En el Ciclo "Conversaciones musicales" A lo largo de varias sesiones
especialistas expondrán al público cada género, mientras un grupo
ejecutará piezas alusivas.
Se trata de un ejercicio que tendrá lugar el último viernes de cada
mes en la calle Córdoba, en el N° 47, de la colonia Roma, a las 17:00
horas.
“Un reencuentro con nuestras músicas en la Ciudad de México”, porque cualquier habitante del DF se ha topado con la música
tradicional, con grupos jarochos, huastecos o un mariachi, pero también
con expresiones como la “música de protesta”, canto nuevo, folclor
latinoamericano, cumbia, ballenato, danzones, mambo, rock, blues o hip
hop, que son géneros de raigambre popular. “La dinámica va a ser muy sencilla, se comenzará con un especialista de
primer nivel que va a introducir al público en las particularidades y
orígenes de cada género musical, sea éste el rock o los valses de
Austria, y después participará un grupo musical para mostrar ejemplos
del género que se trate”.
PROGRAMACIÓN
Abril 26:
El fandango: La fiesta de todos
Mayo 31:
El danzón en México
Junio 28:
¿Existe la música prehispánica?
Julio 26:
Tocaba D. Melesio admirablemente la guitarra de siete órdenes: el resurgimiento
escénico de la hoy extinta Guitarra Séptima Mexicana con base en impresos y manuscritos
históricos del siglo XIX de la ciudad de México
Agosto 30:
Lo rupestre, la trova, el blues y el rap: identidades musicales urbanas
Octubre 25:
Los valses de la Roma durante el Porfiriato
Noviembre 29:
La canción zapoteca istmeña
Diciembre 20:
Chilenas de la Costa Chica
La existencia de la música prehispánica se fundamenta en la
evidencia arqueológica de instrumentos utilizados por antiguas culturas,
pero también en el uso de diversas escalas tonales y no sólo la
pentatónica (de cinco tonos) que, “podemos afirmar, los antiguos
pobladores de México conocieron y aplicaron”, destacó el investigador
Felipe Flores Gamboa, quien participará en el ciclo Conversaciones
Musicales, organizado por la Fonoteca del Instituto Nacional de
Antropología e Historia (INAH).
Con el título ¿Existe la música prehispánica?, el viernes 28 de junio
se llevará a cabo la tercera sesión de dicha actividad, donde también
participará el especialista Alfonso García Garibay, de la Facultad de
Filosofía y Letras de la UNAM, y el grupo musical Texkayólotl.
Flores Gamboa, investigador de la Fonoteca del INAH, explicó que con
un rango de antigüedad que va de 3,500 a.C. hasta varios decenios
después de la Conquista, los instrumentos prehispánicos que se conocen y
que se conservan como piezas de museo pertenecieron a las culturas
maya, mixteca, zapoteca, purépecha, olmeca, totonaca, mexica y antiguos
grupos del noroeste.
El especialista argumentó que la música prehispánica no era sólo
pentatónica (escala musical de cinco tonos con ausencia de semitonos),
como se creía hasta hace algunos años, pues “actualmente sabemos que
manejaban una escala diatónica, la polifonía y microtonía, lo cual
comprendía distintas familias de instrumentos; tenían la flauta
transversal y diferentes cuerdas e intuyeron conceptos como el ruido
rosa (que desciende 3 decibeles por octava)”.
A partir de la arqueología y etnomusicología, explicó, ahora es
posible conocer la sonoridad de instrumentos tan variados como silbatos,
ocarinas, flautas, huéhuetl, palo de lluvia, caracoles, teponaztli,
corta vientos, ollas y marimba de piedra, entre otros.
Felipe Flores comentó que, aunque no es posible saber exactamente
cómo sonó la música prehispánica, a partir de investigaciones de
etnomusicología se ha podido intuir su sonoridad gracias a las
expresiones autóctonas, las cuales han sobrevivido por cerca de 500
años, como parte de algunas festividades y ritos de Oaxaca, del
Totonacapan y de la península de Yucatán. “Así como han persistido la
lengua y los usos y costumbres de nuestros pueblos indígenas, también ha
perdurado la música, pero mezclada con la cultura occidental”, refirió.
Ejemplificó que en la Sala Maya del Museo Nacional de Antropología hay una flauta triple de barro, que emite tonos y semitonos.
También los arqueólogos hallaron en Veracruz otro instrumento de este
tipo, de filiación totonaca y que data del periodo Clásico Superior
(entre 500 y 800 d.C.), el cual, en lugar de agujeros para obturarse y
tocar un tono específico, tiene un émbolo dentro, lo que permite tocar
cromatismos o glissandos.
En el vasto universo de los instrumentos prehispánicos “hay flautas
de carrizo (ácatl, en náhuatl), que en vez de agujero, tienen ranuras o
canales, lo que permite el microtonalismo (que utiliza intervalos
musicales menores que un semitono). Cabe destacar que en la música
occidental, Julián Carrillo, a finales del siglo XIX, propuso la
utilización de microtonos”.
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