¿Qué hacer? ¿Para dónde le damos? México no está sólo en esto.
Edgardo Buscaglia es un experto internacional en seguridad que ha vivido
y estudiado experiencias en otros países que han logrado salir de
situaciones de terror como la nuestra y en esta entrevista nos cuenta
cómo le hicieron.
Muchos sentimos que el país vive su momento más triste y más cruel en
décadas. Nuestra indignación ha tocado fondo y nuestra exigencia de
justica y paz no admite prórrogas. Las manifestaciones civiles se están
volviendo masivas. Con cada minuto sin una respuesta efectiva del
gobierno se van sumando más ciudadanos inconformes dispuestos a
transformar de fondo al país.
Pero ¿qué hacer? ¿Para dónde le damos? México no está sólo en esto. Edgardo Buscaglia[1]
es un experto internacional en seguridad que ha vivido y estudiado
experiencias en otros países que han logrado salir de situaciones de
terror como la nuestra y nos cuenta cómo le hicieron:
-La corrupción política en México es la madre y el
padre de la delincuencia organizada. Existe en México un pacto de
impunidad. Esos pactos de impunidad que se han dado en países como
Italia o Colombia, hacen que estas masacres solo puedan ser abordadas
penalmente si hay mucha presión internacional y mucha presión desde la
sociedad civil.
Este tsunami de sangre ha despertado a la sociedad civil en México,
pero hay que ir más allá de pedir justicia por la tragedia en Iguala;
hay que prevenir que más masacres ocurran. Hay que rescatar al Estado de los gobernantes que lo han secuestrado. Se trata de salvar vidas y para ello se necesita un movimiento social fuerte y unido.
La sociedad civil tiene que estar en las calles y paralizar el
sistema económico y mafioso que tiene México. Eso es lo que hicieron en
Colombia y en Italia. En el movimiento de “ manos limpias”, por ejemplo,
millones de italianos en los años 90´s salieron a las calles ,
paralizaron el gobierno y la economía, liderados por figuras de la
sociedad civil, tenían una agenda clara y concreta con la que
consiguieron someter a proceso penal a la mitad del Parlamento y a
muchos otros altos funcionarios del gobierno italiano.
Esta experiencia para desarticular la corrupción es replicable si:
Primero, hay un movimiento social con millones de personas en las calles.
Se necesitan movilizaciones en cada uno de los estados de la república.
Estas manifestaciones no pueden ser meras reacciones sociales de
indignación, deben mantenerse articuladas hasta generar la presión
suficiente y lograr resultados que modifiquen de fondo el actuar de las
instituciones.
Segundo, la movilización social debe ser plural y unida en la que quepan todos los ciudadanos.
Se pueden reunir en torno a liderazgos ya constituidos, reconocidos y
respetados por todos los mexicanos como puede ser el Padre Solalinde o
pueden surgir nuevos liderazgos. Lo importante es que sea un movimiento
ciudadano sin infiltración de liderazgos políticos que puedan
fragmentarla.
Tercero, las movilizaciones sociales deben ir acompañadas de una agenda de exigencias compartidas entre la sociedad civil.
No se trata sólo de salir a gritar y desahogarse en las calles. Hay que
tener claro qué queremos con tres o cuatro exigencias muy puntuales.
Para lograr un cambio real se necesita desarticular los mecanismos
que permiten la impunidad. Por ejemplo, las leyes contra la corrupción
en México nacen muertas. Son una gran simulación. Están hechas para que
los responsables no vayan a la cárcel. El Código Penal Federal no
contiene una definición adecuada de trafico de influencias, ni de
conflicto de interés, ni de malversación de fondos públicos. Si no se
tiene una regulación adecuada, el camino es libre para que funcionarios
públicos desvíen dinero para beneficiar a empresas de familiares, amigos
o a la misma delincuencia organizada. La corrupción legalizada es el
aparato circulatorio de la delincuencia organizada y es lo primero que
hay que cambiar.
