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sábado, 9 de noviembre de 2013

Otro luchador más que muere, nunca encontro a su hijo: Roberto Galván del Mov por Justicia y Dignidad

El Ajedrecista se fue con toda Dignidad, pero sin Justicia
Me duele mucho, muchísimo. Era un hombre digno, uno de los hombres más dignos que he conocido. Su muerte es un dedo que continúa acusando la corrupción y la indignidad de un país. Sin hombres como él todo sería el infierno.
Javier Sicilia
Artículo de Pietro Ameglio
Cuernavaca, Morelos 8 de noviembre de 2013 (Pietro Ameglio-MPJD).- Acaba de morir el pasado 1º de noviembre, un gran hombre de Chihuahua, y mejor padre, luchador incansable por la verdad y la justicia: Roberto Galván, llamado “El Ajedrecista”, en memoria de su hijo. 
Buscó por casi tres años con enorme valor y entereza a su hijo desaparecido: Roberto Galván Llop. Leamos su caso –altamente ejemplificador de cómo es la actual guerra en México- a través de las propias palabras de don Roberto, en el texto que escribió para el primer Diálogo con el presidente Calderón (23 junio 2011):
“Mi Hijo Roberto, de profesión ajedrecista, maestro y campeón nacional, mundialista en su juventud, fue detenido por elementos de la Policía Estatal de Caminos de N. L., a bordo de 6 patrullas el día 25 de Enero de 2011, en la Cd. de Gral. Terán, atendiendo, al parecer, al llamado del Secretario del Ayuntamiento, quien solicitó detener a un joven que se encontraba sentado en una banca de la plaza pública, justo enfrente a la presidencia municipal, descansando pacíficamente, tomando el sol de la mañana, después de una noche en extremo fría. La Policía Estatal de Caminos reconoció haber detenido a mi hijo, dijeron que después de haberlo interrogado y haberse dado cuenta que no había cometido ningún delito, simplemente lo dejaron en libertad ese mismo día y según ellos, queriéndolo ayudar, lo llevaron casi hasta la Central de Autobuses de Montemorelos, NL, porque no llevaba sus zapatos.
 Observaciones al caso: 1) ¿Por qué la Policía Estatal de Caminos de NL, no registró esa detención?; 2) ¿Por qué las veces que hablé personalmente con el Agente del M.P. de Montemorelos me dijo que estaba investigando, pero que no tenía ninguna noticia para mí, cuando que ya todo el pueblo sabía de esa detención?; 3) ¿Por qué el M.P. de Montemorelos dice que él no tiene conocimiento de lo que hace la Policía Estatal de Caminos?; 4) ¿Por qué no le permitieron a mi hijo hacer por lo menos una llamada telefónica, a la que tiene derecho todo detenido?; 5) ¿Por qué se llegó al extremo de dejar sin zapatos a mi hijo? Y… 6) ¿Qué le hicieron a mi hijo durante ese interrogatorio? Lo cierto es que a partir de que la Policía Estatal de Caminos de Nvo. León dice haberlo liberado, mi hijo se encuentra en calidad de desaparecido”.
Roberto Galván Llop es uno más de los 27 mil desaparecidos en los últimos 5 años en México, uno más de los casi igual número de ejemplos de impunidad y complicidad entre las fuerzas del estado y el crimen organizado. Como siempre ante situaciones límite de la vida, se hace necesario detenerse un momento, ejercer la “reversibilidad” y reflexionar acerca del estado de las cosas en ese tema, con el objetivo de practicar con mayor conocimiento el paso siguiente de esa lucha. ¿Qué nos deja esta muerte natural de un gran luchador social y la in-natural desaparición de su hijo?
Un hecho nos puede servir de punto de partida en esta reflexión.
 De los momentos más profundos que recuerdo del proceso de lucha del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (MPJD) fue una conversación con Roberto Galván, Melchor Flores (el Vaquero Galáctico) y Nepomuceno Moreno (don Nepo) comiendo tacos, apenas acabado el 2º Diálogo con Calderón, el 14 de octubre del 2011. Eran un ejemplo más común de lo que se cree, pero que no ha sido tan difundido así por los medios, de tres padres llenos de amor por sus hijos varones –algo similar a la parábola evangélica del “hijo pródigo”-, luchadores incansables por la verdad y la justicia, llenos de realismo y humor para sobrellevar tanto dolor, y, ya a esta altura, con mínimas esperanzas en la acción gubernamental para lograr algo en sus casos, dispuestos a acciones noviolentas más radicales en el futuro. Don Nepo, quien allí comenzó a despedirse de nosotros, murió asesinado mes y medio después en Hermosillo (28 noviembre). Los hijos de estos tres grandes padres: Roberto, Melchor Flores Landa y Jorge Mario Moreno León, hasta el día de hoy no han aparecido.
El núcleo central del activismo social de los familiares de víctimas del MPJD tiene además a la fecha varios casos más de víctimas directas de asesinato o desaparición en estos dos años y medio de lucha, todos ellos ejemplares luchadores sociales de sus comunidades : 
