Pídaselo a San Judas: entrevista al Dr Elio Masferrer Kant
La Semana Santa no detiene en México DF la devoción al patrón de las causas imposibles
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video: http://elpais.com/sociedad/2013/03/30/actualidad/1364601060_614685.html
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Si usted se queda sin agua cruzando a pie el desierto de Sonora para
entrar en Estados Unidos, antes de que muera de sed, San Judas le pondrá
en su camino dos cactus llenos de agua para que pueda beber.
Si su madre tiene un cáncer de matriz, San Judas la curará.
Si está bajando una sierra en furgoneta y se queda sin frenos, San
Judas hará que se vaya contra la cuneta y que al rebotar hacia el otro
lado de la carretera su vehículo se quede parado justo al borde del
barranco.
Son tres testimonios ofrecidos este Jueves Santo en la iglesia de San Hipólito de México DF
por devotos de San Judas Tadeo, el santo de los milagros, una figura
apostólica que se ha convertido en un ídolo protector para las sufridas
clases populares de la capital.
El culto comenzó en Chicago,
cuando un cura de la orden claretiana (fundada el siglo XIX por el
español Antonio María Claret) instituyó a San Judas Tadeo como patrón de
la policía de esa ciudad. Ese mismo cura, en los años cincuenta, le
llevó la imagen del santo a los claretianos que dirigían San Hipólito. A partir de ahí, el prestigio milagrero de San Judas fue ligando cada vez más entre la gente necesitada del DF.
Los problemas del progreso urbano fueron el caldo de cultivo de la
pasión por San Judas. Según el antropólogo Elio Masferrer, presidente de
la Asociación Latinoamericana para el Estudio de las Religiones, en la
segunda mitad del siglo pasado hubo una explosión industrial y
demográfica en la capital que creó nuevas categorías sociales y nuevas
formas de religiosidad popular que la iglesia tradicional no supo
canalizar. En ese contexto, la figura de San Judas emergió como un santo
especializado en los apuros de la creciente clase baja urbana. Su oferta ganó rápido adeptos. En los años noventa ya era un ídolo religioso.
Este Jueves Santo cayó en día 28, la misma fecha en la que cada mes
se rinde culto a San Judas en la iglesia de San Hipólito con un carrusel
de misas por el que pasan decenas de miles de fieles con sus
peticiones. Los sacerdotes del templo, gente práctica, capaz de
conciliar las admoniciones doctrinales contra la idolatría con los
asuntos que se trae San Judas con sus devotos, combinaron sin problema
un día cumbre de la liturgia católica con el negociado de las causas
imposibles.
En la iglesia se repartieron volantes en los que se explicaba que
este día se celebraba (también) la Última Cena: “Este 28 de marzo
tenemos la gran oportunidad de seguir siendo iglesia y, sobre todo, de
unirnos con toda la Iglesia Católica”,
se leía en las hojas. Una interpretación conservadora del texto
redactado por los claretianos permite suponer que por ahora San Judas no
tiene intención de independizarse de Jesús con su grey de necesitados.
La primera misa de este jueves en San Hipólito se hizo a las cinco de
la mañana. Era noche cerrada y en la puerta había un hombre repartiendo
sándwiches de jamón y queso. Se llamaba Marcelino Martínez. Dijo que
todos los días 28 va a la iglesia de San Hipólito con 100 bocadillos de
regalo para agradecerle a San Judas que haya mediado con su empresa para
que lo trasladasen de las oficinas de Toluca a las de la capital, un cambio que le habían negado durante tres años.
A esa hora dentro del templo había poco más cien personas. Un señor
con una sudadera roja y un chico con bigote de pelusilla se acercaron a
una esquina del presbiterio y dejaron, al lado de un ventilador, una
figura de San Judas de medio metro de alto. El señor explicó que hace 11
años le asesinaron a un hermano, y que el difunto, fiel a San Judas, le
había dicho a la familia que si algún día faltaba él, tendrían que ser
ellos los que viniesen cada mes. El chico del bigote con pelusilla
permaneció callado.
San Judas, un santo barbudo con una llama de gloria sobre la frente,
es el patrón de los desamparados, y el templo de San Hipólito es una
iglesia con barra libre a los marginados.
En general sus fieles son gente humilde sin más característica
externa que la humildad, que en México es la piel morena, la ropa de
mercadillo (de tianguis, como dicen aquí), la mirada de sumisión al
entrar en la iglesia. Pero en particular se dice que uno de los
subgrupos que más se acerca al benéfico San Judas es el de los
delincuentes. En San Hipólito no se ponen filtros a la fe. Un sector
habitual son los adolescentes de barrio pobre que entremezclan la
adoración a San Judas con el hábito de inhalar pegamento. Hasta lo hacen
dentro de la iglesia.
Un suboficial de policía que estaba este jueves afuera del templo en
labores de vigilancia criticó que a veces han pasado adentro para echar a
algunos jóvenes fieles drogados y que los propios sacerdotes se lo han
impedido. “Esto no tiene nada de raro”, defiende Óscar Rodríguez, uno de
los padres claretianos; “también a Cristo los fariseos lo criticaban
por comer con los ladrones y con las prostitutas. Decían ‘ese cuate está endemoniado”. San Judas solo puede ser San Judas si en él caben todas las categorías de la desgracia.
Para miles de mexicanos, el culto a este apóstol es irrenunciable. No
debe pasar un solo día 28 sin adorarlo en su templo. No importa que sea
Semana Santa.
No importa que sea Jueves Santo. Si es necesario recordar la Última
Cena de Jesús, que sea con una figura de San Judas sobre la mesa.
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