Javier Jiménez Espriu
Lagrimas Negras: Rocha |
He declinado la posible invitación –y lo expreso porque se hizo pública–, porque no estoy dispuesto a formar parte de lo que considero el
coro de los esclavos, de una ópera en cuyo libreto está ya definido el desenlace.
Asistí a los foros que con el mismo tema se organizaron en 2008 confiado, iluso de mí, en que la fuerza de la razón y de los argumentos podría sacudir las conciencias de algunos legisladores y tener algún efecto frente a las consignas. Fue inútil. Qué penosa es la muestra de sometimiento, de subordinación, de sumisión, de servilismo, de abyección, al que están sujetos quienes prefieren la comodidad de la servidumbre recompensada, a la lucha por la libertad de manifestación y de conciencia y a la defensa de los intereses nacionales.
Hoy, nada ha cambiado y las declaraciones del secretario de Energía que expresa que
Habrá reforma energética pese a protestaso la del senador Penchyna que señala que debe haber reforma energética
al costo que sea–que al fin tienen en el Congreso la mayoría necesaria– dan el marco rígido y autoritario de lo que anuncian como
foro plural, en el que
escucharán las voces disidentes, como hace cinco años, para luego dar paso, a la brevedad, ignorándolas, como gritos perdidos en el desierto, a la aprobación legislativa correspondiente.
Cumplirán con el rito seudo-democrático y. en lo posible, dentro del calendario previsto por el Ejecutivo, intentarán dar el golpe de gracia a los artículos 27 y 28 de la Constitución y a la nación misma, para estar en posibilidad de entregar una parte sustantiva de la renta petrolera, con contratos a modo y discrecionalmente concedidos por el Ejecutivo y legitimar la inconstitucional entrega a la iniciativa privada extranjera, de la generación de energía eléctrica para servicio público ya consumada.
Pero mi decisión de no participar en esos foros, en los que
todo estará bajo control, no significa de manera alguna abstención de mi parte a exponer los argumentos que me dan la convicción plena de que la propuesta es un enorme error histórico de gravísimas consecuencias para nuestra nación, argumentos que, por otra parte, he dado a conocer y seguiré exponiendo, en decenas de foros de toda índole, incluyendo dos en la Cámara de Senadores, con la presencia de muy contados legisladores y uno en la de Diputados, con la asistencia de no más de tres interesados
representantes populares.
Por mi parte, enviaré oportunamente a todos los miembros de
las dos cámaras un documento, que además haré público en todos los
medios disponibles a mi alcance, en el que señalo el porqué de mi
postura en contra de lo que se pretende y expongo los argumentos que
sustentan mi posición que, estoy convencido, coincide con la de la
mayoría de los mexicanos. Sin embargo, a pesar de mi escepticismo, por
la situación política de mi país y la lamentable mediocridad de su clase
política en el poder, mantengo la esperanza de que el grito y la razón
de los más se impongan a los intereses, de fuera y de dentro, que
presionan por la entrega del sector energético nacional para los ricos y
poderosos de siempre.
Esta esperanza se ha fortalecido esta mañana, con la impresionante
marcha que acompañó al licenciado López Obrador y que como describí en
un tweet durante la manifestación
llenó Reforma contra la Reformaaun cuando los noticieros de la televisión quieran minimizarla informando
que la marcha obligó a los ciclistas domingueros a cambiar la ruta de su ejercicio.
No se puede tapar el sol con un dedo, como no se puede borrar al pueblo con la orden de voltear la cámara a otra parte.
Así es, ahí están los sentimientos de la nación, muy superiores a los intereses de un gobierno neoporfirista.
Reitero, no iré a la pasarela del Senado, pero enviaré a los
senadores mis puntos de vista, por si a alguno le interesa conocerlos,
pero advirtiendo que lo que debiera interesarles más, sin duda, es
conocer la opinión del pueblo de México, al que dicen representar.
Ahí está la propuesta de consultar al pueblo, antes de cometer el
error histórico que parecen decididos o comprometidos, y no precisamente
con el pueblo, a suscribir mayoritariamente.
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