Don Julio Scherer, con
la grandeza de su pluma, de su espíritu y de su amor por México, nos
ofrece un libro lleno de dolor y espanto, que debe ser obligado para los
políticos que todavía creen que llevan al país por el camino correcto;
para los diputados y senadores que tienen desconectado el dedo de la
conciencia, y para los cínicos funcionarios que repiten que son los
maestros quienes atentan contra los derechos de la infancia.
Niños en el crimen, publicado por Grijalbo, es el
testimonio más certero sobre la ignominiosa capacidad de destrucción del
capitalismo. Es muestra de la infancia sobreviviente del hambre y el
abandono de los gobiernos desde Miguel Alemán, cuando se instaló la
dictadura priísta, hasta la infeliz llegada del panismo al poder.
Nuestro querido y admirado periodista entrevistó adolescentes de ambos
sexos con la pregunta:
¿Qué oculta el alma del niño asesino?
Mediante documentos y expedientes penales y testimonios grabados en centros que alguna vez se llamaron
correccionales, como si el destino aceptara para la infancia borrones y nuevas cuentas, “pude constatar –escribe Scherer– de qué manera el abandono ha llevado a los adolescentes a la tragedia de la drogadicción, del alcoholismo, del robo, el secuestro, el crimen”. Y nos hace notar que en la vida de estos seres niños-adolescentes-bárbaros
la ignorancia es la única nada que poseen. Tal vez estos testimonios de horror me sorprendan menos que al lector común, porque hace casi 30 años he intentado detener con mi propia pluma la destrucción de nuestros niños empobrecidos: “Los niños de la calle son guerreros… una nueva raza dulce de acero y de cristal… los niños valen porque son y por lo que pueden llegar a ser… hay que invertir en los niños… infancia es destino social… más escuelas hoy y menos cárceles mañana…” etcétera.
Me consta que Julio Scherer es sensible desde hace años a los
peligros de no proteger las infancias, por eso me dio oportunidad de
poner en páginas de Proceso algunas alertas que delataban la
tragedia que se gestaba. En 1987, en el número 558, por ejemplo, en el
recuadro de un reportaje que hice sobre el debate de bajar o no la edad
penal, apareció el texto de una canción de
chavos banda, en que anunciaban el sombrío futuro que ya es hoy: “Odio al mundo/me odio a mí mismo/el mundo está podrido y también yo. Somos la generación del horror…Somos el futuro de México…No hay futuro, no hay amor/¿Saben qué me pasa? Me pudro/ me pudro/autopudrición…”
Gracias, don Julio Scherer.
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