 Pedro Leyva asesinado en la comunidad nahua de Ostula (Mich.) el 6 de octubre de 2011; también en Ostula fue asesinado por paramilitares su líder Trinidad de la Cruz el 6 de diciembre en una Misión de Observación de DDHH del propio movimiento; ese mismo día fueron desaparecidos en Petatlán (Gro.) Eva Alarcón y Marcial Bautista, líderes de los campesinos ecologistas; la comunidad purépecha de Cherán ha sumado también varios muertos (los más recientes fueron Urbano Macías y Guadalupe Gerónimo); Ismael Solorio y Manuela Solís, fundadores de El Barzón-Chihuahua, fueron asesinados el 22 de octubre del 2012. En ningún caso hasta el día de hoy se ha tenido el más mínimo avance de justicia y verdad, en todos se advirtió a la máxima autoridad lo que podía pasarles sin que se hiciera nada para protegerlos.
Además, el MPJD inició su lucha el 8 de mayo del 2011 con un documento denominado “Pacto por un México en paz con justicia y dignidad”, donde el primer y más importante punto exigía justicia y verdad en las muertes de la familia Reyes en Cd. Juárez; de Marisela Escobedo y su hija Rubí en Chihuahua; de Susana Chávez en Chihuahua; de Bety Cariño y Jiri Jaakola en la zona triqui de Oaxaca; de las niñas y niños de la guardería ABC en Hermosillo; de Erick y Benjamín Le Barón y Luis Widmar en Chihuahua; de los 16 jóvenes de Villas de Salvárcar en Cd. Juárez; y finalmente de los jóvenes de Morelos: Juan Francisco Sicilia, Luis Romero, Julio Romero, Gabriel Alejos, Álvaro Jaime y Socorro Estrada. De todos estos casos, sólo en el último ha habido un avance en el proceso de la verdad, aunque todavía no hay ningún sentenciado.
En la especie humana hay muchas formas de morir, lo sabemos bien. Tener un familiar o amigo desaparecido es una de las forma más sádicas y crueles de destruir a alguien, como bien sabían los que construyeran, con enorme perversidad y conocimiento de lo inhumano, la categoría del “desaparecido”, desde mediados del siglo pasado con los nazis, franceses y norteamericanos, luego emulados por la dictadura argentina y las otras del cono sur en los setenta. Como continuamente repiten los familiares de desaparecidos en México: “Ya no como”, “no duermo”, “todo el tiempo espero una llamada”…“dejé de vivir”. 
Dice bien el breve comunicado del MPJD sobre don Roberto: “el desgaste por la ineficiencia del estado para buscar a sus ciudadanos aunado al dolor indescriptible de no saber de su hijo, mermó la salud del gran caballero que era nuestro Roberto y lo llevó a la muerte”. Así fue. Murió de dolor en el alma y el cuerpo. Ya me lo había adelantado él mismo en la Estela de luz el 28 de noviembre del año pasado, en el 1er. aniversario de la muerte de don Nepo. Hizo realidad las palabras de su carta a su hijo al año de desaparecido: “No he de parar hasta encontrarte en esta o en esas otras vidas más”.
Hay un punto en común en todos estos asesinatos y desapariciones mencionadas: los familiares, periodistas y organizaciones de derechos humanos cercanas, investigando por su propia cuenta y corriendo un enorme riesgo, han logrado reconstruir el proceso de esas muertes o desapariciones, conocen los nombres, ocupaciones, redes, domicilios, etc. de los victimarios, y han hecho públicos esos datos, sin que las autoridades –en sus distintos niveles- hagan nada al respecto, lo que alienta el brutal clima de impunidad y complicidad que reina en el país
Al respecto resulta muy clara la reciente carta pastoral del obispo Miguel Patiño de Apatzingán (Mich.), importante porque ejemplifica por fin las acciones públicas de denuncia que las iglesias hace rato deberían estar haciendo, cuando señala su extrañeza de por qué no se apresa a los delincuentes “…sabiendo dónde se encuentran: prácticamente en su presencia (de las autoridades) se extorsiona, se cobran cuotas, se secuestra y se levanta a personas” .
Reivindicar la verdad, justicia y memoria de estos muertos y desaparecidos directamente ligados al MPJD, es la frontera moral, el piso mínimo, que el movimiento tiene en su camino de lucha. Ese es realmente el nombre verdadero de la Paz para el movimiento. Desde los inicios se hizo hincapié en que junto a la justicia para las víctimas era indispensable cambiar el modelo de la “paz armada”, de la guerra en la seguridad pública, por uno donde la paz estuviera asociada a la justicia, a la dignidad y a un modelo económico que no despojara y explotara a los más pobres. La gran trampa es asociar la idea de paz con la de seguridad, término militar, por lo que entonces se convierten en un eje central de este gran negocio de la violencia la siembra de la inseguridad y el aterrorizamiento ciudadano.
En el México actual urge hablar menos de paz, y mucho más de justicia. Basta de simulaciones, globos blancos, palabras huecas, adulación al poder mientras vemos la colusión entre autoridades, crimen organizado y empresarios; basta de militarizar nuestra vida civil llenándonos de fuerzas con armas y cuarteles; basta de despojar a las comunidades y colonias de sus territorios; “Estamos hasta la madre de tantas fregadas mentiras, violencia e impunidad” diría don Roberto.

Pietro Ameglio
7 de noviembre de 2013

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