El Ajedrecista se fue con toda Dignidad, pero sin Justicia
Me
duele mucho, muchísimo. Era un hombre digno, uno de los hombres más
dignos que he conocido. Su muerte es un dedo que continúa acusando la
corrupción y la indignidad de un país. Sin hombres como él todo sería el
infierno.
Javier Sicilia
Artículo de Pietro Ameglio
Cuernavaca, Morelos 8 de noviembre de 2013 (Pietro Ameglio-MPJD).-
Acaba de morir el pasado 1º de noviembre, un gran hombre de Chihuahua, y
mejor padre, luchador incansable por la verdad y la justicia: Roberto
Galván, llamado “El Ajedrecista”, en memoria de su hijo.
Buscó por casi
tres años con enorme valor y entereza a su hijo desaparecido: Roberto
Galván Llop. Leamos su caso –altamente ejemplificador de cómo es la
actual guerra en México- a través de las propias palabras de don
Roberto, en el texto que escribió para el primer Diálogo con el
presidente Calderón (23 junio 2011):
“Mi Hijo Roberto, de profesión
ajedrecista, maestro y campeón nacional, mundialista en su juventud, fue
detenido por elementos de la Policía Estatal de Caminos de N. L., a
bordo de 6 patrullas el día 25 de Enero de 2011, en la Cd. de Gral.
Terán, atendiendo, al parecer, al llamado del Secretario del
Ayuntamiento, quien solicitó detener a un joven que se encontraba
sentado en una banca de la plaza pública, justo enfrente a la
presidencia municipal, descansando pacíficamente, tomando el sol de la
mañana, después de una noche en extremo fría. La Policía Estatal de
Caminos reconoció haber detenido a mi hijo, dijeron que después de
haberlo interrogado y haberse dado cuenta que no había cometido ningún
delito, simplemente lo dejaron en libertad ese mismo día y según ellos,
queriéndolo ayudar, lo llevaron casi hasta la Central de Autobuses de
Montemorelos, NL, porque no llevaba sus zapatos.
Observaciones al caso:
1) ¿Por qué la Policía Estatal de Caminos de NL, no registró esa
detención?; 2) ¿Por qué las veces que hablé personalmente con el Agente
del M.P. de Montemorelos me dijo que estaba investigando, pero que no
tenía ninguna noticia para mí, cuando que ya todo el pueblo sabía de esa
detención?; 3) ¿Por qué el M.P. de Montemorelos dice que él no tiene
conocimiento de lo que hace la Policía Estatal de Caminos?; 4) ¿Por qué
no le permitieron a mi hijo hacer por lo menos una llamada telefónica, a
la que tiene derecho todo detenido?; 5) ¿Por qué se llegó al extremo de
dejar sin zapatos a mi hijo? Y… 6) ¿Qué le hicieron a mi hijo durante
ese interrogatorio? Lo cierto es que a partir de que la Policía Estatal
de Caminos de Nvo. León dice haberlo liberado, mi hijo se encuentra en
calidad de desaparecido”.
Roberto Galván Llop es uno más de los 27
mil desaparecidos en los últimos 5 años en México, uno más de los casi
igual número de ejemplos de impunidad y complicidad entre las fuerzas
del estado y el crimen organizado. Como siempre ante situaciones límite
de la vida, se hace necesario detenerse un momento, ejercer la
“reversibilidad” y reflexionar acerca del estado de las cosas en ese
tema, con el objetivo de practicar con mayor conocimiento el paso
siguiente de esa lucha. ¿Qué nos deja esta muerte natural de un gran luchador social y la in-natural desaparición de su hijo?
Un hecho nos puede servir de punto de
partida en esta reflexión.
De los momentos más profundos que recuerdo
del proceso de lucha del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad
(MPJD) fue una conversación con Roberto Galván, Melchor Flores (el
Vaquero Galáctico) y Nepomuceno Moreno (don Nepo) comiendo tacos, apenas
acabado el 2º Diálogo con Calderón, el 14 de octubre del 2011. Eran un
ejemplo más común de lo que se cree, pero que no ha sido tan difundido
así por los medios, de tres padres llenos de amor por sus hijos varones
–algo similar a la parábola evangélica del “hijo pródigo”-, luchadores
incansables por la verdad y la justicia, llenos de realismo y humor para
sobrellevar tanto dolor, y, ya a esta altura, con mínimas esperanzas en
la acción gubernamental para lograr algo en sus casos, dispuestos a
acciones noviolentas más radicales en el futuro. Don Nepo, quien allí
comenzó a despedirse de nosotros, murió asesinado mes y medio
después en Hermosillo (28 noviembre). Los hijos de estos tres grandes
padres: Roberto, Melchor Flores Landa y Jorge Mario Moreno León, hasta
el día de hoy no han aparecido.
