Grandes empresas y trasnacionales invierten millonarios recursos en más de 250 personeros
que pululan en los pasillos, restaurantes y hasta en los sótanos de las
cámaras legislativas para convencer a diputados y senadores de promover
iniciativas, reformar artículos constitucionales o detener aquellas
modificaciones a la ley que no estén a su favor. Trabajan sin estar
apegados a un código de ética; tampoco están obligados a la rendición de
cuentas. Su principal herramienta es la manipulación. Mientras, hasta
26 iniciativas de ley para regular el lobbying se encuentran en la congeladora del Poder Legislativo federal
Influir, la palabra preferida de los cabilderos de trasnacionales,
asociaciones, cámaras y personas físicas que deambulan en los pasillos
de la Cámara de Diputados y del Senado de la República. Los legisladores
charlan con ellos, escuchan sus propuestas, sus ofrecimientos; son
“convencidos”. Pero de todo lo que se habla entre ellos, nada se sabe.
Se trata de 252 cabilderos registrados ante la Mesa Directiva de la
LXII legislatura de la Cámara de Diputados. Entre ellos, firmas que
encabezan listas de Forbes, como la tabacalera Philip Morris, los
auditores de Pricewaterhouse, Coopers, Bayer, Monsanto, Cargill
–representadas a través de la Asociación Mexicana de Semilleros–, Grupo
Modelo, Jugos del Valle.
El registro contiene 32 asociaciones, 25 cámaras, ocho consejos,
seis fundaciones, cinco consultorías, cuatro confederaciones, tres
institutos, dos federaciones, dos centrales y 165 despachos, empresas y
personas físicas, entre otras.
“Probablemente el cabildeo político sea un inevitable acompañante
del arte de gobernar. El cabildeo, conocido en los países anglosajones
como lobbying, tiene su origen en la negociación que, a través de
personas especializadas, realizan determinados acuerdos con grupos
sociales con intereses específicos, para poder influir en la aprobación,
rechazo o reforma de alguna ley”, expone José de Jesús Gómez Valle,
maestro en estudios políticos y sociales por la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM).
Gómez Valle, también profesor e investigador adscrito al
Departamento de Estudios sobre Movimientos Sociales del Centro
Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de
Guadalajara, explica que etimológica y originalmente lobby
significa pasillo o antesala, en referencia al parlamento británico
donde los representantes de intereses privados iban al encuentro de los
parlamentarios para exponerles sus inquietudes y demandas.
La senadora por el Partido de la Revolución Democrática (PRD) Iris
Vianey Mendoza Mendoza dice que la del cabildeo es una de las prácticas
cotidianas tanto en la Cámara de Diputados como en la de Senadores que
“produce mucha sospecha y desconfianza porque no hay nada que lo regule.
Convivimos con ellos, los escuchamos, pero no hay transparencia”.
Agrega: “Necesitamos una ley que regule el cabildeo para evitar el
tráfico de influencias, amiguismo político, manejo patrimonialista de
información privilegiada. Además, institucionalizar el ejercicio del
cabildeo como un instrumento al servicio de la sociedad civil, que
enriquezca la democracia, y no como un agente de chismorreo”, arguye la perredista.
Las iniciativa
Los antecedentes para los cabilderos datan de 2002 a 2008, periodo
en el que se presentaron 22 iniciativas y proyectos legislativos en la
Cámara de Diputados y cuatro en el Senado de la República, relacionados
con este tema, que no prosperaron.
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