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miércoles, 30 de septiembre de 2020

MÉXICO Y ARGENTINA: EL MISMO ODIO, EL MISMO ENEMIGO. Carlos Prigollini.

 MÉXICO Y ARGENTINA: EL MISMO ODIO, EL MISMO ENEMIGO.

                                                                                                                                  "Me siento tan patriota de Latinoamérica, como el que más".   
   Ernesto Guevara. 


CARLOS PRIGOLLINI, 
septiembre 29 del 2020.

Según el Banco Mundial, hoy Latinoamérica es la región más afectada por la pandemia, acarreando gigantescos costos económicos y sociales, además de un creciente número de decesos, que supera el millón.
Sería bueno agregar que tantas defunciones y desgracias están directamente vinculadas al estado catastrófico en el que se hallaba nuestra salud pública, deteriorada y recortada brutalmente en presupuesto por los diferentes gobiernos neoliberales.
 

En el caso específico de países como México y Argentina llama poderosamente la atención, no sólo los problemas del Covid, que atraviesa todo el planeta, sino el ensañamiento político y mediático contra sus gobiernos. 
No es casual que aquellos que hayan marcado cierta distancia con las políticas imperiales sufran el acoso de sus archienemigos bajo la excusa de "convertirse en otra Venezuela".
Las antinomias creadas en anteriores gobiernos neoliberales (hoy en la oposición) no se superan, por lo que las heridas siguen abiertas, y la derecha empieza a ganar la calle, producto de la cuarentena y la recesión evidente provocada por el miedo al Covid-19.
En ambos países observamos discursos de odio, estigmatizaciones variadas, pronunciamientos sumamente básicos, lleno de exageraciones y lugares comunes que alertan sobre comunismo, dictaduras, fake news y toda una serie de exabruptos que rayan con un nivel paupérrimo de intelecto.
Tampoco ayuda la composición política de la región, donde predominan el siempre gigante brasilero con su gobierno neo fascista en manos del controvertido Jair Bolsonaro, el grupo de Lima, compuestos por presidentes sometidos a los caprichos de Donald Trump, el injusto golpe de Estado en Bolivia, y el criminal aislamiento de Cuba y Venezuela , que lamentablemente no encuentra eco en la región, por el silencio cómplice que guarda el siervo que maneja la OEA ( el corrupto Luis Almagro), sobre todo en lo que respecta a la política inhumana y brutal de Estados Unidos sobre estos pueblos hermanos.
Tanto Andrés Manuel López Obrador como Alberto Fernández, son presidentes surgidos de diferentes frentes (Morena en México y Frente de Todos en Argentina), que como tales se expresan de manera heterogénea, con el correspondiente disenso interno, y las luchas características por el posicionamiento político. En poco tiempo han mejorado la situación de las capas más pobres de la población, así como también estimularon con becas a los jóvenes estudiantes, como también desarrollaron las instituciones de la tan maltratada salud pública. Estos presidentes recibieron herencias malditas, reflejo de años de gobiernos neoliberales que arrasaron con las arcas y el aparato productivo. El saqueo, el latrocinio ejercido por pasadas administraciones dejaron secuelas abrumadoras y trágicas que pintan de cara completa a ex presidentes y funcionarios. 
A veces lentos de reflejo, otras complacientes con la oposición reaccionaria, AMLO y Fernández son presidentes que a mi juicio abusan de la defensa ideológica de sus posiciones, y lejos de respaldarse en sus gabinetes o ministros, ejercen una exposición mediática que tiende al desgaste - las mañaneras en el caso de AMLO y reportajes con periodistas neoliberales en el caso de Fernández-. A ello se suma la falta de control de otros aspectos del gobierno que son cruciales, y un ejercicio timorato del poder para abordar cuestiones de fondo que para nada tocan o rozan a los poderes fácticos, como tampoco son capaces de limitar a través de una ley de medios los insultos y mentiras destiladas por los medios hegemónicos, que configura el periodismo de guerra que el mismo editor del oligopolio Clarín reconociera años atrás. En México los medios principales representados por Televisa, TV Azteca, Reforma, Universal o Excélsior jamás abandonan el golpeteo diario en contra del actual presidente. 
El exceso de prudencia y la constante actitud políticamente correcta de ambos mandatarios se contradicen con ciertas promesas, sobre todo en lo que respecta al presidente argentino - el más evidente es el pago total de la deuda ilegítimamente contraída por el macrismo-  que más allá de sus vacilaciones permite un encumbramiento de sectores antidemocráticos que suelen impulsar rumores de golpe de Estado además de difamaciones e insultos constantes, sobre todo contra la vicepresidenta Cristina Kirchner. En nombre de la supuesta libertad de expresión, los mercenarios del micrófono cometen las más brutales actitudes de libertinaje, impulsando el odio y el enfrentamiento en la población.
Lejos están ambos gobiernos de sancionar definitivamente las infamias, calumnias, los discursos y manifestaciones de odio, racismo, como un crimen de lesa humanidad, tal como sirve de ejemplo la actitud del gobierno de Alemania. 
En México, por ejemplo, el autodenominado FRENAA (Frente Nacional Anti AMLO) ha demostrado su propio vaciamiento ideológico y práctico con movilizaciones y carpas ausentes de militantes en el centro de la Ciudad.
Difícil panorama de ambas administraciones que, a pesar de sus errores y llamativa cautela, son las únicas instancias nacionales y populares de Nuestra América que triunfaron en las urnas legítimamente y que, sin embargo, no logran consolidarse ante la política de desgaste que representan sus opositores en una lucha sin cuartel, aprovechando para ellos mismos la coyuntura pandémica.  Su lema seguirá siendo "Que se mueran los que se tengan que morir", tal como twitteó el impresentable saqueador y ex presidente Mauricio Macri. 
Es evidente que los sueños colectivos jamás podrán conciliarse con aquellos que se manejan únicamente por aspiraciones individuales.
Los errores propios abonan en la erosión de los gobiernos populares, y los intentos destituyentes del neoliberalismo reaccionario, no deben subestimarse porque forman parte de un plan tan siniestro como premeditado. Por tal motivo la derecha reaccionaria no debe ser tomada como adversario político, sino como enemiga del pueblo y de los sectores más vulnerables.
 La historia reciente de nuestro continente, así lo determina.                                                                                                                                      

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