Universidad, centenaria y laica
José Luis Avendaño C.
1. No sólo es el centenario de la Revolución Mexicana. Escasos dos meses antes, el 22 de septiembre de 1910, se creó la Universidad Nacional de México, que sería autónoma en 1929. Fue cerrada en 1865 como Real y Pontificia Universidad de México (1551). La nueva Universidad Nacional fue fundada, gracias a la visión de Justo Sierra, ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, bajo el espíritu liberal de la época... Ahora que hay un abierto ataque, político e ideológico, de la Iglesia contra el Estado laico –noción que viene desde hace 150 años con las Leyes de Reforma—, donde la laicidad implica la separación de ambas instituciones, vale retomar lo que expresó Sierra a los diputados: “Una universidad es un centro donde se propaga la ciencia, en que se va a crear la ciencia; ahora bien, señores diputados, la ciencia es laica, la ciencia no tiene más fin que estudiar fenómenos y llegar a esos fenómenos últimos que se llaman leyes superiores. Nada más; todo lo que de esta ruta se separe puede ser muy santo, muy bueno, muy deseable, pero no es ciencia; por consiguiente, si la ciencia es laica, si la universidad se va a consagrar a la adquisición de verdades científicas, debe ser, por la fuerza del mismo término, institución laica”. Una verdad científica no es absoluta y, por lo tanto, no está sujeta a una única y dogmática verdad, bajo el pensamiento religioso.
2. El discurso de Justo Sierra es parte del dossier sobre la Universidad aparece en la edición de este mes de enero de la revista Examen, del Comité Nacional Editorial y de Divulgación del PRI. Acusada y descalificada por ser un ‘nido de grillos y guerrilleros’, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) es nuestra Máxima Casa de Estudios. Uno de cada cuatro doctores que se gradúan en México obtiene su grado académico en la UNAM, donde se realiza el 50 por ciento de la investigación científica del país y ofrece 82 carreras distintas. A manera de homenaje, se enlistan cien egresados notables, en orden alfabético: de Adolfo Aguilar Zinser a Salvador Zubirán. Pablo González Casanova aparece entre Roberto Gómez Bolaños, “Chespirito”, y Teodoro González de León. Cada quien podría hacer su lista en base a sus maestros, compañeros y amigos. Arturo Azuela, Arturo Bonilla Sánchez, José Luis Ceceña Gámez, María Eugenia Pulido Aranda y Joaquín Xirau Icaza, serían algunos.
3. La migración es un asunto que marca la relación entre Estados Unidos y México. Federico Campbell Peña –egresado también de la UNAM—, periodista del Canal 11, nos ofrece un ángulo poco explorado de los migrantes: su contribución en las guerras de Estados Unidos alrededor del mundo, ‘en nombre de la libertad y la democracia’. En La carroza negra de Bush. Soldados mexicanos en Irak y Afganistán, que presentó Brújula Metropolitana, Campbell entrevista a migrantes que han regresado de los frentes de batalla o a familiares de soldados. En principio, son reclutados en las escuelas o malls (grandes centros comerciales), con la promesa de que, al regresar, si es que regresan, tendrán becas para seguir estudiando, oportunidades de trabajo y la ciudadanía. Los reclutan a los 17 años, los entrenan a los 18 y los mandan a la guerra a los 19 años. Los ‘latinos’ son la primera minoría en los frentes. No pocas veces, el ‘sueño americano’ termina en pesadilla. Y la Embajada de México ignora cuántos hay en Irak y Afganistán, ni menos sabe cuántos han muerto. A un soldado, lo reconocieron como mexicano, solamente porque tirada, junto a su cuerpo inerte, se halló una botella de salsa Tabasco.
4. Arturo Azuela, nieto de Mariano, el autor de la novela revolucionaria por excelencia: Los de abajo, es múltiple y diverso: ha sido historiador, matemático (me dio álgebra en la Prepa 9), músico, escritor, académico y, según él mismo, “viejero”. Ayer, en la Sala Ponce del Palacio de Bellas Artes, presentó su más reciente libro: Desde Xaulín. Historia de la ruta de Goya, donde se sirve del pintor revolucionario para ir en pos de sus raíces jaulineras, de ese pequeño poblado de Aragón, donde existe una plazoleta con su apellido. Novela histórica, con tintes geográficos, sociológicos y, naturalmente, biográficos. Al contrario de Luis Buñuel, que fue aragonés-mexicano, Azuela es mexicano-aragonés, y así se lo reconoce la Universidad de Zaragoza. ¡Salud, maestro!
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