro humano total, el burocratismo y la
ineficiencia. Retrogradación es la palabra que resume realmente el
pensamiento de Mao, esto es, lo que no representa una reorganización
total de la vida, y relaciones humanas totalmente nuevas. Lo acusa de
volver la espalda al aliado y camarada Vietnam, que libraba una lucha de
vida o muerte contra el imperialismo estadunidense, presionándolo para
firmar la pax americana. En China, la dialéctica de la
liberación fue sustituida por un dogmatismo caprichoso y arbitrario, por
la fetichización simultánea del marxismo leninismo-pensamiento
Mao-Tse-Tung y la propia revolución mundial.
La dialéctica reveló que la contrarrevolución está en el seno de la revolución.
Ante su pregunta reiterada: ¿qué sucede después de la toma del
poder?, Raya responde que la cuestión del carácter imprescindible de la
espontaneidad es no sólo inherente a la revolución, sino lo que debe
marcar su trayectoria posterior, lo mismo que la diversidad cultural, el
autodesarrollo y la instauración de una forma no estatal de
colectividad.
La reinterpretación de Marx y la teoría de la revolución de
Dunayevskaya son de trascendencia estratégica para las luchas por un
socialismo humanista, libertario y autodesarrollado
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