El núcleo central del activismo social de
los familiares de víctimas del MPJD tiene además a la fecha varios casos
más de víctimas directas de asesinato o desaparición en estos dos años y
medio de lucha, todos ellos ejemplares luchadores sociales de sus
comunidades :
Pedro Leyva asesinado en la comunidad nahua de Ostula
(Mich.) el 6 de octubre de 2011; también en Ostula fue asesinado por
paramilitares su líder Trinidad de la Cruz el 6 de diciembre en una
Misión de Observación de DDHH del propio movimiento; ese mismo día
fueron desaparecidos en Petatlán (Gro.) Eva Alarcón y Marcial Bautista,
líderes de los campesinos ecologistas; la comunidad purépecha de Cherán
ha sumado también varios muertos (los más recientes fueron Urbano Macías
y Guadalupe Gerónimo); Ismael Solorio y Manuela Solís, fundadores de El
Barzón-Chihuahua, fueron asesinados el 22 de octubre del 2012. En
ningún caso hasta el día de hoy se ha tenido el más mínimo avance de
justicia y verdad, en todos se advirtió a la máxima autoridad lo que
podía pasarles sin que se hiciera nada para protegerlos.
Además, el MPJD inició su lucha el 8 de
mayo del 2011 con un documento denominado “Pacto por un México en paz
con justicia y dignidad”, donde el primer y más importante punto exigía
justicia y verdad en las muertes de la familia Reyes en Cd. Juárez; de
Marisela Escobedo y su hija Rubí en Chihuahua; de Susana Chávez en
Chihuahua; de Bety Cariño y Jiri Jaakola en la zona triqui de Oaxaca; de
las niñas y niños de la guardería ABC en Hermosillo; de Erick y
Benjamín Le Barón y Luis Widmar en Chihuahua; de los 16 jóvenes de
Villas de Salvárcar en Cd. Juárez; y finalmente de los jóvenes de
Morelos: Juan Francisco Sicilia, Luis Romero, Julio Romero, Gabriel
Alejos, Álvaro Jaime y Socorro Estrada. De todos estos casos, sólo en el
último ha habido un avance en el proceso de la verdad, aunque todavía
no hay ningún sentenciado.
En la especie humana hay muchas formas de
morir, lo sabemos bien. Tener un familiar o amigo desaparecido es una de
las forma más sádicas y crueles de destruir a alguien, como
bien sabían los que construyeran, con enorme perversidad y conocimiento
de lo inhumano, la categoría del “desaparecido”, desde mediados del
siglo pasado con los nazis, franceses y norteamericanos, luego emulados
por la dictadura argentina y las otras del cono sur en los setenta. Como
continuamente repiten los familiares de desaparecidos en México: “Ya no
como”, “no duermo”, “todo el tiempo espero una llamada”…“dejé de
vivir”.
Dice bien el breve comunicado del MPJD sobre don Roberto: “el
desgaste por la ineficiencia del estado para buscar a sus ciudadanos
aunado al dolor indescriptible de no saber de su hijo, mermó la salud
del gran caballero que era nuestro Roberto y lo llevó a la muerte”. Así
fue. Murió de dolor en el alma y el cuerpo. Ya me lo había adelantado él
mismo en la Estela de luz el 28 de noviembre del año pasado, en el 1er.
aniversario de la muerte de don Nepo. Hizo realidad las palabras de su
carta a su hijo al año de desaparecido: “No he de parar hasta
encontrarte en esta o en esas otras vidas más”.
Hay un punto en común en todos estos
asesinatos y desapariciones mencionadas: los familiares, periodistas y
organizaciones de derechos humanos cercanas, investigando por su propia
cuenta y corriendo un enorme riesgo, han logrado reconstruir el proceso
de esas muertes o desapariciones, conocen los nombres, ocupaciones,
redes, domicilios, etc. de los victimarios, y han hecho públicos esos
datos, sin que las autoridades –en sus distintos niveles- hagan nada al
respecto, lo que alienta el brutal clima de impunidad y complicidad que
reina en el país.
Al respecto resulta muy clara la reciente carta
pastoral del obispo Miguel Patiño de Apatzingán (Mich.), importante
porque ejemplifica por fin las acciones públicas de denuncia que las
iglesias hace rato deberían estar haciendo, cuando señala su extrañeza
de por qué no se apresa a los delincuentes “…sabiendo dónde se
encuentran: prácticamente en su presencia (de las autoridades) se
extorsiona, se cobran cuotas, se secuestra y se levanta a personas” .
Reivindicar la verdad, justicia y memoria de estos muertos y desaparecidos directamente ligados al MPJD, es la frontera moral, el piso mínimo,
que el movimiento tiene en su camino de lucha. Ese es realmente el
nombre verdadero de la Paz para el movimiento. Desde los inicios se hizo
hincapié en que junto a la justicia para las víctimas era indispensable
cambiar el modelo de la “paz armada”, de la guerra en la seguridad
pública, por uno donde la paz estuviera asociada a la justicia, a la
dignidad y a un modelo económico que no despojara y explotara a los más
pobres. La gran trampa es asociar la idea de paz con la de seguridad,
término militar, por lo que entonces se convierten en un eje central de
este gran negocio de la violencia la siembra de la inseguridad y el aterrorizamiento ciudadano.
En el México actual urge hablar menos de
paz, y mucho más de justicia. Basta de simulaciones, globos blancos,
palabras huecas, adulación al poder mientras vemos la colusión entre
autoridades, crimen organizado y empresarios; basta de militarizar
nuestra vida civil llenándonos de fuerzas con armas y cuarteles; basta
de despojar a las comunidades y colonias de sus territorios; “Estamos
hasta la madre de tantas fregadas mentiras, violencia e impunidad” diría
don Roberto.
Pietro Ameglio
7 de noviembre de 2013
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