Es momento de que levantemos la voz y le insistamos a los diputados
en que la finalidad de esta reforma tendría que ser la ampliación de
nuestros derechos políticos y la certeza para ejercerlos plenamente. Si
la reforma política se queda como está, los ciudadanos habremos perdido
una vez más esa oportunidad.
PIJAMASURF Hace
una semana convocaron a los senadores de la Comisión de puntos
constitucionales a discutir y votar la reforma política de este año (ya
no es LA reforma, sino una más). Lo supimos porque el senador Javier
Corral, del PAN, se quejaba de que la convocatoria era de última hora y
no tenía conocimiento del sentido del dictamen. El PRD había anunciado
que se ausentaría de cualquier discusión. La sesión se pospuso y
finalmente se votó un dictamen sin avance en la regulación secundaria
para los mecanismos de participación ciudadana. Además lanzaba
propuestas que aparentemente innovaban, pero que en realidad resultaron
sólo maquetas de lo que debía ser la reconstrucción seria de un sistema
sólido de democracia participativa. Cuando se votó en el pleno, el
panorama no mejoró demasiado.
Incorporaron en la reforma el
otorgamiento de autonomía a la Procuraduría General de la República y
prometen transformarla en una fiscalía que mantenga distancia sana del
poder ejecutivo; asunto que no necesariamente tenía que ser planteado en
este contexto y del que no me voy a ocupar. Por otro lado, sin atender
ninguna de las observaciones, sugerencias y hasta advertencias de los
especialistas electorales, los senadores se aventaron a dar por cerrada
la figura del Instituto Federal Electoral para transformarlo en un
Instituto Nacional que contará ahora con dos consejeros más y una
cantidad de facultades que complicará las próximas elecciones. Aquí lo
que podemos perder los ciudadanos es certeza. Lo dijimos muchos
y varias veces: el problema de la injerencia de los gobernadores sobre
algunos institutos electorales locales no se resuelve así. Será un
sistema electoral que no ahorre demasiados recursos y que se tendrá que
reinventar a pesar de que daba resultados.
No
obstante que el 9 de agosto venció el plazo para que los legisladores
nos entregaran las reglas del juego con las que funcionarán las
candidaturas independientes, la consulta popular y la iniciativa
ciudadana, dejaron esta obligación aventada en algún cajón. En esta
reforma que toca párrafos de la Constitución se hace vinculante la
figura de la consulta popular, lo que implicará que si más del 50% de la
población toma una decisión pública en las urnas, esta tendrá que
aceptarse. Sin embargo, nos quedamos con las ganas de saber cómo
funcionará, lo mismo que con la iniciativa ciudadana, que requiere un
espacio obligatorio para que una vez entregada por los ciudadanos deba,
ser discutida en alguna de las dos cámaras. Sin regulación, estas tres
figuras son sólo promesas en el aire. Así que los ciudadanos perdimos
nuevamente la oportunidad de tener claridad sobre la operación de estos
mecanismos de participación, hasta que les plazca regularlos.
Otra pérdida importante es el efecto de
rendición de cuentas que se buscaba al impulsar la reelección de
legisladores y de alcaldes. Cuando promovimos la reelección desde la
Asamblea Nacional Ciudadana (2009- 2011) y después desde Reforma Polítca
YA (2012), insistíamos que su principal valor agregado era depositar en
el ciudadano la decisión de que una autoridad continuara en el cargo y
premiarlo por su buen desempeño. Con esto, los legisladores y alcaldes
estaban obligados a mantener informados y en constante comunicación con
su electorado. Ahora, esta ocurrencia de los senadores hace que la
reelección dependa, en primera instancia, de que el partido decida si el
candidato es merecedor o no de ella. No hay que pensarle mucho. ¿A
quién rendirán cuentas entonces? ¿Con quién tiene que quedar bien aquel
que quiera reelegirse? Pues sí, con los dirigentes de los partidos. Más
poder para ellos y menos para nosotros.
Un
punto más que resulta preocupante es el incremento al porcentaje de
votos que requerirá un partido para mantener su registro. En efecto: los
partidos que hay no nos satisfacen, sobre todo los pequeños que carecen
de propuestas propias y que viven haciendo alianzas electorales y
legislativas con los grandotes. Pero impedir que existan nuevas fuerzas
políticas organizadas y con derecho a competir mediante un requisito tan
alto, cierra definitivamente la oferta y concentra el poder en los
mismos de siempre. Y es que les resulta más conveniente cerrar el
sistema de partidos que trabajar en una Ley que promueva la formación de
organismos con propuestas sólidas, estructuras no clientelares y que no
abusen de los recursos públicos. Prometen los senadores que en abril
publicarán la Ley de partidos. Si sucede como con la regulación
secundaria de la reforma pasada, sabemos que no cumplirán el plazo.
En fin, ahora la reforma tendrá que ser
votada en la Cámara de Diputados y corre el peligro de pasar sin
modificación alguna. En el senado fue votada por todos los panistas,
priístas y gran parte de los perredistas. Es momento de que levantemos
la voz y le insistamos a los diputados en que la finalidad de esta
reforma tendría que ser la ampliación de nuestros derechos políticos y
la certeza para ejercerlos plenamente. Si la reforma política se queda
como está, los ciudadanos habremos perdido una vez más esa oportunidad.
Twitter de la autora: @maiteazuela
Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad del
autor y no necesariamente reflejan la posición de Pijama Surf al
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