Javier Esteinou Madrid**
IberoPublicaciones
El poder real que
ha conquistado la televisión mexicana sobre los campos de conciencia de los
diversos auditorios nacionales, a largo plazo, ha producido en el país
múltiples fenómenos culturales de diverso signo, entre los cuales destaca, en
sentido negativo, la generación de diversas clases de violencia sobre los
telespectadores. Violencia o bullying virtual entendido como la agresión
simbólica, directa o indirecta, que un emisor produce sobre el psiquismo, el
sistema emocional y la conciencia de los receptores bajo diversas modalidades
comunicativas.
Dentro de este
fenómeno destaca de manera sobresaliente el ejercicio de la violencia simbólica
o bullying mediático que se caracteriza por la exposición de una enorme gama de
programas o escenas agresivas que contribuyen a crear un clima favorable para
la expansión de la violencia psíquica y física al interior de otros ámbitos de
la sociedad. Así, por ejemplo, por una parte, en México “al concluir la primaria
un niño habrá observado en la pantalla alrededor de 8,000 asesinatos y 100,000
actos de violencia, una violencia que muchas veces podrá pasar desapercibida,
pero que marca la vida de las personas y también de la comunidad”1; y por otra
parte, al terminar la enseñanza secundaria un joven normal habrá pasado frente
al televisor el doble del tiempo del que mantuvo como asistencia a la escuela,
o sea nueve años. En dicho lapso su cerebro habrá registrado las imágenes de
aproximadamente 150,000 episodios violentos y unas 25,000 muertes2.
En ese conjunto de
exposiciones mediáticas un enorme porcentaje de los mensajes se dirigen con una
fuerte carga agresiva hacia los niños con el fin de cautivar su atención. Por
ejemplo, a través del segmento de las caricaturas los niños están expuestos a
582 actos de violencia a la semana, de los cuales 252 mensajes (43%)
corresponden a la presentación de muertes por agresión. Es decir, un promedio
de exposición de 58 actos violentos por hora. Esto propicia en los pequeños la
generación de emociones, pensamientos y conductas antisociales que repercuten
en el ámbito escolar y familiar a través de la descarga de sentimientos de
intolerancia, odio y discriminación hacia el contexto que los rodea3.
Incluso dicha
realidad se ha incrementado en otros países al grado que en los Estados Unidos
se calcula que actualmente los chicos están expuestos a más de 40,000
comerciales anuales y las imágenes violentas aparecen a razón de 25 veces por
hora4. En Argentina se ha constatado que, al llegar a los 15 años, los
adolescentes ya vieron medio millón de comerciales por televisión con su
respectiva carga de fantasía o agresión dosificada5.
Dentro de este
marco socializante y de penetración de las industrias culturales electrónicas,
especialmente en la población infantil, debemos considerar que los factores
principales que determinan la recepción televisiva en los niños son su
habilidad cognitiva, su proceso de maduración psicoemocional y el ambiente que
los rodea. Frente a estos factores es importante contemplar que especialistas
de la Asociación Americana de Psicología, en la Universidad de Nebraska, demostraron que “es hasta los
ocho años de edad cuando un pequeño apenas alcanza la capacidad de formarse un
filtro cognitivo elemental de conocimientos o escepticismo que le permite
automáticamente poner distancia del mensaje que recibe. Mediante ello, puede
entonces diferenciar entre el contenido del mensaje que se transmite y la
intención con la que el emisor la realiza; pero no obstante que ya se cuente
con dicha facultad, esto no significa que necesariamente los receptores
apliquen dicho sentido crítico o evaluativo sobre la información”6.
La tendencia
creciente del bullying mediático cobra mayor preocupación social cuando sabemos
que “en los primeros años de vida, los chicos están muy centrados en sí mismos
y eso les genera muchas dificultades para ubicarse en la perspectiva del otro y
ejercer distinciones. Así, desde las pantallas de televisión, instaladas cada
vez más, en sus habitaciones, los pequeños reciben pasivamente múltiples
informaciones que son incapaces de filtrar racional y críticamente, y a las que
se adhieren con entusiasmo.
