José Blanco
Parece que fue Brian Beutler, de Talking Points Memo, dice Krugman, el primero en usar la frase
Obama obtuvo una victoria pírrica. Había propuesto aumentar los
impuestos para quienes obtienen ingresos superiores a 250 mil dólares, y
hubo de aceptar que esa cifra se elevara a 450 mil. Al mismo tiempo no
aceptó disminuir el gasto en los programas Medicare (sanidad gratuita
para los jubilados) y Medicaid (sanidad para los pobres). Pero los
republicanos sólo admitieron una tregua de dos meses; después volverán
al alegato sobre un techo de la deuda que ya está rebasado. Pero el
riesgo que ven es a su vez una necedad. No habría problema alguno con
elevar ese techo, pues está en las atribuciones del Congreso hacerlo.
Los medios –por cierto– han dado noticias totalmente contradictorias
sobre la posición de Obama a este respecto.bomba de la austeridadpara referirse a lo que habría ocurrido en el último minuto de 2012, si los republicanos se hubieran aferrado a sus necedades. Es una expresión que Beutler encuentra mejor que la de
precipicio fiscal. Krugman hace su propia lectura: lo de
precipicio(cliff) hace que la gente imagine que se trata de un problema de déficit excesivos cuando, realmente, se trata del riesgo de que el déficit sea demasiado pequeño: el recorte del gasto y el aumento de los impuestos a los trabajadores dejando intacta fiscalmente a la opulencia habría resultado, ¡oh Perogrullo!, altamente destructivo en una economía deprimida.
Si los republicanos no elevan ese techo, habrá una
quiebra. El Departamento del Tesoro no tendrá con qué enfrentar sus pasivos. Todo, desde luego, no es algo que pertenezca al mundo de lo natural. La
quiebraocurriría como resultado de las reglas financieras que a sí mismos se han dado. Nada les impide cambiarlas, especialmente en una economía sumamente deprimida, que tiene mucho de dónde cortar en material fiscal, y un espacio inmenso de posibles inversiones contracíclicas. Pero los republicanos creen o quieren hacer creer a la población que en la medida en que la deuda pública se eleve, Estados Unidos se empobrecerá. Una falacia obvia. Un país no es una familia que, si se endeuda con una cara hipoteca, por ejemplo, verá reducido su flujo de ingresos para otros gastos: se empobrecerá. Eso no ocurre en el plano macroeconómico. Si la deuda se eleva, los bajos intereses que tienen que ser pagados en el futuro, representan un traslado de ingresos del conjunto de la sociedad a los dueños de la deuda. Un mecanismo más de concentración del ingreso en los ricos, pero Estados Unidos no será ni más ni menos rico. Puede ser más rico si logra restablecer el crecimiento sostenido. Eso ocurrió al final de la Segunda Guerra, con una deuda relativa mayor que la actual.
El aumento del techo de la deuda ahora podrá al menos mantener
el empleo. Las mayorías sí que empeorarán si el techo de la deuda no se
eleva, y los gastos se contraen. Así funciona el capitalismo: ahora hay
que escoger entre malo y peor.
El arreglo de Obama fue la programación de un siguiente
precipicio fiscalpara fines de febrero. Si no hay acuerdo para un plazo medio, habrá una fuerte desaceleración en la economía y una lucha política que podría terminar en la Corte Suprema de Estados Unidos.
Para el corto plazo, bajo las reglas establecidas por el capital
financiero y defendidas a muerte por los republicanos, no hay más
escenario que una crisis peor que la de 2007/2009, cuya salida para
Estados Unidos es imposible en los términos con que enfrentó la de esos
años. La debacle llegará de la mano de la debacle europea.
Una nueva era empezará, con gigantescas cantidades de capital
destruidas, e inmensos contingentes de humanos muertos de hambre,
literalmente hablando.
El 30 de diciembre, Krugman se puso sombrío: “La mayor parte de los
comentarios económicos que se leen en la prensa se centran en el corto
plazo: los efectos del precipicio fiscal sobre la recuperación
estadunidense, las tensiones a las que se ve sometido el euro y el
último intento de Japón de salir de la deflación. Esta atención es
comprensible, dado que una depresión mundial [sería irremediable]. Pero
nuestros apuros actuales se acabarán con el tiempo. ¿Qué sabemos de las
perspectivas para una prosperidad a largo plazo? La respuesta es: menos
de lo que pensamos…
Teniendo en cuenta lo poco que sabemos sobre el crecimiento a largo plazo, dar por hecho simplemente que el futuro se parecerá al pasado es una suposición natural. Por otra parte, si la desigualdad de ingresos sigue aumentando vertiginosamente, estamos ante un futuro distópico [antiutópico] en el que se producirá una guerra de clases, y no es algo que los organismos gubernamentales quieran plantearse. He ahí el tema.
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