La Desgracia de Morirse en la Postmodernidad Progresista y Uruguaya
Eduardo Galeano, así como lo conocieron las mayorías inmensas de
América Latina, era un hombre comprometido con su tiempo, con las luchas
de su tiempo, con los humildes de América que luchan.
Su prosa, su arte de escribir, estaba ligado a ese fin.
No eligió la política activa,- sus sospechas tendría de sus
sinsabores- pero sabía bien dónde estaba parado, quiénes eran sus
adversarios, el largo rosario de crímenes que ostentaban, al lado de las
explotaciones, robos y saqueos a los cuales debían su riqueza. Eduardo
Galeano no escurrió, en ese sentido, nunca, el bulto.
Educado, bien educado en colegios privados, donde se preparan las
elites, eligió temprano la causa de los explotados y de los humildes.
Muy joven, en el viejo partido socialista, tomó posición junto a los
revisionistas y los renovadores. Entonces, en un abanico de posiciones,
los jóvenes elegían enfrentar el socialdemocratismo europeizante que
impulsaba Frugoni y la vieja ala del partido y tomaron partido por sus
corrientes renovadoras. Conoció así a Raul Sendic padre, a Guillermo
Chifflet, a Julio Louis, a Mario Benedetti, Carlos Machado y a tantos
otros que instruían y seguían las renovaciones que propugnaba Vivian
Trias.
En “El Sol”, el viejo periodo socialista del periodo, hizo sus
primeras armas militantes periodísticas, como caricaturista. Firmaba
GIUS, una corrupción de su verdadero apellido paterno, Hughes. Eran
tiempos de búsqueda y afirmación, de rumbo y personales. Como todo
hombre joven, ambicionaba ser un buen jugador de futbol, o un artista
plástico. El mismo ha dicho porque no pudo ser.
Sobre ese periodo y en estos días, Julio Louis ha hecho una
semblanza corta – en las que lamentablemente persiste- pero ha aportado
algo también de la influencia de cierto marxista argentino, exilado del
peronismo, que residía como tantos otros argentinos, entre nosotros.
Allí, en esas clases, se enseñaba a leer y a pensar en la doctrina de
Carlos Marx.
En Economía e Historia, Vivian Trias, en sus libros, folletos y
conferencias, aportaba lo suyo. Se trataba de los negociados de la
carne, el desmantelamiento de la industria frigorífica, las luchas
obreras de resistencia que jalonaron el proceso. En Historia se trataba
de salir del Artigas-BRONCE, para ver el Artigas-REAL, caudillo
revolucionario de un pueblo en armas, que no quedaba reducido al terruño
“de sus bravos orientales” sino que llegaba -y convocaba- a la
Mesopotamia argentina.
Una nueva generación se preparaba para renovar las ideas
socialistas en Uruguay. Sobre ellos no tenía influencia el marxismo
adocenado que propugnaban los seguidores de Stalin en Uruguay y sus
políticas sectarias, porque aún derrotado Eugenio Gómez, la semilla del
sectarismo todavía impregnaba a la representación raquítica del
estalinismo uruguayo.
Tiempos ferméntales, en los cuales también maduraba otro hombre
joven, argentino, que después se convertiría en un ícono: el joven
doctor en medicina Ernesto Guevara. Todavía no era el “Che”, pero
meditaba viendo la experiencia boliviana de cómo liquidar a un ejército,
empuñando cartuchos de dinamita, tomarles las armas y portarlas al
hombro por las calles, mientras las mujeres, las compañeras de los
obreros mineros, cargaban con la munición. Después vendría para ese
joven la otra experiencia fermental, Guatemala, la de Jacobo Arbenz.
Conviene señalar estas cosas, porque en estos tiempos
neo-liberales, postmodernistas, algunos sacan la conclusión de que desde
que se auto-derrumbó el muro de Berlín y colapsó la Unión Soviética, el
imperialismo norteamericano no existe más, el capitalismo se ha
impuesto y conviene negociar y entenderse con él y abandonar “las ideas
viejas” y los “prejuicios revolucionarios”. Hubo hasta quien habló “del
fin de la Historia” y vaya si lo celebraron, después, desde los
“revolucionarios arrepentidos” a los “progresistas” que son todos los
“sapos” mancomunados, que nos han surgido después de aquel diluvio.