Dicha incapacidad para diferenciarse de los otros los ubica en una posición particularmente frágil ante los mensajes de los medios electrónicos, particularmente, de la televisión, y los convierte en un objetivo de consumo indiscriminado muy codiciado para las empresas audiovisuales. Esta realidad es más delicada cuando los productos que se promueven van asociados con una estrategia de seducción virtual que promueve hábitos de salud nocivos, como el consumo de tabaco, alcohol, servicios para adelgazar o actitudes agresivas”7.
Dicha incapacidad para diferenciarse de los otros los ubica en una posición particularmente frágil ante los mensajes de los medios electrónicos, particularmente, de la televisión, y los convierte en un objetivo de consumo indiscriminado muy codiciado para las empresas audiovisuales. Esta realidad es más delicada cuando los productos que se promueven van asociados con una estrategia de seducción virtual que promueve hábitos de salud nocivos, como el consumo de tabaco, alcohol, servicios para adelgazar o actitudes agresivas”7.
Por otra parte, hay
que considerar que “el impacto mental que el crimen televisado provoca en cualquier
espectador, constituye una simulación peligrosa. Los adultos se pueden defender
más de estas fantasías por su experiencia de vida acumulada y su desarrollo
crítico alcanzado, pero los niños y los jóvenes, dan por hecho, por ejemplo,
que un fuerte garrotazo en la cabeza de un contrincante le hace caer de forma
muy chistosa y además se repone fácilmente del dolor. Por ello, es necesario
que la escuela y los padres eduquen a los hijos frente a este tipo de
alteraciones de la realidad. Deben explicarles, por ejemplo, que un golpe en la
cabeza de cualquier ser humano puede provocarle un daño irreparable. Que el
respeto a la integridad física de los demás es un deber fundamental y que la
violencia es el estado más deplorable de la conducta humana”8.
La presencia
intensiva del prototipo de información violenta basada en el bullying mediático
dio origen en México al modelo de “Televisión Vampiro” para generar ratings que
alimentan constantemente la programación de sus pantallas con series y escenas
altamente violentas, sangrientas y sádicas que impulsan la exposición de la
crueldad y lo morboso con el fin de atraer espectadores. Entre los principales
programas que han impulsado tal modelo figuran “Duro y Directo”,“Ciudad
Desnuda”,“Fuera de la Ley”,“Visión Urbana”, “Toma Libre” y “Metrópoli”. Dicho
género audiovisual llegó a tales excesos que provocó diversas protestas y
malestares comunitarios obligando a ser retirados provisionalmente por el gobierno y los publicistas, pero,
posteriormente, fue nuevamente reactualizado con otras series más ligeras pero
bajo el mismo modelo televisivo como “Planeta Salvaje”, “Anatomía del
Desastre”, “Lo Insólito”,“La Ley y el Orden”,“Primer Impacto”, etcétera.
En este sentido, la
programación comercial televisiva en México está “compuesta, cada vez más, por
la difusión de la telebasura, caracterizada por la presencia del morbo, la
agresión, el sensacionalismo y el escándalo, como palancas de atracción de audiencia”9.
Esta situación cobra especial relevancia cuando recientemente en la Cámara de
Diputados “la presión de las televisoras, a través de sus diputados en la
telebancada, evitó que la reforma a la Ley Federal de Radio y Televisión
prohibiera la transmisión de programas con contenidos que promovieran
estereotipos de género y la emisión de propaganda o anuncios de servicios
sexuales. Solamente admitió definir que las empresas de radio y televisión
evitaran la difusión de contenidos discriminatorios”10.
Frente a este horizonte debemos tener
presente que en los países altamente industrializados se ha comprobado que en
la medida en que aumenta la exposición colectiva de suicidios en las imágenes
televisivas, también se eleva el porcentaje de suicidios entre jóvenes y niños
de las comunidades humanas; o en la medida en que se incrementan las
exposiciones masivas de contenidos con violaciones sexuales hacia el sector
femenino, se expande en la sociedad las agresiones sexuales contra las mujeres.
Ante esta atmósfera
violenta que se genera a través del bullying mediático como una forma moderna
de diversión masiva, es necesario que la sociedad civil, las universidades y
los centros de investigación creen Observatorios Mediáticos especializados para
analizar metódicamente la presencia y expansión del fenómeno de la violencia en
los medios electrónicos y confrontar dicha realidad escandalosa con el marco
legal existente, los códigos de ética de las televisoras y los acuerdos
deontológico de los profesionales que participan en la elaboración de dichos
programas agresivos. Con ello, la sociedad civil organizada contará con
instrumentos concretos para producir evaluaciones que muestren sistemáticamente
a las diversas instancias del Estado evidencias científicas sobre el
comportamiento mediático depredador, con el fin de que el gobierno actúe como
instancia rectora en la materia y ponga límites a dicha conducta salvaje del
duopolio televisivo.
