EN CORTO
José Luis Avendaño C.
Chayo parió chayotes
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Lagrimas del Imperio: Rocha |
El atentado, el 15 de abril, durante el Maratón de Boston, donde
murieron tres personas y con más de un centenar de heridos, trae,
nuevamente, a colación el tema de la seguridad en Estados Unidos, bajo
la sombra del “síndrome 11/9”, el 11 de septiembre de 2011, cuando los
atentados de las Torres Gemelas en Nueva York. Ello serviría de coartada a EU para invadir Iraq y Afganistán.
Cuatro
días después, dos jóvenes musulmanes, chechenos emigrados a EU de
niños, uno muerto durante un tiroteo, se perfilaban como los autores del
atentado. El enemigo está en casa. Otra vez, la ideología –la religión—
en el ojo del huracán.
Pero,
“¿por qué nos odian tanto?”, se preguntó, no sin ingenuidad, George W.
Bush, después del 11/9. Seguramente, no ha leído la historia de Estados
Unidos, con sentido autocrítico, de la que ha sido un triste
protagonista.
Sin
justificar la acción del 15, el atentado es el efecto desesperado de
una causa que para EU tiene el carácter de una política que viene desde
su nacimiento, y que se expresa en un expansionismo (hacia el oeste y el sur) que luego se traduce en imperialismo, del que México y América Latina son testigos. Hace apenas unos días, el secretario de Estado, John Kerry, llamó al subcontinente “el patio trasero de Estados Unidos”.
Hay otras formas de terrorismo, como la de Estado,
como que la de ese otro 11/9, en Chile: el 11 de septiembre de 1973,
cuando de la mano de Henry Kissinger, secretario de Estado, se dio el
golpe militar contra el gobierno constitucional de Salvador Allende, y a sangre y fuego se impuso la doctrina neoliberal, que años después cobraría carta de naturalización con la dupla Ronald Reagan-Margaret Tatcher (ésta recientemente fallecida).
Un
ciclo, el neoliberal, que vive en México su sexto sexenio, no obstante
los magros resultados en términos de crecimiento y empleo, cuando ha
aumentado la pobreza y se ha agudizado la desigualdad, signo que nos
caracteriza desde la Colonia y que nos persigue en pleno neocolonialismo.
En esto consiste la noción de agricultura dual,
de la nos habla Bartra: una moderna y comercial, amarrada a los
intereses de las corporaciones agroalimentarias, y otra de carácter
familiar, netamente campesino, casi de subsistencia y/o autoconsumo;
“una dualidad asimétrica e injusta que reproduce el colonialismo interno”.
Así como en los últimos años crecieron violencia e inseguridad, lo hicieron otro tipo de violencia e inseguridad: la que proviene de la aplicación puntual del recetario Fondo Monetario Internacional (FMI), que alaba la reformitis del régimen restaurado del PRI.
Pero, hay de (in)inseguridades a (in)seguridades.
Sin terminar una guerra, el país se embarca en otra, más global y
decisiva, con un nombre con una connotación religiosa –ideológica—, contra el infiel: Cruzada contra el Hambre, en pos de esa otra seguridad: la seguridad alimentaria.
Empero, sin cambiar de modelo económico, el resultado será el mismo. Más aún, cuando detrás se encuentran corporaciones agroalimenticias como Nestlé y Pepsico, con su cauda de comida chatarra
y sus nocivos efectos sobre la economía familiar y la salud. Como dice
la nutrióloga Julieta Ponce, directora del Centro de Atención
Alimentaria (COA), la Cruzada contra el Hambre se parece más a un hambretón.
El hambre, al fin y al cabo, es sólo la punta del iceberg de la crisis civilizatoria, dice Armando Bartra en su libro: Hambre/Carnaval. Dos miradas a la crisis de la modernidad (Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco y mc editores. México. 2013).
Durante
la presentación del libro de Bartra, alguien preguntaba acerca de los
beneficios de estar la ciudad de México gobernada por la izquierda.
Una ciudad donde (mal)conviven la extrema miseria y la opulencia
extrema. En un país, con más de la mitad de su población en la pobreza,
pero donde vive el hombre más rico del mundo.
Entre
los 400 municipios donde se instrumentará, en una primera fase, la
Cruzada contra el Hambre, ninguno es del Distrito Federal (aquí son
delegaciones), aunque estudiosos del tema advierten que en la delegación
Tláhuac, sobrevive gente en la pobreza extrema o alimentaria, eufemismo de miseria, y en la delegación Benito Juárez viven personas con un nivel de vida equiparable a cualquier gran ciudad de Estados Unidos.
Pero,
aun al interior de esta última delegación encontramos a gente con
necesidades alimentarias por satisfacer, como lo muestra la existencia
de cuatro comedores públicos o comunitarios, que ahora el Gobierno del
Distrito Federal quiere desaparecer con la presunción de que no hay
personas con hambre; además, con el pretexto de combatir la obesidad y
la diabetes, el agua de limón fue sustituido por el agua simple.
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Campaña contra el Hambre: Rocha |
A las acusaciones del PAN del uso electoral en Veracruz de la Cruzada, el Presidente respaldó a la titular de la Secretaría de Desarrollo Social, al poner en marcha su cruzada: “Rosario, no te preocupes, hay que aguantar.
Porque han empezado las críticas, las descalificaciones de aquellos a
quienes ocupa y preocupa la política y las elecciones. Pero nosotros
tenemos un objetivo claro, una tarea comprometida con los mexicanos, que es acabar con el hambre” (La Jornada, 20-4-2013).
Es eso, o lo que no se dice: acabar con los hambreados, pues, como dice Bartra, “cuando el ser acosado por el capital deja de resistir (y luchar) es que está muerto”.
¿Aguantará otros seis años el pueblo hambriento?
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