Pensiones en quiebra son una bomba de tiempo
Enrique Galván Ochoa/Dinero
Enrique Galván Ochoa/Dinero
Si el gobierno fuera una empresa privada no sería fácil hallar a
alguien que se interesara en comprarla. La docena trágica de
Vicente Calderónlo dejó financieramente maltrecho. La Secretaría de Hacienda acaba de informar sobre el estado de la deuda pública. La interna suma 3 billones 705 mil millones de pesos, y la externa, 124.8 mil millones de dólares. Son cifras al corte del último día de febrero de este año. Este dato ya es por sí solo intimidante, pero no representa el pasivo total. Hay una deuda oculta de 17 billones de pesos, equivalente a 104 por ciento del producto interno bruto (PIB), aproximadamente. ¿De qué se trata? Son los sistemas de pensiones, incluyendo los del IMSS y del Issste, que están en quiebra, de acuerdo con los estudios que han realizado dos expertos: Francisco Miguel Aguirre, autor del libro Pensiones… ¿Y con qué?, y Pedro Vásquez Colmenares Guzmán, autor de la obra Pensiones en México, la próxima crisis. La comisión nacional anticorrupción debería inaugurar sus tareas con una investigación sobre el origen y la forma como se ha manejado el fabuloso endeudamiento. Sin embargo, en aras de la privatización de Pemex, el nuevo gobierno prefirió evitar una confrontación con la administración saliente –necesita el apoyo del PAN– y está asumiendo la responsabilidad sin dar cuentas a la opinión pública. Deberá pagar una factura muy alta, y tal vez doble. Por un lado, le tocará encarar la irritación de la gente cuando tenga que subir impuestos para rescatar los sistemas de pensiones. Y por otro, deberá vencer la resistencia del sector nacionalista de la población que se opone a la entrega del petróleo a compañías privadas, extranjeras y nacionales. Y a los políticos que buscarán su provecho personal.
¿De qué se queja esa
opinión pública? Pues de la privatización,
rescatey posterior extranjerización de la banca (con comisiones e intereses descomunales, que sólo saquea y ha dejado para mejor ocasión el fomento del crecimiento económico de México), las telecomunicaciones (elevadísimas tarifas y pésimo servicio), las carreteras (que más tardan en construirse que en rescatarse con recursos del Estado), de los ferrocarriles (que sólo sirvió para armar un monopolio privado, el de Germán Larrea, y dejar a millones sin transporte), de la electricidad (parcial pero ascendente, con abultadísimas y crecientes facturas) y, en fin, de las líneas aéreas, los aeropuertos, los fertilizantes, el acero, la petroquímica, la minería y tantos otros renglones de la actividad económica, para que al final de cuentas el país se mantenga en la lona, los barones en la luna y el FMI en la tristeza.
Misterios inexplicables-Fisgón
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