EN CORTO
José Luis Avendaño C.
Deshacer la política
No debería ser, pero existe una contradicción entre lo económico y lo social, mediada por la historia.
Con
la imposición del modelo neoliberal en México, en diciembre de 1982, se
acentuó la importancia de la política social. Usualmente, ésta (PS) es
la continuación y resultado de la política económica (PE), generadora de
crecimiento económico y empleo. En cambio, a partir de entonces, hay un
desfase o una desconexión de ambas, como la existe entre la economía de
papel o virtual –del mercado bursátil— y la economía real o productiva.
Con la PS, el casi privatizado Estado tiene que paliar los efectos
perversos y dañinos de la PE, que dicta, precisamente, el Estado mínimo y, por lo tanto, la reducción y reorientación del gasto social, así como la austeridad como norma, focalizado en la
pobreza.
El fenómeno es curioso: con la PS se dan migajas con lo que la PE no da o quita,
que es el empleo. Por eso, como dice Eduardo Galeano, “vale la pena
advertir que hoy por hoy no hay nada más inseguro que el trabajo. Cada vez son más los trabajadores que despiertan, cada día, preguntando:
“—¿Cuántos sobraremos? ¿Quién me comprará?”
En
el caso de México, la pobreza cobró carta de naturalización, y de una
realidad cotidiana pasó a ser objeto de estudios sofisticados, en cuanto
a diagnóstico y clasificación, hasta llegar al grado de crear una cruzada contra el hambre, término que se había escondido por mucho tiempo debajo del tapete. De repente descubrimos que no solamente hay pobreza, sino hambre, pero más que nada malnutrición. Producto de más de un sexenio o de un partido político, sino de un modelo económico excluyente por naturaleza.
En los últimos sexenios, el crecimiento económico ha sido errático, y en todo caso concentrado en unas cuantas ramas y empresas, con lo que, en medio de la crisis, se ha fortalecido a una oligarquía.
Como dice Armando Bartra, el crecimiento no debe ser el fin, sino el
medio. Y aquí es donde se conectan PE y PS: el fin último del
crecimiento es el bienestar y, si se quiere emplear un concepto más actual –producto de los movimientos del sur del continente—, el buen vivir.
“Pero
ningún indicador de desarrollo puede suplantar el fervor colectivo que
supone la multitudinaria construcción de la historia emprendida por los
pueblos, ni puede ser dirigida por los tecnócratas del costo-beneficio
la solidaria edificación material y espiritual de nuevas civilizaciones.
No hay matrices insumo-producto que tengan como out-put la
felicidad y el buen vivir”. Un espacio “donde la economía se tenga
presente pero no se imponga sobre la sociedad, donde las cosas no se
monten sobre las personas…”
En Europa es donde más se resiente la crisis. Lo malo es que las medidas de austeridad impuestas,
agravan la situación. En España, ya hay más de seis millones de
desempleados, 77.1 por ciento de la Población Económicamente Activa (en
edad de trabajar), y que afecta a seis de cada 10 jóvenes. Lo peor es
que el gobierno conservador de Mariano Rajoy advierte que no se crearán
empleos hasta 2016. ¿Mientras tanto, qué harán los indignados?
En Estados Unidos, más que la pobreza, el debate se centra en la desigualdad, denunciada por el movimiento Ocuppy (Ocupa) Wall Street. En particular, después de a partir de 2009 el rescate con dinero público sólo alcanzó a los ejecutivos de los bancos y las empresas en problemas, que obtuvieron jugosas bonificaciones.
La página de Democracy Now! (24-4-2013) reporta que la desigualdad en EU se ha ensanchado después
de la recesión de 2008: el ingreso del siete por ciento de los hogares
más ricos creció 28 por ciento, mientras que el ingreso del resto del 93
por ciento de los hogares, se ha estancado; así la brecha entre estos
dos grupos (el 7 y 93 por ciento de la población) aumentó de 18 veces en
2009 a 24 veces en 2011.
Allí,
los únicos que salieron a manifestarse el 1 de Mayo, Día Internacional
del Trabajo, fueron los trabajadores migrantes –ocupados y desocupados,
legales e indocumentados—, en esta tierra de migrantes, pues en
Estados Unidos se conmemora el primer lunes de septiembre, siendo que el
1 de mayo de 1886 en Chicago hubo protestas en pro de la jornada de
ocho horas, que fueron reprimidas, y sus líderes detenidos y condenados a
la horca.
En un mundo dominado por la precariedad, tenemos crisis para rato.
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