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miércoles, 1 de julio de 2015

a 200 años de muerte de Morelos, México el más desigual y pobre!

La desigualdad no es natural
 
 José Luis Avendaño C.
 
Este año se conmemoran los 250 años del nacimiento de José María Morelos los 200 años de su muerte; respectivamente, en 1765 y 1815. El Generalísimo que se llamó a sí mismo el Siervo de la Nación, y que en el punto 12 de Los sentimientos de la Nación (1812) postuló que se moderen la opulencia y la indigencia, “y de tal suerte se aumente el jornal del pobre”.
 
Con ello, crea las bases del mercado interno, en el espíritu de Jacques Rousseau, a quien seguramente leyó, y que en El Contrato Social afirma que “en cuanto a la riqueza, que ningún ciudadano sea suficientemente poderoso para poder comprar a otro, ni ninguno bastante pobre para sentirse forzado a venderse...”
 La desigualdad, como la pobreza, no es natural; es producto de un proceso social. Uno de los problemas no resueltos del desarrollo económico es el de la pobreza, pero, sobre todo, el de la desigualdad.  Es casi una ley natural, casi divina, que el mundo se divide en pobres y ricos. Se creía que las teorías y políticas del desarrollo resolverían. Uno de los mecanismos de ascenso social fue, hasta hace poco, el de la educación, ya no es garantía de nada.
 
Los más ricos de México acumulan riqueza comparable con el ingreso acumulado de 20 millones de habitantes en el país
Hoy, hay cada vez más pobres y menos ricos, de acuerdo con los estándares de ingreso y riqueza. Esto nos lleva al problema de la desigualdad, que se ha estudiado menos que el fenómeno de la pobreza. No por nada, en las crisis, crece la desigualdad: son cada vez menos los que tienen más, y son cada vez más los que tienen menos.
 
Alrededor de la desigualdad es que nació el movimiento Occupy (Ocupa) Wall Street (OWS), a raíz de la crisis de 2008 en Estados Unidos. Y en México, calificado por Humboldt, a principios del siglo XIX, como el reino de la desigualdad, más 200 años después, a pesar de independencia y revolución, hoy el uno por ciento de la población posee lo que en conjunto tiene el 40 por ciento más pobre (el 10 por ciento más rico, el 64.4 por ciento de la riqueza); un proceso de concentración que coincide con la imposición del modelo neoliberal, cuya política incluye la venta (remate a precios de ganga) de empresas públicas y la propia privatización del Estado, con lo que significa el desmantelamiento del Estado de Bienestar, que eso fue el Estado de la Revolución, aplicación mexicana de la escuela keynesiana.
 
En un abrir y cerrar de ojos, se descubrió que el verdadero problema del sistema era la pura pobreza (que suma una serie de carencias de tipo económico y social), sino la desigualdad. Porque, en plena crisis, mientras miles de familias de Main Street (la calle) vivían bajo un clima de angustia e incertidumbre, ejecutivos de corporaciones y bancos en quiebra recibieron jugosas compensaciones. Así, la diferencia o brecha entre el más rico y el más pobre se ensanchó.
 
¿Qué diremos de naciones menos desarrolladas, donde, al calor de la doctrina neoliberal, se desmanteló el Estado de Bienestar? Un Estado achicado o acotado en su función social, sino que tiene como consecuencia la privatización de empresas y servicios públicos, como el del agua (vital para la vida), y que dejó de ser un bien o servicio público, para engrosar, groseramente, el arsenal de mercancías (Marx dixit).
 
El ideal del capitalismo, fue la crear una sociedad formada por pequeños propietarios, que hoy sería el equivalente al predominio de las clases medias, en donde, en palabras del insurgente Morelos, se moderaran opulencia e indigencia; o sea, la base de un mercado interno fuerte. Ningún país capitalista que se respete, ha basado su desarrollo únicamente en el frente externo, es decir, en sus exportaciones, así sean metales preciosos (antes) o mano de obra barata (ahora).
 
