Por: RICARDO ROCHA
21 enero 2012
México está gordo, diabético y al borde del infarto. Y es que el gigantesco y creciente problema de la obesidad no es sólo de estética ni un hecho anecdótico sino el más grave desafío de salud pública. No es únicamente un tema de interés nacional. Es un asunto de Estado.
Por eso estremece e indigna la farsa protagonizada por los secretarios Bruno Ferrari de Economía, José Ángel Córdova de Salud y Alonso Lujambio de Educación Pública. A iniciativa del primero y con la absoluta complacencia y conveniencia de los otros, conspiraron todos para echar abajo la iniciativa de prohibir la venta de comida y bebidas chatarra en 220 mil escuelas primarias y secundarias de todo el país.
Los hechos y declaraciones recientes son no solamente una enorme y cínica desfachatez sino un vergonzante monumento a la mediocridad y la corrupción. Porque para nadie es un secreto que tenemos el alarmante primer lugar mundial en obesidad infantil y que esto se debe a la ingesta enfermiza de toda clase de porquerías como frituras, pastelitos y bebidas pintadas que consumen nuestros niños desproporcionadamente en las cooperativas escolares. Por eso, ante la alerta, el gobierno presionado por organizaciones de especialistas y la opinión pública, decidió elaborar una lista de 50 artículos básicos que podrían venderse en los centros educativos. Aunque usted no lo crea, en estos meses de “acercamientos” con los cuatro o cinco capos de nuestra industria “alimenticia”, la lista creció a 768 productos autorizados. Y lo peor, con una argucia que es una mentada de progenitora a la inteligencia: la aparición de pastelitos y papitas más chicos, las llamadas mini porciones, como si los chamacos no pudieran atascarse con dos o más bolsitas que los harán cada vez más gordos.


Por eso estremece que tres secretarios del actual gobierno hayan autorizado tantas atrocidades. Y si alguien cree que el segundo adjetivo es exagerado, dígame cómo calificar a quienes han accedido a quitarles 10 años de vida a nuestros niños.

Si somos lo que comemos, entonces seguiremos siendo un país de corruptos, agachados y por supuesto gordos.
Yo no sé el señor Ferrari, pero eso sí, el doctor Córdova y el maestro Lujambio tienen sus aspiraciones. El uno para gobernador de Guanajuato, el otro para mandar desde los merititos Pinos. Conste que dije aspiraciones y no merecimientos. De lo que no tengo duda es de que si llegan a estar en campaña, ya tendrán a quién estirarle la mano para decirle: “¡Recuérdame!”.
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