¿La poeta Susana Chávez es una muerta de Juárez, una muerta de la Guerra del Narco o una muerta “común”, o qué diablos dirá la estadística nacional?
Diego Enrique Osorno
Una poeta asesinada en Ciudad Juárez a principios de 2011, Susana Chávez, escribió el poema que ahora tengo impreso en mis manos. Se llama Sangre nuestra.
A Susana nunca la conocí aunque tuvimos varios amigos en común y una vez la mencioné en una crónica que hice en una de mis primeras visitas a Ciudad Juárez, cuando ni siquiera me pasaba por la cabeza que me iba a topar -y enlodar- con la historia de José Francisco Granados de la Paz y el Cristo Negro.
Supe de la muerte de la poeta por la llamada de uno de esos amigos que teníamos en común. Mi teléfono sonó cuando apenas estaba arrancando este año e ingenuamente habíamos quienes pensábamos que quizá se detendría la sangría nacional. Estaba con una periodista que visitaría por primera vez la frontera de México con Estados Unidos, contándole historias para que la acompañaran durante un viaje que estaba por hacer para ver con sus propios ojos algo que le habían contado mil veces pero que todavía creía irreal. Contar cosas reales que parecen increíbles es lo que nos queda a los reporteros, mientras vemos con frustración cómo van siendo asesinados aquellos a quienes nos referimos en nuestra historias, sin que sepamos casi nunca por qué sucedió tal cosa, y sin que exista nunca el tiempo suficiente para averiguar, porque los muertos se amontonan, no sólo en las morgues y en los sueños a la hora de dormir, sino también en las libretas de apuntes, donde anotamos esbozos de proyectos de investigación que nunca se convierten en las historias que merecen, que deben ser.
Ahora mataron a una poeta”, me dijeron esa vez. “¿A quién?... ¿quién?”, pregunté. “A la poeta Susana Chávez... ¿Quién? Quién sabe... Fue esta pinche ciudad”, me respondieron. Susana además de poeta era activista. Hay quienes dicen que fue a ella a quien se le oyó decir por primera vez: “¡Ni una más!”, uno de los varios gritos de resistencia que se pronuncian en México y el mundo ante la barbarie del feminicidio juarense.
Confieso que no había leído a Susana Chávez tanto como lo he hecho desde que murió. Lo hago a ratos, como en éste, y sus poemas me atrapan, por un momento olvido que son textos de una chica asesinada brutalmente.
A través de la poesía de Susana Chávez oigo cómo late el corazón de una ciudad adolorida.
Intuyo de dónde venía la fuerza de los versos de Susana, pese a que vivió en un oasis de horror instalado en medio de un desierto de aburrimiento, como dice el epígrafe de Baudelaire usado por Roberto Bolaño para su 2666. Dicen que cuando una sociedad padece tiempos atribulados, el arte y la literatura que emerge es una gran respuesta al deterioro. En una película de Orson Wells, un personaje recuerda que de la realidad de las guerras de los Borgia salieron Miguel Ángel y el Renacimiento, y de los 500 años de paz en Suiza apenas el réloj cucú.
Del horror de Ciudad Juárez, emergió el siguiente poema de Susana Chávez:
SANGRE NUESTRA
Sangre mía,
de alba,
de luna partida,
del silencio,
de roca muerta,
de mujer en cama,
saltando al vacío,
Abierta a la locura,
Sangre clara y definida,
fértil y semilla,
Sangre incomprensible gira,
Sangre liberación de sí misma,
Sangre río de mis cantos,
Mar de mis abismos,
Sangre instante donde nazco adolorida,
Nutrida de mi última presencia.
Susana Chávez, Ciudad Juárez, Chihuahua, México
Pocos recuerdan el crimen de Susana Chávez. Es más, muchos apenas están enterándose de su caso al leer estas líneas. Su asesinato se pierde, como tantos más, en el anonimato de eso a lo que llamamos “Las muertas de Juárez”, un término que nosotros, los todavía vivos, inventamos para tratar de darle coherencia a una realidad que no tiene asidero lógico de dónde agarrarse, y que ahora es una especie de subcategoría de un término todavía más abstracto y más hueco: el de “Los muertos de la Guerra del narco”.
¿La poeta Susana Chávez es una muerta de Juárez, una muerta de la Guerra del Narco o una muerta “común”, o qué diablos dirá la estadística nacional?
Ayer fue asesinada en Ciudad Juárez Susana Chávez, hoy la familia Reyes, mañana alguien más. Todo pasa pero no pasa nada. Hay discursos, fiscalías, películas, comisiones, obras de teatro, libros, campañas internacionales, reportajes y textitos como éste y sin embargo nada cambia para las mujeres en Ciudad Juárez. Las cosas se ponen cada vez peor.
La hemorragia es imparable.
Tras su muerte, amigos de la poeta Susana Chávez protestaron con canciones de hip hop en su honor, leyendo poemas, gritando consignas. Lo sé por un video de youtube que según el contador de visitas, muy poca gente ha tenido tiempo de mirar. Se titula “Juaritos” y dura 16 minutos.
Se enrabia el alma.
Es una memoria chiquita, pero las imágenes no nada más despiden a la poeta Susana Chávez: en medio de un torbellino de polvo observamos el funeral de una ciudad.
Como tituló Guillermo Bonfil Batalla uno de sus libros, el asesinato de la poeta Susana Chávez es una de las historias que todavía no son historia.
Algún día.
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