joseluis_avendano@yahoo.com.mx
Por las gracias del Tratado del Libre Comercio de
América del Norte (TLCAN), vigente desde el 1 de enero de 1994, algunas de las
costumbres de los mexicanos se vieron modificadas. Tal es el caso del horario de verano, que adelantó una hora
el reloj –nos quitó, virtualmente, una hora de sueño y de vida—, con fin
explícito de ahorrar energía, y para
hacer coincidir las horas de apertura de la Bolsa Mexicana de Valores con Wall
Street.
También, las fechas cívicas, que merecen un día de
descanso, como el 21 de marzo, cuando coincidían el natalicio de Benito Juárez
y la entrada de la primavera (ésta improbable debido al cambio climático). La única fecha que se respetó fue la de la
Independencia, el 16 de septiembre, por aquello de “los héroes que nos dieron
patria”. Doscientos años después, la
patria no existe, el país es una neocolonia
y nuestros gobernantes se comportan como administradores
o gerentes de los intereses extraños y ajenos. Es un territorio enajenado.
Cayera en cualquier día de la semana, la fecha del
calendario cívico se respetaba y se suspendían actividades o cuando menos las
clases de la escuela, principalmente si caía entre el lunes y el viernes. Hoy
no es así. Este año cayó en viernes, y la conmemoración fue el lunes anterior,
16. Cuatro días de diferencia respecto al 20 de noviembre, que diluye el significado de la gesta
revolucionaria de 1910, del cual este régimen se dice heredero.
Después de 105 años, y principalmente con la
irrupción del neoliberalismo en diciembre
de 1982 (que coincide con un ciclo de crecimiento económico mediocre de 2.1 por
ciento anual, que se conoce ya como la etapa del estancamiento estabilizador), poco queda ya de la Revolución, con
sus instituciones desmanteladas y/o reconvertidas.
Nombres como Villa y Zapata no les dicen mucho, a no ser que sean los del bando
perdedor, convertidos en figuras
épicas, pero míticas.
La revolución, de movimiento social pasó a ser proceso y se hizo institucional, hasta que el embate del modelo neoliberal, impuesto
por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y adoptado y adaptado por nuestra clase política, ya tecnocracia, sin valores sociales para decir lo menos, se desdibujó, por no decir que quedó en el baúl de los recuerdos. Viendo
la descomposición que vivimos, hay quienes
pensamos que, en muchos aspectos de la vida política, económica y social,
vivimos un neoporfirismo. No es cosa
de rascarle mucho: sólo basta ver las condiciones de la gran mayoría del país,
del campo, las condiciones laborales, en que la precariedad domina.
A los niños que tuvieron clases el viernes 20, les
dedicamos estas cuantas líneas de John Kenneth Turner, de México bárbaro (1911): “La quinta parte de los esclavos de Valle Nacional (en Oaxaca, cuna de Juárez y del mismo Porfirio
Díaz) son mujeres y la tercera parte niños menores de 15 años. Éstos trabajan en
los campos con los hombres. Cuestan menos
y duran bastante y en algunas labores, como la de plantar el tabaco, son
más activos y, por lo tanto, más útiles.
A veces se ve a niños hasta de 6 años plantando tabaco”.
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