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miércoles, 5 de octubre de 2016

10º comunicado conjunto FPMR - MIR-EGP

GUERRA, PAZ Y RESISTENCIA ARMADA

El acuerdo definitivo e irreversible que han firmado las Farc para dejar las armas -las que se fundirán en tres monumentos a construir en EEUU, Cuba y Colombia- y legalizarse como fuerza política electoral, constituye para el establecimiento oligarca el acontecimiento político que faltaba en este lado del mundo para sellar el fin de la "era comunista y la lucha armada".

En nuestra opinión los acuerdos alcanzados entre las Farc y el gobierno de Santos no constituyen ningún avance ni aporte en la lucha de resistencia popular y anticapitalista que despliega con decisión y masividad el pueblo pobre colombiano, los pueblos originarios y afrodescendientes del territorio.

Las bases fundamentales y estratégicas del Estado de control y represión institucional y paramilitar, el modelo político y económico neoliberal, los privilegios de las clases dominantes, el poder político-económico de las FFAA y los intereses del capital transnacional quedan intactos e inmunes.

Este no es el primer acuerdo de un gobierno colombiano con una guerrilla del país, aunque sin duda es el más importante y mediático hasta ahora.

El año 90 se firmó la paz con el M19 y se acordó una Asamblea Constituyente como coronación del acuerdo. Se armó la Asamblea Constituyente, se reformó la Constitución y la guerra del Estado contra el pueblo continuó con la represión brutal de siempre.

Antes, en el año 1985, las Farc acordaron con el gobierno una tregua y lanzaron una campaña política a través de la Unión Patriótica, cuyo resultado fue la masacre de aquella organización identificada con las Farc, con el saldo de 3500 militantes asesinados por las fuerzas oscuras de la oligarquía y el Estado colombiano.

A finales de los 90 las Farc acuerdan otra tregua con el gobierno de turno y se concentran por tres años en una zona de distensión llamada El Caguán, mientras los desplazamientos forzados de la población y las operaciones militares contrainsurgentes no cesaban en los campos y ciudades de Colombia.

Un Estado con un parlamento en donde el tercio de sus diputados están investigados por su relación con el narcotráfico y el paramilitarismo. Más de 6 millones de desplazados forzados por la guerra contra el pueblo.

Las principales ciudades del país bajo el control territorial de las bandas paramilitares "desmovilizadas", que manejan y controlan todo tipo de tráfico, extorsiones, sicariato y la vigilancia total a la población civil de las zonas populares.

Los bombardeos con toneladas de explosivos para “dar de baja” guerrilleros. Las operaciones de los escuadrones paramilitares que asesinan a dirigentes y luchadores populares, violan mujeres y torturan hasta la muerte frente de sus familias y comunidades. Los crímenes perpetrados por militares fomentados por leyes que premian con condecoración, dinero y vacaciones el asesinato. Más de seis mil civiles asesinados en estos años fueron presentados ante la opinión pública como guerrilleros abatidos en combate, en los llamados falsos positivos, donde ningún alto mando ha sido condenado hasta hoy.

La institucionalización del despojo territorial de las comunidades campesinas y pueblos originarios. Las detenciones, controles policiales y vejaciones masivas que pretenden acallar la movilización popular, los paros agrarios y las protestas sectoriales.

Recompensas de millones de dólares por dirigentes guerrilleros vivos o muertos. El caso de Iván Ríos de las Farc es simbólico. La traición por dinero es un acto miserable que sólo amerita justicia.

Método de Estado que otros fascistas del continente, como el gobernador de Neuquén, Argentina, implementó contra dos militantes de nuestras organizaciones -poniendo precio a su captura vivos o muertos- motivado por su odio de clase contra los luchadores del pueblo.

Esta es la realidad que deja de manifiesto por qué la "paz estable y duradera" va mucho más allá de los acuerdos firmados entre las Farc y el gobierno y no será posible en la actual Colombia, ya que se impuso la impunidad al genocidio que no cesa, en descarada complicidad con toda la institucionalidad del Estado paramilitarizado y la venia del poder político y económico transnacional.

