Los siete alimentos que no deberían estar en su despensa
POR Jossette Rivera // BBC Mundo Un anuncio de la Agencia de Drogas y
Alimentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) asegurando
que las grasas trans ya no serán consideradas seguras generó grandes
titulares en los medios de comunicación y, para muchos, la sensación de
que la medida solucionará muchos de los problemas de salud de los
estadounidenses.
Sin embargo, el entusiasmo desmedido de
algunos deberá ser redimensionado, porque más allá de las grasas trans
otros peligros permanecen escondidos en los alimentos.
La realidad es que desde hace años se
han estado tomado medidas para reducir el consumo de grasas trans. Desde
1999 se propuso que los fabricantes indicaran el contenido de grasas
trans en las etiquetas y en 2006 esta norma entró en vigor.
Como resultado, “desde 2005 los
fabricantes de comida han reducido voluntariamente las cantidades de
grasas trans en sus productos alimenticios en más de 73%”, según se
asegura en un comunicado de la Asociación de Productores de Alimentos
(GMA por sus siglas en inglés).
La misma FDA reveló que el consumo de
grasas trans entre los estadounidenses se redujo de 4.6g por día en 2003
a alrededor de 1g por día en 2012. Y que sólo el 12% de los alimentos
empaquetados contienen un aceite parcialmente hidrógenado.
No obstante, hay algunos alimentos que
aún contienen grasas trans y que -en caso de que se apruebe la nueva
disposición- sus fabricantes deberán modificar la forma que los
producen. Algo que potencialmente, podría aumentar sus costos.
“Va a ser un proceso más complicado para
el fabricante, pues usaban algo que antes era bien barato y accesible”,
explica a BBC Mundo el médico internista, Jorge Loredo, especialista en
medicina bariátrica.
La lista : En la lista de los alimentos “señalados” están:
Galletas saladas, dulces, pasteles congelados y otros alimentos horneados
Estos productos generalmente contienen
grasas trans -a las que se le agregan átomos de hidrógeno para hacerlo
sólido- con la intención de hacerlas más ligeras y menos “aceitosas”.
Sin embargo, los expertos aseguran que no son absolutamente necesarios.
“No sería necesario sustituirlas, ya que
las grasas ‘buenas’ juegan el mismo papel. Sólo que son más caras,
cuando menos para la industria de los alimentos, pero tienen menos
riesgos y son más saludables”, explica a BBC Mundo, el químico en
alimentos Fidel Belmares.
Palomitas de maíz para el microondas
Las grasas trans o sólidas se utilizan
en estos productos a efectos de su conservación. Para sustituirlos, los
médicos sugieren recurrir a la manera tradicional de preparación (con
aceite líquido en casa).
“Mientras más líquida la grasa, menos
manipulada, más natural. El aceite de oliva se puede usar y no es un
trans”, explica Loredo.
Pizzas y productos congelados
Algunos productos congelados contienen
grasas trans para prolongar su duración en el mercado. Los expertos
sugieren iniciar la práctica de comprar los productos frescos y
congelarlos en casa.
En caso contrario, Loredo asegura que ya existen alimentos congelados que no las contienen.
“Hay compañías que venden papas fritas o
snacks que ponen en su empaque que no han usado ningún tipo de trans en
el alimento”, explica.
Mantecas vegetales y margarinas en barra
Cambiar el aceite vegetal líquido en
sólido requiere un cambio químico. Por ello, se recomienda que los
consumidores usen mantequilla en lugar de margarina porque, según
explica Loredo, aunque de origen animal es mejor metabolizada por el
cuerpo.
“La margarina y otros tipos de grasa sólida definitivamente no se deben usar. Se puede sustituir con aceite de oliva”, dice.
A pesar de que también existen versiones
de este producto sin grasa trans, los médicos insisten en que se pueden
usar sustitutos menos dañiños.
“Se puede cambiar por leche natural, descremada o leche de soya”, dice Loredo.
Productos de masa refrigerada (bollos y rollos de canela)
En estos productos, el uso de las grasas
trans tiene dos usos principales -la conservación y la suavidad de la
masa, por ello, se cree que los fabricantes podrían utilizar otros tipos
de aceite (canola, maiz, etc) en su producción, aún a pesar de que
representaría una modificación en los costos.
Sin embargo, algunos expertos creen que
hay un nuevo peligro: el que los fabricantes busquen nuevos aditivos -no
necesariamente más seguros- que prolongen la vida de los productos en
refrigeración de forma parecida a como lo hacen las grasas trans.
Glaseados listos para usar
Los glaseados “listos para usar” son
utilizados usualmente en repostería y contienen grasas trans que los
mantienen sólidos y estables por más tiempo a temperatura ambiente.
A pesar de que las empresas están
buscando sustitutos que mantengan la consistencia, numerosos expertos
aseguran que la mejor opción es hacer el glaseado en casa “desde cero”
-utilizando azúcar, mantequilla, leche y vainilla naturales.
Otros peligros
Gracias a las etiquetas en vigor desde
2006, es posible saber la cantidad de grasas trans que contienen los
alimentos empaquetados.
Sin embargo, los científicos piden estar
atentos a los productos en los que las grasas trans no están
especificadas, como los que se venden a granel, la pastelería y las
papas fritas en los restaurantes.
“A menos que no estés en la cocina no se
puede saber. Lo que se tiene que hacer es elegir las opciones menos
fritas y más naturales del menú. Evitar la margarina y pedir aceite de
oliva para el pan”, recomienda Loredo.
Sin embargo, los expertos insisten en
advertir que la solución al problema de salud y obesidad de la población
no radica sólo en el veto.
Habría que hacer modificaciones
importantes en los hábitos de consumo -como leer las etiquetas, no
reutilizar los aceites y medir las cantidades.
“Lo que se requiere es modificar los
hábitos alimenticios, pues si hay un exceso de consumo de alimentos, las
otras biomoléculas -como los carbohidratos y las proteínas- se
convierten en grasas y pueden ser peores que las trans”, explica
Belmares.
“Si la alimentación es moderada, sí es
una buena iniciativa. Pero si siguen los excesos, de muy poco servirá”,
asegura. “Si se consumen más alimentos de los que se requieren, la
consecuencia es mala salud y mala calidad de vida”.
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