Sin la publicidad, sin la complicidad de los gobernantes, sin la complacencia de los mandos clericales… el cometido mercantil de los festejos navideños naufragaría en las tiendas departamentales. Los mass media han secuestrado, en alianza con sinnúmero de socios, la "Navidad". Antes, durante y después del que se conoce como día del aniversario natalicio de Jesucristo, una vorágine mercantil se apodera del mundo y lo inunda con mal gusto, juguetería basura y música cursi al servicio de un episodio de expansión comercial cuya capacidad de penetración ha rebasado todo el límite. Y se lo promueve como logro moral del capitalismo.
Asalto ideológico penetrante que nos exige autodefensas para ayudarnos a desconfiar del oropel publicitario, interpretar correctamente las exageraciones y las ambigüedades, desnudar las trampas de la lengua burguesa. Aunque la tengamos metida en casa, la guerra ideológica emprendida por los mass media para hacernos compradores compulsivos de cualquier basura, debe ser combatida sistemáticamente y con los bolsillos del salario perfectamente cerrados.
13 ideas para cambiarle la suerte al salario de los trabajadores amenazado por los buitres de la publicidad navideña:
-Celebrar sin fanatismo (celebréis lo que celebréis). No hay dios padre ni dios hijo que se ponga contento con llenarle los bolsillos a esos mercachifles dueños de la payasada mercantil que nos saquea los salarios.
-No legitimemos las ideas y creencias del patrón ni de la clase a que él pertenece. No legitimemos los intereses de una clase dominante ni sus ritos ni su modo de vendérnoslos.
-No nos dejemos extorsionar: los modos en que la burguesía celebra sus "fiestas navideñas" no tiene por qué ser imitada. No se es "débil", "feo", "perdedor", "pobre" o "tonto" si uno decide hacer con su dinero celebraciones totalmente distintas a las del burgués ostentoso.
-Nada de lo que se anuncia la publicidad debe ser comprado si no corresponde a necesidades concretas de los trabajadores. Nada debe ser comprado bajo chantaje, vergüenza o imposición alguna. Se puede discutir abiertamente la compra de artículos o regalos para celebrar, analizarlo con amigos y compañeros de trabajo, comparar precios y hacer compras colectivas. Eso ayuda a no enfrentar en soledad las argucias de la publicidad para engañar y saquear el dinero de los trabajadores.
-No comprar llevado por la idea de ser envidiado por todos. No permitir que manipulen nuestros deseos, instintos, antojos, afectos y cariños. Ningún juguete suplanta la relación personal, ningún objeto sustituye la solidaridad y el amor. Ni un solo peso a los manipuladores especialistas en propinar al pueblo golpes bajos para obligarlo a gastar en fetiches perversos.
-La publicidad mercantil es la ideología de la burguesía, es el púlpito del capitalismo, no le creamos un ápice. No gastar en Navidad, más allá de lo racionalmente indispensable, no nos hace pecadores, insignificantes ni estúpidos. No dejemos que nos acomplejen.
-Es mentira que con regalos se fortalece el afecto. De padres a hijos o de padres entre sí. Los hombres (trabajadores, obreros y campesinos) no dejarán de ser hermanos porque no gasten su salario en complacer a los publicistas. Que por su parte no son hermanos más que del dinero.
-No hace falta emborracharse ni embrutecerse para ser felices. Tampoco se es feliz por gastar mucho dinero. Todavía hay muchos momentos de felicidad que son gratis. Cosa de ingeniárnoslas.
-No dejarse "estimular" con las payasadas que inventan los publicistas empeñados en emocionarnos, sensibilizarnos, cachondearnos para que paguemos cualquier precio por cualquier basura.
-Cuestionemos y sancionemos socialmente la publicidad burguesa produciendo interpretaciones críticas y disidentes sobre sus dispositivos ideológicos y sus fines contra la clase trabajadora.
-El salario de los trabajadores debe ser defendido por los trabajadores. Especialmente contra la publicidad burguesa.
El dinero o la vida (o las dos cosas):
La publicidad en épocas navideñas expresa también la urgencia mercantil de las empresas. Les urge vendernos todo y para eso no importa qué clase de canallada (con música sacra o escenas glamorosas) halla que inventar. Los patrones afilan sus colmillos con ayuda de publicistas para vendernos su ideología y su mercadería. El producto del trabajo convertido en un botín acorralado con artefactos, engañifas, tentaciones generalmente innecesarias, inútiles e inservibles.
El discurso dominante se explicita en los valores de las compras. Los trabajadores son víctima de una marejada discursiva que los somete al adoctrinamiento mercantil, manipulación psicológica, violencia simbólica destinada a amaestrarlos ante los caprichos del mercado. La publicidad medra los deseos, pero también los fabrica para "negociarlos" continuamente en su escalada permanente para la apropiación del mundo.
Lucha por una corriente Internacional de la Comunicación hacia el Socialismo y por una Corriente Internacional de la Filosofía hacia el Socialismo.
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