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viernes, 13 de junio de 2014

El bullying o “agarrar al toro por los cuernos”

José Luis Avendaño C.
Dentro del clima de violencia que se vive en el país en las últimas dos décadas, se agrega, desde hace unos meses, el llamado bullying entre los estudiantes, que como se refiere a la figura del toro y su embestida, se traduce como acoso escolar.
 
Este acoso, que tiene varios niveles, desde poner un apodo hasta los diferentes grados de violencia física, hasta el asesinato, es tan antiguo, como la escuela misma. Aquí se expresa un cierto dominio y poder de uno o unos sobre otro grupo, como reflejo de la escala de valores que se aprende en la estructura familiar, y donde los medios (ahora potenciados por las nuevas tecnologías), moldean hábitos y comportamientos. Es la necesidad que se tiene de reconocerse parte de un grupo e identificarse como tal.
 
En las recientes semanas, se han conocido casos extremos de acoso, que han terminado en la muerte de alguno de los acosados, que se suma o, como afirmó el rector de la UNAM, es parte del clima de violencia que vive México desde hace tiempo. Así, el bullying es, ya, un problema de seguridad pública, como símbolo de la descomposición social que se vive a varios niveles, comenzando, precisamente, con la familia y la escuela.
 
Es un problema que, si bien nace en el seno de la familia –cuya estructura ya no es la tradicional: ambos padres e hijos—, se manifiesta y reproduce, con intensidad, en la escuela, incluido el nivel superior, de cara al ámbito profesional y de trabajo.
 
Pero, ¿qué pasa cuando las condiciones de vida y/o trabajo impiden una mejor integración familiar y, al contrario, se constituyen un factor de desintegración social? Los bajos salarios, que obligan a buscar otra chamba, y a otros miembros de la familia a ocuparse en lo que sea, contribuyen a este clima de inestabilidad e inseguridad. De aquí a la violencia –como víctima o victimario—, sólo hay un paso.
Es curioso que, a tres años de que se incorporó el tema de los derechos humanos en el artículo 3ro. Constitucional, vinculando educación y derechos humanos, a fin de que sean incorporados en las materias de educación cívica y de Ética, se haya agudizado el aspecto del acoso escolar. Comenzando por el hecho de que 2.3 millones de niños de entre cuatro y 14 años de edad no asisten a la escuela, que debiera ser un derecho. Un sistema o modelo escolar, en el que 20 de cada cien escuelas no cuenta con instalaciones sanitarias.
No por nada, Althusser puso al mismo nivel a la escuela y a la televisión (los medios, en general, potenciados por las nuevas tecnologías, como el internet), llamándoles aparatos ideológicos de Estado, que se encargan de transmitir e internalizar en el individuo la ideología de la clase dominante, haciéndola pasar por el interés general o nacional, con lo que nos convertimos, inconscientemente, en seres desclasados. Lo estamos viendo, hoy, en Brasil, donde un balón que rueda desplaza a lo que ocurre en las calles, convertidas, éstas, en escenario de carnaval.
 
Por eso, nuestro o mi concepto de bullying, como el de (in)seguridad, es mucho más amplio, y comprende, prácticamente, todo tipo de violencia: desde la estrictamente personal o individual y familiar o de grupo, hasta la económica, generada por la aplicación de un modelo económico excluyente, a través de políticas y programas que inciden en el bienestar de la gente, o de la gran mayoría. El resultado es que tales políticas generan mayor exclusión y violencia.
 
Las autoridades han tomado nota de la gravedad del asunto y han decidido “agarrar el toro por los cuernos”, al empezar una campaña de sensibilización. Sin olvidar que la raíz del problema es cultural o, si se quiere, de cultura económica (hoy, en los 80 años de la editorial del mismo nombre, que dio a conocer, en español, a Marx, quien mucho tiene que decirnos acerca de la enajenación y la violencia económica).  
 
En estas andamos, ya se sabe que lo último o lo más difícil de cambiar son las costumbres, hacia un nuevo referente cultural, en que la solidaridad –como valor sustituya la competencia, como signo, ésta, de aniquilamiento social. Todavía estamos a tiempo. 
joseluis_avendano@yahoo.com.mx

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