Después hay que tener un nuevo aparato verdaderamente independiente
que permita actuar de manera eficiente contra a los funcionarios
públicos que hayan incurrido en este tipo de prácticas. Un ejemplo puede
ser crear Unidades Autónomas de Investigación Patrimonial, vigiladas
por la sociedad civil en cada Estado para identificar si los patrimonios
y actividades comerciales de los políticos son o no justificados. Hay
que hacer investigaciones retroactivas a 10 años, empezando por el
Presidente de la República, sus familiares y socios. Para limpiar el
Estado hay que empezar de arriba hacia abajo.
Esa limpieza de Estado después va a permitir combatir los demás
delitos. Esto no es utopía, se ha logrado en varios países. En Italia
pasó, y también en Indonesia y en Colombia donde más del 60% de los
legisladores, incluyendo los del partido de Álvaro Uribe, fueron
procesados penalmente por vínculos con grupos criminales.
Además hay que entender que Iguala y las demás masacres, que ya son
muchas en México, son crímenes de lesa humanidad motivados por razones
políticas e ideológicas y están ligadas a la corrupción de los gobiernos
que administran y han administrado al Estado. Por ello hay que exigir
que los responsables sean juzgados en la Corte Penal Internacional en la
Haya y no en la Corte Interamericana, donde el gobierno mexicano puede
tener injerencia. En la Haya se puede esperar que la Unión Europea y
otros actores puedan presionar para que esas denuncias prosperen.
Entonces y resumiendo, aquí hay tres primeras propuestas que han
tenido éxito a nivel internacional y pueden ser parte de esa agenda de
exigencias:
- Modificación de los Códigos Penales, estales y federal para eliminar la corrupción legalizada.
- Contar con un organismo verdaderamente autónomo con vigilancia
ciudadana para actuar contra políticos y empresarios que hayan cometido
ilícitos.
- Llevar a los responsables de las masacres a la Corte Penal Internacional.
Cuarto, el movimiento social debe ser pacífico. Hay
que tener muy claro que la violencia organizada está formada por grupos
que se convencen los unos a los otros en una especie de simbiosis
perversa, de que lo que hacen lo hacen con un propósito superior, como
el caso del Nazismo o los paramilitares que hacen las masacres en Sudán.
El virus que permite que la delincuencia organizada en México -en la
que participan funcionarios de gobierno, empresarios y operativos que
aprietan el gatillo- asesinen a 50 personas por día y los entierren en
fosas comunes obedece al mismo virus que explica el Nazismo o los
genocidios en Sudán. Si bien las motivaciones son diferentes, el virus
de la violencia colectiva que los engendra es igual, y no hay que
parecerse en nada a ellos.
Las movilizaciones violentas sólo generarán más violencia y
justificarán acciones represivas del Estado. Si se deciden realizar
acciones para paralizar la economía como cerrar aeropuertos o
carreteras, siempre deben de ser pacíficas. Ghandi, por ejemplo, paró el
sistema económico sin violencia, él logró parar la exportación y
distribución de sal de forma pacífica. Hay que demostrar con hechos el
cambio que se quiere. Además, este tipo de acciones deben tener un
propósito concreto. No sirve de nada solamente paralizar la economía si
no se tiene una agenda clara de exigencias.
Quinto, no hay que cansarse ni darse por vencidos.
No hay que dejar las calles hasta que las exigencias de lo sociedad
civil sean cumplidas y haya una transformación de fondo que limpie el
Estado. Hay que transformar la rabia en construcción y mantener la
movilización social el tiempo que sea necesario. El mejor amigo del
crimen organizado es la apatía ciudadana, por eso lo más importante es
no dejarse doblegar ni perder la esperanza.
@PAOLASAEB
Animal Politico
[1]
Edgardo Buscaglia Investigador Principal en la Universidad de Columbia,
Ex Asesor de la ONU y Presidente de Acción Ciudadana en México
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