Negociando con las Multinacionales: El Fisgón |
Los Angeles Press
No hace falta ser un estadista para entender que un
paliativo a los problemas de un país sumido en la barbarie es
proporcionar al pueblo empobrecido el mínimo de desarrollo humano.
Pero tampoco hace falta demasiado para entender que Enrique Peña Nieto
no es un estadista; de tal manera, desde su puesto como títere de los
monopolios, administra la mejor operación que acabará por mandar al
carajo lo que queda de nación, vía la reforma energética, la
privatización de los hidrocarburos.
Los
técnicos hablarán. Expertos como la geóloga María Fernanda Campa, el
geopolítico Alfredo Jalife Rahme, y hasta Manuel Bartlett han publicado
libros, cualquier cantidad de ensayos y presentado varias ponencias
advirtiendo la estupidez técnica y constitucional de esta
privatización. Palabras de expertos para oídos expertos.
Pero
yo soy periodista, y más aún, poco sé de petróleos bitumisosos o
exploración en aguas medias. Sin embargo sí sé de pobreza y sus
causas. Por eso me quedo con uno de los datos más escalofriantes de la
Reforma peñista: Con PEMEX –vendido a manos privadas–, México se
quedará sin el 60 por ciento del gasto social que aún proviene del
petróleo. Esto significa que de un plumazo, tantos más millones de
personas en este territorio sufrirán el aumento imbatible del costo de
la salud, la educación y los servicios públicos, como el agua, el gas y
la electricidad. Tal encarecimiento ocasionará que muchas empresas,
medianas y grandes, eliminen trabajadores de sus nóminas o dejen de
contratarlos para sanar el bache en sus ingresos. Aumentará la
carencia, la pobreza, cundirá la desesperación.
De
por sí México arrastra con más de 150 mil muertos producto de la
fallida “guerra contra el narco”. De por sí el 60 por ciento de la
población mexicana padece ya la pobreza y de este porcentaje, la mitad
carece de lo indispensable para comer, según cifras de la propia
Secretaría de Desarrollo Social ¿Y cómo estima el "ilustre" Peña y su
horda de brillantísimos secretarios, paliar el desfase presupuestal,
producto de la privatización petrolera? Fácil: aumentando impuestos.
La
propuesta del Banco de México para homologar el IVA en todos los
mercados asciende al 17 por ciento. Al menos de manera oficial. Y
dicen que no es IVA; que es “impuesto al consumo”. Y agregan que son
recursos para “combatir la pobreza”. ¿En serio? ¿Combatirán la
pobreza aumentando el precio de los productos indispensables para
vivir? Y sin embargo, la reforma va. Algunos diputados como Ricardo
Cantú del Partido del Trabajo, advierten que el aumento del IVA se
elevará hasta el 23 por ciento; incluídos alimentos y medicinas.
Además, el Impuesto Sobre la Renta (ISR) que actualmente se cobra en
una tasa del diez por ciento proporcional a los ingresos, se plantea
que se eleve hasta el 30 por ciento.
El
halo de maldad que arrastra la privatización de los hidrocarburos
impactará de lleno en la clase trabajadora que no tiene seguridad
social. Empleados y empleadas de los ámbitos público, privado, y sobre
todo, independientes –los freelancers; una capa que ha crecido en
México a raíz de la reforma laboral, la cual liquida el derecho de
contrato y estipula el salario por horas de la fuerza de trabajo de una
persona. Son quienes deben pagar mes con mes al Sistema de
Administración Tributaria (SAT) de la Secretaría de Hacienda más de la
mitad de sus honorarios en impuestos: 17.5 por ciento de Impuesto
Empresarial a Tasa única (IETU); 16 por ciento de IVA; 10.6 por ciento
de IVA retenido y 10 por ciento de ISR, más impuestos estatales.
Y
aún si el aumento de ISR hasta del 30 por ciento –se maneja que hasta
del 37–, únicamente será para quienes ganan 500 mil pesos, lo que
sucederá es que las empresas simplemente dejarán de contratar personal o
aprovecharán al máximo la Reforma Laboral para prescindir del pago de
prestaciones. Entonces habrá como nunca una clase trabajadora
empobrecida.
Los firmantes del PACTO |
Jeque Deschamps: Camacho |
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