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sábado, 5 de octubre de 2013

Cuando un joven comunica a sus padres la decisión de hacerse maestro, dedicado a los profes #CNTE

Ocurre que de tanto en tanto, en el calor de un humilde hogar, un joven comunica a sus padres la decisión de hacerse maestro. Éstos intentarán disuadirlo con mil razones: le hablarán de la remuneración irrisoria, de las fatigantes jornadas que se prolongan en casa hasta altas horas de la noche, corrigiendo trabajos y preparando clases; le dirán quizás que su carácter apacible sufrirá un agriamiento progresivo de tanto tener que lidiar con muchachos incorregibles, le dirán esto y aquello buscando que cambie de parecer.
Pero ya el joven anda con un libro bajo el brazo (quizás Pedagogía del oprimido, de Paulo Freire) y su madre recuerda que desde niño ha sentido compasión por los débiles y que hay en él una indeclinable vocación por compartir con los demás lo que va aprendiendo de tanto hurgar en los libros y la realidad. Por añadidura, lo apasiona el saber, se amiga y encariña con las palabras y, al igual que aquel poeta, al verse de sus libros rodeado no anhela mayor riqueza ni mejor estado.
Vanos serán entonces todos los intentos por hacerle echar un pie atrás en su resolución: se hará maestro, y atenderá así el llamado de su corazón, pues las demás voces que se levantan a su paso le parecen apenas cantos de sirena que no podrían extraviarle de lo que considera es más que un destino. Y en lo más profundo de su alma, sentirá que solo frente a sus discípulos es  posible la realización de sus sueños.
Aunque otros oficios lo puedan llevar a vivir en la comodidad de un palacio, él siempre buscará estar en medio del calor humano de los salones de clase y éstos, sin importar en que latitud se levanten, serán el escenario en que su alma se engrandece.

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