En el 50 también, habían otros que pensaban igual (después se
harían “desarrollistas”) para todos ellos, lamentablemente, sucedió la
Revolución Cubana que dejó un hito a fines de los años, que dio un
mentís rotundo a todas aquellas ilusiones.
La lucha de clases, la tremenda explotación de los más, en nuestro
continente, depara estas posibilidades de sorpresa. En los vaivenes,
flujos y reflujos de esa lucha, conviven por un lado los conservadores
del egoísmo, la dependencia y el cipayismo, los “posibilistas” del
“curso medio”, de “no hacer olas” y también, los que consideran que hay
que arriesgarse a cambiar todo, sin temor a derrumbar todo lo que haya
que derrumbar. Durante toda la década del 50 parecía que los sensatos
tenían razón, pero el fenómeno de la Revolución Cubana dio al traste con
todas sus expectativas y un nuevo tiempo de solidaridad, de luchas
emancipatorias, se abrió camino, ganó a las juventudes y durante 20 años
conmovió América Latina, llenó de sorpresa al mundo y presagió que otro
mundo era posible.
Para cortar con todo eso, a principios de los 70, se instauraron
los regímenes de mano dura militar, las terribles dictaduras militares,
fomentadas por el imperialismo que estaba sintiendo las amenazas de los
explotados. Pero todos sus intentos de genocidio de una generación
entera, fracasaron en la prueba de buscar otros caminos para fomentar la
explotación, ésta, la actual, la que prohíja el neoliberalismo.
Eduardo Galeano, en sus obras, ha planteado claramente el dilema.
Algunos quieren creer que lo que producía era “arte literario”
meramente. Deben ser lectores que lo leen muy mal.
En medio de la derrota generalizada, Eduardo Galeano, pulió su
obra, cimentó sus viejas razones en una prosa breve, apretada, filosa,
mejor y superior que la que produjo anteriormente, decantada y desengañada, pero siempre a favor de los explotados, que ahora eran perseguidos y exterminados por decenas de miles.
Donde la lucha armada fracasó, donde los “aparatismos” armados
colapsaron, donde “los verticalismos” políticos caducaron, donde ciertos
“socialismos” en los que las clase obrera nunca dirigió nada ni gobernó
nada, naufragaron, enormes masas de millones de hombres parieron sus
organizaciones sociales, jaquearon el neoliberalismo, lo acosaron a
fuerza de luchas cotidianas, marchas, huelgas, cortes de ruta y,…
derrumbaron gobiernos.
América Latina donde el neoliberalismo hizo sus primeras armas –con
los “Chicago Boys” aprovechando la tiranía de Pinochet- fue también su
primer sepulcro. Eduardo Galeano –como otros- fue un testigo atento de
todos esos procesos. Lo señaló expresamente en sus libros, en su poesía,
en sus intervenciones públicas en el escenario que le abrieron sus
oyentes en América Latina y aún en el resto del mundo, a donde la
presentación de sus obras, los premios que recibía, exigían su
presencia.
Y volcó recursos económicos propios para fomentar esas luchas. En
Uruguay en “Brecha”, en la compra de la casa donde realiza la Fundación
Vivian Trías sus actividades.
En el 2007, todos tuvimos un atisbo, de que su salud desmejoraba,
hubo que trasladarse fuera del país y operarse. Pero ni aún después cejó
de hacer oír su voz y luchar junto a los que luchan.
En las marchas por “el agua” y las nuevas luchas ante la
destrucción del medio ambiente, su presencia estaba. Cuando destituyeron
a la jueza Motta, su presencia y la de Viglietti estaba junto al pueblo
que luchaba y protestaba. Eran los apoyos morales, que servían de
refuerzo a una nueva juventud que en Uruguay –como la juventud de él y
otros, un día- aspira a tomar la posta de cambios y transformaciones.
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Sobre asesinato de Galeano de Zapatistas (EZLN) |
Los artículos de homenaje en la prensa latinoamericana, testimonian
también episodios de participación activa, de Eduardo Galeano con las luchas de los que luchan en estos, nuestros nuevos tiempos.
Después murió, en este otoño, que para los latinoamericanos es tan
aciago, porque apaga las voces, que todavía sentimos necesarias. El,
seguramente –si viviera- sonreiría con escepticismo. Se llega hasta
donde se llega y, después, los otros –los más jóvenes- deben continuar
el camino. Es, la ley de la vida.
