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sábado, 1 de noviembre de 2014

Migrantes: sueños y miradas

José Luis Avendaño C.

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El planeta todo es tierra de migrantes. La mayoría somos, de alguna manera u otra, como dijo el maestro Sánchez Vázquez, transterrados; nos aferramos a nuestras raíces, pues el futuro es, por lo demás, incierto. Si no, que le pregunten a los miles de centroamericanos que cruzan México, de tránsito a Estados Unidos, o de jóvenes, que son el sector más afectado por la crisis.

Las causas de la migración son diversas: desde políticas hasta económicas, todas con la esperanza de una vida mejor. Los hay que son desplazados, y aquellos que viven la ocupación de sus propias tierras, como es el caso de los saharauis, a manos de Marruecos, cuyo testimonio recoge el documental Gurba,  del español Miguel Ángel Tobías.(Gurba, la condena: trailer http://youtu.be/T9BFHn7cEYY


No obstante las duras condiciones del desplazamiento a un campo de refugiados en Argelia, que dura ya 40 años, que incluye estar rodeado de un campo minado que ha dejado a ciento de muertos y mutilados, y a pesar del reconocimiento que tiene la República Democrática Saharaui, de más de 80 naciones, y de la condena de la Asamblea General de las Naciones Unidas, Marruecos sigue actuando con impunidad (como Israel respecto a Palestina), gracias al veto y complicidad de Francia. 
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“Todos ellos tienen en común el sufrimiento y la pobreza. Todos ellos hallaron puertas cerradas en sus países; o por lo menos no tuvieron las oportunidades necesarias. Allá en sus terruños se conformaban con sobrevivir de cultivos tradicionales o de oficios menores, pero un buen día se enteraron por los medios de comunicación, y por los que han ido y venido del Norte, que existía algo mejor que lo que tenían. Ni modo, no se puede tapar el Sol con un dedo: la acumulación de bienes de unos cuantos se ha vuelto escandalosa, mientras el empobrecimiento, imparable en las mayorías. Cuando los humanos inventan los sistemas económicos, piensan en sus intereses, más no en el bien de todos; luego los sacralizan y los defienden ‘legalmente’ como si fuera la verdad revelada por Dios”.

Quién así reflexiona es Alejandro Solalinde, sacerdote encargado del albergue Hermanos en el Camino, en Ixtepec, Oaxaca, por donde transita La Bestia, el ferrocarril que, no siendo de pasajeros, lleva su cargamento humano  de migrantes provenientes de Centroamérica (hondureños, salvadoreños y guatemaltecos, principalmente), en pos de alcanzar el sueño americano, como si fuera la tierra prometida. Pero, antes, debe atravesar México, que se convierte para ellos en el infierno, al ser víctimas de vejaciones de todo tipo, en que maleantes y autoridades actúan en complicidad o se confunden –no se sabe quién es quién—, que va de la extorsión al asesinato, en una clara violación a sus derechos humanos, aún de muchos sacerdotes que mantienen las puertas cerradas de sus templos para esos a los que llaman hijos de Dios en sus homilías.


“El hambre merma sus fuerzas, pero no mata el derecho a soñar. Sueño y esperanza se confunden, y alimentan la lucha por una vida digna. Los migrantes son luchadores valientes que incomodan a los que llevan una vida segura. Sobrevivir al paso del México ‘católico’ y ‘guadalupano’ es su prueba más dura. Sí, si sobreviven a México, ya pueden soportar las peores condiciones de vida en Estados Unidos o en cualquier parte del planeta” (Todos somos migrantes. Para Leer en Libertad. México. 2014).  (Aqui se puede bajar y leer el libro)

De la misma manera en que hay desaparecidos forzosos, existen también migrantes forzosos, que dejan atrás su terruño y su familia, en pos de un sueño… de que otro mundo es posible.

Allí queda la expresión optimista de Siya, niña saharaui de ocho años, que simplemente sueña con mirar el mar; ella que tiene el mar en la mirada

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