José
Luis Avendaño C.
Se dice que las guerras del siglo XXI serán, ya no
tanto, por el petróleo, sino por el agua, el vital líquido, convertido en recurso
estratégico. De ahí que las primeras culturas se hayan asentado a las
orillas de ríos, lagos y mares. Lo mismo China, Egipto y Mesopotamia
(literalmente, “Entre dos ríos”). Si
no, que le pregunten a los mexicas, que, luego de un largo peregrinaje,
llegaron al territorio que nombraron Tenochtitlán.
En estos días, otro de los pueblos originarios del territorio llamado México –hoy expoliado y depredado—, los yaqui, se
hallan en pie de lucha, en
resistencia y por la defensa de sus tierras y agua, en Sonora.
A la contaminación de sus ríos por el Grupo
México, se aúna su uso particular,
mediante la construcción de una presa por parte del gobernador, Guillermo
Padrés, al desviar el cauce de las aguas de la comunidad. Un clásico ejemplo de
apropiación privada con un elevado costo social, donde las autoridades
federales se muestran negligentes, por
no decir complacientes. Se les
aplica, como dice Adolfo Gilly, el método
Atenco.
México se encuentra, como hace más de cien años, en
su tenaz lucha por su suelo y
subsuelo. Lo que es reconocido ya como un
derecho humano (económico y social), se le escamotea a la sociedad, en la
persona de los yaquis, que tienen una larga
tradición de resistencia y lucha, enfrentados, hoy, al gran capital, que se brinca y burla de las leyes
ambientales y, con ello, de la Constitución, con la vista gorda de las autoridades.
No es una mera cuestión de nacionalismo trasnochado y obsoleto en plena globalización. Es un
asunto de soberanía alimentaria, es
decir, nacional. Recursos que son
objeto de especulación –nombre del juego en este capitalismo de casino y rapiña, que es
el neoliberalismo— en contra de los pueblos.
¿Es lo que nos espera –ya lo estamos viendo— con las contrarreformas?
El voto, como valor
de la democracia formal, tiene que ir
acompañado, nos recuerda el autor de La
revolución interrumpida, de una gran
movilización social, en defensa de nuestros recursos, que es decir, de nuestra vida.
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