Pero la falta que sentimos hoy, debe servirnos para la atención y
la alerta. Para buscar los nuevos caminos –que los tiempos y las
circunstancias ponen como tareas delante de nosotros- y evitar ser
confundidos y engañados. Más de una vez, nuestra generación erró. Pero
eso no impidió que siguiéramos adelante y vaya si todos nosotros no
llevamos en la mente y en corazón tantos recuerdos de hombres y mujeres,
luchadores, y compañeros queridos, que no están más, pero nos dejaron
el recuerdo de su actividad comprometida y sin renunciamientos.
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Uno de los últimos actos de GALEANO fue firmar contra el Decreto de Obama. Por VENEZUELA |
Una generación que protagonizó cambios se va. Deja la tarea
inconclusa, como todas las actividades de los hombres en su tiempo
histórico. Los que quedan, deben retomar la tarea y continuarla,
sabiendo que después vendrán –otros más!!!- que la continuaran,
aspirando a mejorarla.
Leía, en estos días, que al final de sus días Batlle, le comunicaba
a Arenas, que tenía temor que toda la obra realizada, no estuviera lo
suficientemente asentada y que después de ellos, temía “se volviera al candombe”.
Y, efectivamente, se volvió “al candombe”, Terra y el “terrismo” fueron “el candombe”.
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Llegamos temprano al velatorio público, en el Palacio Salivativo,
en el Salón de los “pasos perdidos”, con “honores ministeriales” (como
consigna la prensa vespertina en sus ediciones digitales).
Esperaba a un viejo compañero con el cual quedamos en encontrarnos
en el homenaje. Como llegué antes, entré al edificio, hice mi homenaje
de presencia y decidí esperar afuera, en las escalinatas.
Contemplaba la llegada continua del público, desde la cima de las
escaleras. Era un incesante arribar de hombres y mujeres jóvenes, pero
también de otros de mi generación, en el otoño de sus vidas.
Vi hombres y mujeres, que con dificultad subían las escaleras,
alguno/a con bastón, alguno/a haciendo las pausas que la pendiente
exigía a sus fuerzas, perseverantes, dispuestos, sabiendo que concurrían
a la cita que demandaba su conciencia particular.
Pero también observé la llegada de los autos diplomáticos, los
ministeriales y gubernamentales, que ascendían por la rampa de acceso y
dejaban a sus ocupantes ante el último tramo de las escaleras.
De repente comencé a notar la presencia de ciertas figuras
políticas gubernamentales, exmandatarios y, aspirantes en las próximas
elecciones comunales. Comprendí entonces, viendo las corridas de los
periodistas acreditados, que el evento servía no solo para el homenaje,
sino también para la autopromoción.
¿Qué coincidencia de ideas, de propósitos, de ideales, de actitudes
existen entre ciertos mandatarios, candidatos, y políticos con la obra y
la acción que defendió en vida Eduardo Galeano?
¿Qué importancia tiene, hacer mención a ofrecimientos de
representación cultural durante un mandato lejano en la Intendencia de
Montevideo, que después no fue aceptado por el interesado por
consideraciones propias?
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Raul Sendic, Vicepresidente de Uruguay |
¿Qué tiene que decir, el actual vicepresidente de la Republica,
sobre la vida y la obra de Eduardo Galeano, si hasta provocó los
murmullos airados de más de un concurrente, que se sintió violentado,
con la intervención?
La impostura, el cinismo, la desfachatez, son malos consejeros de los gobernantes.
Es conveniente comprender, que “la representación” democrática y
gubernamental, no da derecho a ciertos aprovechamientos de
circunstancias que son excesos.
Mi amigo, que llegaba en esos momentos, penetró con su compañera en
el Salón y salió de él rápidamente (no fue el único) escandalizado. Y
sus palabras fueron duras.
Un homenaje fúnebre no es una romería para pasearse. Tiene que tener otro sentido y demanda otra actitud.
Eduardo Galeano, no se merecía, esa frivolidad del poder. Y suprimo
personajes gubernamentales que podría enumerar, diplomáticos
“itinerantes” que fueron, abogados que desde cargos gubernamentales
litigaban contra el estado y, no doy nombres, para no encarajinar estas notas.
Eduardo Galeano, tuvo la desgracia de abandonarnos físicamente, en
estos tiempos postmodernos de “progresismo” gobernante ejercido por
burocracia políticas desfachatadas. Y eso es una verdadera desgracia.
Porque en cierta medida, son vueltas también, “al candombe”
c.e.r.
postaporteñ@ 1383 - 2015-04-15
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