En nuestra visión, creemos también que la paz no llegará sólo por desmovilizaciones de alguna guerrilla, por muy grande y bien armada que esté. El fondo del conflicto armado es responsabilidad del Estado colombiano y de las injusticias profundas que las estructuras del capitalismo generan en el pueblo pobre y que lo obligan a la resistencia en todas sus formas.

La insurgencia armada forma parte de un proceso construido por la resistencia social y el derecho del pueblo a defenderse, rebelarse y armarse ante la opresión y barbarie de la oligarquía y su Estado policial, que lo único que han hecho estas últimas décadas es fortalecer su aparato militar contrainsurgente y represivo.

El capitalismo depredador con sus políticas neoliberales, el despojo en todas sus formas y esta guerra contrainsurgente del Estado, asesorado directamente por el imperio norteamericano, son los grandes y principales responsables de que la paz no sea posible ni una realidad para el pueblo colombiano, sino una vez más una mera declaración de principios y acuerdos entre partes en conflicto.

En definitiva, con este acuerdo no gana el pueblo colombiano, sino que gana el gobierno de la oligarquía financiera y fundamentalmente los grandes intereses de la gran minería transnacional.

El saqueo extractivista es lo que se viene en los territorios que eran controlados por las Farc. Entre otros, el gran macizo colombiano, de donde se nutren los ríos más importantes del país y de donde se origina el abastecimiento del 70 por ciento del agua del territorio nacional, será la gran víctima de esta maquinaria salvaje y depredadora de la minería en pos de sus ganancias astronómicas.

Este es el verdadero y gran objetivo de la paz para el gobierno de Santos y sus intereses de clase. Lo que pase con el plebiscito por la paz, la extradición a EEUU y los curules garantizados por el gobierno a las Farc no cambiará lo vital de lo pactado para el capital y sus transnacionales del saqueo.

Sobre las Farc, respetando el derecho que tienen como organización política de escoger sus propios caminos de lucha, pensamos que apostar todo al marco legal e institucional propio de un capitalismo y una modernidad en profunda e irreversible crisis es en la realidad continental un camino que no aporta a una solución estructural sobre el sistema ni el modelo social del capital; más bien es un camino que no da margen alguno a una revolución profunda y libertaria.

La historia lo dirá, pero ojalá no les pase lo que le pasó al Partido Comunista chileno que tras reincorporarse a la institucionalidad les ha tocado negociar una y otra vez en el parlamento leyes antipopulares y represivas, desmovilizando también un acumulado de luchas y actores sociales.

Todo este proceso ocurre en medio de una negociación de alto nivel geopolítico, donde intereses de los estados cubano y norteamericano, e incluso de Israel, han jugado un rol importante para determinar la agenda y los acuerdos definitivos.

La Cuba de hoy no es aquella de los años sesenta y setenta, que apoyó con generosidad y solidaridad la lucha armada en el continente; sin duda las dificultades que ha debido enfrentar les dan el derecho a ejercer su actual pragmatismo en política internacional. Pero entonces, de igual manera, toda organización en lucha es autónoma y soberana de tomar las decisiones y caminos que estime más convenientes para su pueblo.

Es así como hoy queremos destacar, apoyar y solidarizar con la decisión asumida por el Ejército de Liberación Nacional de Colombia, ELN, al no aceptar ni sumarse a los acuerdos y condiciones propuestas por las Farc y el gobierno de Santos.

Su decisión estratégica es continuar la lucha en todas sus formas en busca de una verdadera solución política a la crisis estructural que vive el pueblo de Colombia, con un real protagonismo social y popular en la toma de decisiones.

Sin duda la fuerza principal del ELN está en su consecuencia, dignidad y legitimidad que de ella se desprende después de 52 años de construcción popular y de resistencia armada sin tregua alguna hasta el día de hoy.

Ellos deben enfrentar al Estado más poderoso militarmente del continente, con un pie de fuerza de 500 mil efectivos, así como la intervención directa del imperio norteamericano que ha convertido a Colombia en cabeza de playa -con siete bases militares de última generación- y en principal aliado militar en Latinoamérica.