Por ello, la
creciente acción del bullying mediático obliga a que el Poder Legislativo
revise política y culturalmente el actual marco jurídico que hoy gozan los
medios de difusión electrónicos para definir sus contenidos, y la
responsabilidad social ineludible que les corresponde asumir ante la sociedad
para mantener un comportamiento de servicio público y no sólo de mercado feroz
sin límites que busca crear un modelo de comunicación parasitario para
incrementar su proceso de acumulación de capital, a costa de lo que sea. De
aquí la necesidad urgente de replantear en la Reforma Constitucional de las
Telecomunicaciones y la Radiodifusión un cambio radical sobre la
responsabilidad paupérrima que hoy desempeñan el Estado mexicano y las
industrias culturales frente a esta realidad, con el fin de que el Estado
enfrente vigorosa y éticamente el fenómeno del incremento de la violencia
televisiva en nuestro país.
De lo contrario,
debido a la aceleradísima transformación global que vivimos en la actual etapa
de la modernización nacional, de poco o nada servirá intentar corregir los pies
económicos, los brazos tecnológicos, las manos laborales, el estómago
agropecuario, los pulmones ecológicos del país, etcétera, a través de las
reformas estructurales que realiza el gobierno. Si no se modifica el alma
mental que da vida a nuestra sociedad, vía la comunicación colectiva, pues el
cuerpo social, tarde o temprano, se volverá a desmoronar, y cada vez más, con
mayor profundidad y violencia.
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NOTAS:
1 Vázquez Mota, Josefina, “Sociedad Civil y Medios de
Comunicación”, Secretaría de Desarrollo Social, Gobierno de México, Simposium:
“Sociedad Civil y Medios de Comunicación. El Despertar del Receptor”, Centro
Mexicano de Filantropía, (CEMEFI), Hotel Camino Real, México, 8 y 9 de
noviembre del 2005, versión estenográfica, página 5.
2 “La violencia televisada produce graves y prolongados
daños síquicos en los niños”, Excélsior, México, 8 de agosto de 1992.
3 “Niños en México, expuestos a 58 actos violentos por hora
en programas de TV”, La Jornada, México, 2 de junio de 2012, página 37.
4 “La televisión sin cerillos quemó una casa”, Excélsior,
México, 7 de noviembre de 1993, y “Proponen enseñar a los niños a mirar
televisión con sentido crítico”, La Nación (on line), Buenos Aires, 13 de marzo
del 2004, www.lanacion.com.ar
5 Ibídem.
6 Ibídem.
7 Ibídem.
8 “La violencia televisada produce graves y prolongados
daños síquicos en los niños”, Excélsior, México, 8 de agosto de 1992.
9 “Impide la telebancada que la ley de radio y TV prohíba
programas que denigran a la mujer”, La Jornada, México, 20 de septiembre del
2013, página 22.
10 Ibídem.
DOCUMENTACIÓN CONSULTADA
“Impide la telebancada que la ley de radio y TV prohíba
programas que denigran a la mujer”, La Jornada, México, 20 de septiembre del
2013. “La televisión sin cerillos quemó una casa”, Excélsior, México, 7 de
noviembre de 1993, y “Proponen enseñar a los niños a mirar televisión con
sentido crítico”, La Nación (on line), Buenos Aires, 13 de marzo del 2004,
www.lanacion.com.ar “La violencia televisada produce graves y prolongados daños
síquicos en los niños”, Excélsior, México, 8 de agosto de 1992.
“Niños en México, expuestos a 58 actos violentos por hora en
programas de TV”, La Jornada, México, 2 de junio del 2012. Vázquez Mota,
Josefina, “Sociedad Civil y Medios de Comunicación”, Secretaría de Desarrollo
Social, Gobierno de México, Simposium: “Sociedad Civil y Medios de
Comunicación. El Despertar del Receptor”, Centro Mexicano de Filantropía,
(CEMEFI), Hotel Camino Real, México, 8 y 9 de noviembre del 2005, versión
estenográfica.
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