Diario de Navarra GABRIEL ASENJO.. PAMPLONA. Viernes, 11 de febrero de 2011 - 04:00 h.
Nacido
en Vannes (Francia) hace 70 años, ante un público que le escuchaba
sentado hasta en los pasillos de acceso al salón de actos del Colegio
Mayor Larraona de Pamplona, subrayaba ayer noche que el actual ritmo de
crecimiento económico mundial es tan insostenible como el deterioro y la
falta de recursos en el planeta.
Invitado por el colectivo Dale Vuelta-Bira Beste Aldera, y bajo el título de su conferencia El decrecimiento, ¿una alternativa al capitalismo?, reclamó que la sociedad establezca una autolimitación de su consumo y
de la explotación medioambiental. Desde su punto de vista no se trata
de plantear una involución sino acoplar la velocidad de gasto de los
recursos naturales con su regeneración.
Especialista en relaciones económicas Norte / Sur, premio europeo
Amalfi de sociología y ciencias sociales, su movimiento decrecentista,
nacido en los años 70 y extendido en Francia, defiende la sobriedad en
la vida y la preservación de los recursos naturales antes de su
agotamiento. A su juicio, si el decrecimiento no es controlado "el
decrecimiento que ya estamos experimentando" será consecuencia del
hundimiento de una forma de capitalismo insostenible, y además será
desmesurado y traumático.
Una bomba semántica. Afirma Serge Latouche que el término
decrecimiento es un eslogan, "una bomba semántica provocada para
contrarrestar la intoxicación del llamado desarrollo sostenible", una
forma de pensamiento, la sostenibilidad, extendida por el economicismo
liberal de los años ochenta, y que propicia pagar por todo, "por
ejemplo, en el caso del trigo, obliga a pagar por los excedentes, por su
almacenamiento y también hay que pagar por destruir los sobrantes".
"Deberíamos hablar de A-crecimiento", dijo como una invitación hacia la
reflexión sobre nuestro estilo de vida, incluso sobre la exhibición de
los superfluo y el enriquecimiento desmesurado.
Desde su punto de vista"vivimos fagotizados por la economía de la
acumulación que conlleva a la frustración y a querer lo que no tenemos y
ni necesitamos", lo cual, afirma, conduce a estados de infelicidad.
"Hemos detectado un aumento de suicidios en Francia en niños", agregó,
para aludir más adelante a la concesión por parte de los bancos de
créditos al consumo a personas sin sueldo y patrimonio como sucedió en
Estados Unidos en el inicio de la crisis económica mundial. Para el
profesor Latouche, "la gente feliz no suele consumir".
Sus números como economista aseguran que le dan la razón: cada año
hay más habitantes en el planeta a la vez que disminuyen los recursos,
sin olvidar que consumir significa producir residuos y que el impacto
ambiental de un español equivale a 2,2 hectáreas, y que cada año se
consumen 15 millones de hectáreas de bosque "esenciales para la vida".
"Y si vivimos a este ritmo es porque África lo permite", subrayó. Para
el profesor Latouche, cual cualquier tipo de escasez, alimentaria o de
petróleo, conducirá a la pobreza de la mayoría y al mayor
enriquecimiento de las minorías representadas en la grandes compañías
petroleras o agroalimentarias.
Trabajar menos y producir de forma inteligente. Tachado por sus
detractores de ingenuo, postuló trabajar menos y repartir el empleo,
pero trabajar menos para vivir y cultivar más la vida, insistió. Desde
un proyecto que calificó como "ecosocialista", además de consumir menos,
la sociedad debería consumir mejor, para lo cual propuso producir cerca
de donde se vive y de forma ecológica para evitar que por cualquier
puesto fronterizo entre España y Francia circulen hasta 4.000 camiones a
la semana "con tomates de Andalucía cruzándose con tomates holandeses".
Finalizó con una alabanza al estoicismo representado en España por
Séneca: "No se obtiene la felicidad si no podemos limitar nuestros
deseos y necesidades".
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