MIGUEL ÁNGEL LUGO GALICIA
El calendario, en todos los meses del año, siempre entrecruza dos o más conmemoraciones en un mismo día y resulta, por ejemplo, que cuando nos referimos al 11 de septiembre tenemos en mente dos eventos: uno el atentado terrorista en Nueva York y el otro el golpe de estado en Chile.
El 19 de febrero tiene una problemática similar a nivel nacional. Tenemos la celebración simultánea del Día del Soldado o del Ejército y el aniversario luctuoso de la Mina Pasta de Conchos.
Habrá analistas que consideren más importante el llamado Día del Soldado. Cada quien sus preferencias, pero yo considero más importante destacar el aniversario luctuoso de Pasta de Conchos.
En la conmemoración del día del Soldado el nuevo secretario de Trabajo de Peña Nieto, Navarrete Prida, anunció la posible realización de un nuevo peritaje por parte de la PGR para determinar las causas del derrumbe de la mina.
Sobre todo, este nuevo
peritaje vendría a desmentir o a corroborar la versión que siempre sostuvo la STPS, cuando la presidía
Javier Lozano, de que el rescate de los mineros muertos es imposible por la
posibilidad de que los rescatistas sufran un accidente.
Qué bueno que haga
esta declaración Navarrete. Él y Ricardo García Cervantes han mostrado
disposición a investigar más sobre este lamentable caso y no cierran las
puertas como si lo hizo Lozano.
Pero no bastan las
buenas intenciones. Habrá que demostrar fehacientemente, con peritajes
nacionales y extranjeros, esa imposibilidad técnica de la que hablaron las
autoridades calderonistas.
La comparación con el
rescate de los mineros en Chile es inevitable, aunque el gobierno anterior a
Peña Nieto se adelantó a decir que es improcedente porque son condiciones
diferentes las de una mina de carbón y de una mina de cobre.
En palabras sencillas,
para hacer descartable la comparación ahora sí importa a las autoridades la
posibilidad de que una chispa pueda arder en los trabajos de rescate. Pero no
importaban las chispas cuando los mineros se metían o cuando trabajadores hacen
otras reparaciones, como en los cimientos del edificio de PEMEX.
Los inspectores de
trabajo, como lo testimonió el reporte de 2012 sobre Pasta de Conchos, de la Red de Organismos Civiles de
Derechos Humanos, también entraban a las minas con la posibilidad de explosión
o prendimiento de chispas.
Además, es difícil
sacar de la mente la expresión de un experto en accidentes y trabajos de
rescate, que dijo, al referirse a Pasta de Conchos, que “hay más riesgo de
trabajar en el subsuelo del Distrito Federal, en las obras del Metro, que en
las potenciales labores de rescate de los mineros muertos”
A mi entender, no hubo
una razón suficientemente explícita para no solicitar ayuda a los expertos en Chile. Si
mi memoria no falla, creo que ellos la ofrecieron.
He aquí un doloroso
capítulo del 19 de febrero que no se cerrará hasta que se haga efectivo el
derecho al duelo que tienen los familiares de los mineros muertos en Pasta de
Conchos.
La Corte Interamericana, en el caso de Efraín Bámaca
Velázquez, define el derecho al duelo en estos términos:
“es el cuidado de los
restos mortales de una persona como forma de observancia de la dignidad de la
persona humana” párrafo 81, sentencia de reparaciones del caso Bámaca, 22 de
febrero del 2002.
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