En México, frente a los estragos del capitalismo salvaje, por la vía neoliberal, últimamente, la discusión se ha centrado en el salario mínimo (SM), con el fin de compensar o resarcir la pérdida de su poder adquisitivo, que gira alrededor del 77 por ciento desde 1976. Dichos estragos están a la vista: un virtual estancamiento de la economía (si descontamos el crecimiento de la población), con su cauda de falta de empleo y migración.
 
Los empresarios se oponen, en principio, en aumentar el minisalario, con el alegato de que, si va ligado a un aumento de la productividad, es inflacionario.  Sin embargo, este es un falso dilema –como el de  ¿qué es primero: el huevo o la gallina?—, ya que un trabajador mal alimentado será poco productivo.
 
Aunque la desigualdad es multifacética, es decir, posee múltiples caras y representaciones, una de ellas es la que parte de los bajos salarios (a condición de que se tenga empleo), que juegan contra un mercado interno fuerte y extendido. Esa es, sin embargo, la apuesta del mercado laboral.
 
El resultado es que los SM están al nivel de Haití, Bangladesh y la India, en donde la competitividad está sustentada en la mano de obra barata. Al mismo tiempo, adquirir la Canasta Básica equivale a seis salarios mínimos, según un estudio de la Universidad Autónoma Metropolitana (AUM). Actualmente, se vive en una simulación en materia laboral y salarial (La Jornada, 29/5/2015).
 
Específicamente, la canasta alimenticia recomendable (CAR), que incluye 40 productos para la ingesta diaria de cuatro personas (dos adultas y dos menores) –sin contar gastos de vivienda, educación, salud, transporte y otros—, equivale a casi tres SM. Así lo constata el Centro de Análisis Multidisciplinario  (CAM) de la Facultad de Economía de la UNAM, con una pérdida total de 78 por ciento de su poder adquisitivo desde 1983 (el modelo neoliberal se implantó en México en diciembre de 1982, con Miguel de la Madrid. Y desde entonces...
 
En sólo 17 meses de la gestión de EPN, la pérdida ha sido de 7.45 por ciento. En 1987, con un salario mínimo diario un trabajador podía comprar una y media CAR, mientras que hoy apenas adquiere la tercera parte. Hace 28 años, un trabajador requería cuatro horas de su jornada laboral para adquirir la CAR, y ahora se requiere de 23 horas (La Jornada, 11/6/2015). 
 
A todo esto, Montesquieu, en El espíritu de las leyes (1748), entre otras cosas, se refiere a los tipos de gobierno, uno de los cuales es la república aristocrática, cuyo principio es “la moderación en el uso de la desigualdad. Hoy, esa moderación, que procuró el Estado de bienestar, hace tiempo no existe en el contexto de una política neoliberal, impuesta en México desde 1982. Esa república aristocrática significa ser una república oligárquica (de unos pocos), y que Vicente Fox definió bien: un gobierno de y para empresarios. El resultado es que, si bien, oficialmente, la pobreza ha disminuido (no las carencias, que afectan a 80 por ciento de la población), la desigualdad se ha agrandado.
 
¿Las elecciones del 7 de junio cambiarán esta situación que ya dura 33 años? Julio Boltvinik, de El Colegio de México, en su columna semanal: Economía moral (La Jornada, 5-6-2015) es enfático: “La existencia de un sistema incapaz de reducir la pobreza y la desigualdad se perpetúa por la desigualdad de representación política que conduce al establecimiento de instituciones que favorecen sistemáticamente a quienes más tienen. En otros términos: “la desigualdad económica se refleja en la desigualdad de representación política que lleva no a un gobierno de las mayorías sino a uno de las élites”.
 
Frente a las políticas de austeridad, dizque para salir de la crisis (en realidad, la profundizan, como lo demuestra Greciacuna de la democracia en el seno de una sociedad esclavista, que hoy lucha contra la dictadura del capital financiero internacional, que esclaviza pueblos—, muy poco puede hacer la política social para paliar los estragos de la política económica a favor del uno por ciento

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