A esto se suma que ahora las FFAA colombianas se integran al pie de fuerza de la OTAN, la maquinaria de guerra encargada de los megabombardeos para la invasión y saqueo del planeta.

La resistencia del ELN es un ejemplo de lucha popular contra la opresión y su historia forma parte de un acumulado y aprendizaje para todos los que continuamos creyendo en la fuerza del pueblo y en la revolución libertaria, más allá de la crisis de la izquierda toda y la refundación necesaria en medio de la marcha resistente.

Es entonces la lucha de quienes a pesar de los derrumbes de paradigmas, modelos de sociedad y estrategias, no cesan ni claudican en la más pura y vital de las utopías de la humanidad: una sociedad de hombres y mujeres libres, en igualdad de condiciones y oportunidades, organizados comunitaria y territorialmente bajo los principios de la solidaridad, la autogestión y la justicia, con un profundo respeto por la tierra que nos cobija, sus recursos y especies que hacen parte de este planeta agónico.

Manifestamos nuestro compromiso internacionalista con estos hermanos de marchas y combates por la vida y convocamos a todos(as) los luchadores(as) y combatientes del pueblo a cerrar filas en torno a la solidaridad activa y concreta con la lucha del pueblo pobre colombiano, pueblos originarios, afrodescendientes y su Ejército de Liberación Nacional, ELN, que se enfrenta quizás a la coyuntura política y militar más compleja de su historia junto a lo más marginados y desposeídos de este gran y hermoso territorio cobijado por las mismas mágicas montañas andinas del Wallmapu.

De esta manera saludamos en este mes de Septiembre una nueva jornada de lucha y movilización popular en Chile con motivo de la respuesta del pueblo a la barbarie criminal de los ricos y las FFAA chilenas que a punta de bombardeos y represión genocida instauraron una dictadura cuya tarea asignada fue la de imponer a sangre y fuego el modelo neoliberal del capital transnacional.

Son tiempos vitales para el planeta y su humanidad. Los malos gobiernos abundan por doquier; los menos malos se desmoronan aceleradamente y los buenos, basados en un poder popular, autónomo y autogestionario, esperan su turno.

La pregunta es si para una sociedad de iguales y autogestionaria es necesario que un Estado, una religión o una burocracia basada en el llamado “centralismo democrático” decida, organice y ejecute en nombre de todo un pueblo.

Finalmente manifestamos nuestro apoyo activo a las luchas del pueblo contra el modelo neoliberal y el Estado policial chileno. A la lucha de los trabajadores contra el sistema privado y especulativo de pensiones impuesto por la dictadura militar. La de los pescadores artesanales víctimas naturales de la pesca de arrastre de las transnacionales pesqueras. La de los estudiantes, profesores y trabajadores de la educación que no cesa ni claudica. La de los pobladores y trabajadores de Chiloé que viven en carne propia el colapso de todo un ecosistema tragado por la vorágine del mercado de los grandes negocios de la naturaleza. La del pueblo mapuche que lucha por territorio y autonomía, en donde la única respuesta contundente del Estado chileno ha sido el estado de sitio permanente en el Wallmapu y el apoyo a las empresas forestales que han financiado el despojo, la represión y creación de grupos paramilitares.

Son las luchas históricas de los pobres del campo y la ciudad junto a las nuevas nacidas de la globalización del capital y sus miserias. Las luchas de los pueblos originarios que nos van mostrando y enseñando nuevos horizontes. De los movimientos sociales y los marginados de siempre.

Será en la marcha resistente de estos sujetos sociales, fundamentalmente en la alianza de los pueblos pobres y pueblos originarios, que iremos encontrando nuevos senderos y herramientas que nos permitan rearmar propuestas, estrategias y cosmovisiones siempre en el objetivo vital y subversivo de la revolución libertaria.

¡¡Ni un paso atrás. Toda una vida de lucha!!
¡¡Construyendo fuerza y unidad continental, hasta vencer o morir!!
¡¡Sólo la lucha nos hace libres!!

Frente Patriótico Manuel Rodríguez-Autónomo
MIR-Ejército Guerrillero de los Pobres


Chile, septiembre 2016

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