En 1972 el MIT publicó un reporte advirtiendo que, de continuar la
creciente tendencia de consumo de recursos planetarios, el sistema
financiero colapsaría definitvamente; hoy se comprueba que hemos hecho
todo lo necesario para que el pronóstico siga vigente.
The future ain’t is what it used to be?
Hace cuatro décadas, justo en 1972, un
grupo de cuatro investigadores del Instituto Tecnológico de
Massachusetts (MIT) publicaron un controvertido reporte, “Limits to
Growth”, en el cual se auguraba el colapso de la economía mundial para
el año 2030. Enlazando una serie de modelos computacionales para
analizar las información financiera de aquel tiempo, obtuvieron como
resultado que, en caso de que la sociedad mantuviera su tendencia de
aumentar el volumen de consumo, el sistema financiero no soportaría más
y, paradójicamente, terminaría por consumirse así mismo.
En su momento el informe fue
descalificado por algunos, o asumido como una más de las apocalípticas
advertencias que constantemente vienen y van al interior de todo grupo
social. Sin embargo hoy, a cuarenta años de la publicación de “Limits to
Growth”, la proyección reflejada en este documento parece tener más
vigencia, y mayor probabilidad de consumarse, que nunca: hemos acelerado
el ritmo de consumo de los recursos naturales y sociales, y el sistema
económico denota una vulnerabilidad inédita.
El cúmulo de modelos computacionales que
se empleó en su momento, permitió correlacionar una serie de variables
que giraban en torno a dos grupos: las diversas facetas del desarrollo
“global” y las consecuencias de esta dinámica sobre la Tierra. De
acuerdo con esto se incluyeron patrones que reflejaban la cantidad de
recursos disponibles, la productividad agrícola, el control poblacional,
y la cultura de protección medioambiental, entre otros, y la data
resultante se utilizó para predecir el futuro de la humanidad. Sobra
decir que el escenario proyectado fue poco alentador.
Algo que llama la atención es que la
noción de consumo, precisamente ese estandarte utilizado para
supuestamente impulsar, crecer, o reanimar, las economías, es el
fenómeno al cual el estudio en cuestión apunta como responsable
protagónico del proyectado colapso. Y en este sentido, se revalúan aún
más las filosofías existenciales que invitan a la austeridad, o al menos
a eludir el frenesí consumista promovido por las grandes corporaciones y
los conglomerados mediáticos a su disposición, así como movimientos un
tanto más radicales que no solo denuncian al consumo como un modelo de
vida nocivo, sino que lo llevan a la práctica –los freegans representan un buen ejemplo de esto último,
ya que son personas educadas y con atributos que podrían considerarse
como rentables para el actual sistema, y sin embargo prefieren vivir de
los deshechos, demostrando así lo absurdo que es el estilo de vida que
las masas seguimos.
Recientemente, a menos de treinta años
de que su cumpla el plazo de seis décadas que marcó “Limits to Growth”,
un físico australiano, Graham
Turner, retomó el reporte y publicó un análisis en la prestigiada
publicación periódica Smithsonian Magazine, titulado “Looking Back On
the Limits of Grow”. El ejercicio de Turner consistió en una
actualización comparativa entre la información que utilizaron los
investigadores del MIT, en 1972, y las condiciones actuales. La
conclusión fue que las predicciones de ese entonces empalman casi
perfectamente con la situación actual, lo cual sugiere que la proyección
contenida en el reporte tiene al menso lo doble de probabilidades, al
haber transcurrido más de la mitad del plazo, de consumarse. “Hay una
clara alarma sonando aquí. Definitivamente no estamos sobre una
trayectoria sustentable” declaró Turner.
Y aunque para muchos de nosotros la
conclusión del australiano no es gran novedad, lo cierto es que resulta
relevante, al menos como un recordatorio o reafirmación de lo mal que
estamos haciendo las cosas, el hecho de que una predicción de carácter
fatalista que se hizo pública hace cuarenta años, se haya convertido,
tristemente, en un guión de acción que hemos cumplido casi a la
perfección. Pero para continuar la secuencia de predicciones resultaría
interesante determinar el punto de inflexión de esta tendencia, es decir
aquel momento en el que ya será imposible revertir la decadente inercia
que hemos forjado gracias a un masivo esfuerzo. Y aunque probablemente
confirmaríamos ya nuestro ocaso auto-diseñado, eso podría detonar la
conciencia indispensable para transformar el destino, haciendo gala a
aquella máxima que de algún modo remite a la naturaleza cuántica de
todas las cosas y que afirma que las profecías se hicieron para invocar
una reacción tajante… y así romperse.
Twitter del autor: @paradoxeparadis / Lucio Montlune
Fuente: pijamasurf
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