Arturo Jiménez y Emir Olivares/Periódico La Jornada
Domingo 28 de abril de 2013, p. 36
Varios gobiernos y sociedades de países de América
Latina, como Venezuela y Ecuador, pero sobre todo Bolivia, comienzan a
darle importancia a la problemática ecológica y al llamado ecosocialismo
, el cual se tornará en una de las cuestiones centrales para cualquier movimiento antisistémico en el siglo XXI
, dice en entrevista el sociólogo y filósofo franco-brasileño Michael Löwy.
Advierte que el capitalismo, en su etapa de neoliberalismo, nos
está llevando con una rapidez terrible a una catástrofe ecológica sin
precedente en la historia de la humanidad: el calentamiento global y el
cambio climático. Enfrentarse a eso es enfrentarse al capitalismo. Por
ello, esa problemática ha permitido el surgimiento del ecosocialismo, ya
que un socialismo ecológico es la alternativa a la destrucción
capitalista del medio ambiente
.
Recibirá la Medalla al Mérito de la Universidad Veracruzana
Löwy (Brasil, 1938) recibirá el lunes la Medalla al
Mérito de la Universidad Veracruzana, en una ceremonia en la sede de esa
casa de estudios, en Jalapa. La distinción también será entregada a
Carlos Prieto, Pablo Rudomín y Emilio Gidi. Este domingo, el filósofo
franco-brasileño presentará su obra Sociología y religión, aproximaciones intempestivas, editado por la Universidad Veracruzana, en la Feria Internacional del Libro Universitario.
Investigador emérito y director del Centro Nacional de
Investigaciones Científicas de París, Löwy se siente muy distinguido con
el premio y dice que es una ocasión para conocer Veracruz. “Lo único
que conozco de ese estado es el western Veracruz (1954, con Gary Cooper, Burt Lancaster, Denise Darcel y Sarita Montiel), de Robert Albricht, opera prima bastante radical por la que éste sufrió persecución durante el macartismo”.
Reacio al principio a hablar sobre la situación en México, lanza en un primer momento: “Como decía Lampedusa en El gatopardo: ‘se
ha cambiado todo para que todo siga como siempre’”. Y un rato después,
más como una esperanza que como un análisis del presente:
“En la historia del siglo XX México ha estado muchas veces en la
vanguardia de los procesos revolucionarios en América Latina y el mundo,
la Revolución Mexicana fue la primera del siglo XX. El gobierno de
Cárdenas fue el más progresista de América Latina en los años 30; el
levantamiento zapatista en los 90 fue la primera señal de una ola de
lucha antineoliberal después de la caída del Muro de Berlín, del
supuesto fin de la historia. En muchos momentos de la historia del siglo
XX México ha estado a la vanguardia. La esperanza nuestra, como
latinoamericanos y anticapitalistas, es que eso va a pasar también
alguna vez en el futuro.
En México hay potencial de protesta; un deseo de cambio, pero
hasta ahora la oligarquía ha logrado mantenerse, utilizando un sistema
de control de los movimientos sociales que tiene casi un siglo; es el
más perfeccionado.
De lo que sí habla de manera amplia es de América Latina, donde se
“ha logrado cambiar un poco las estructuras de poder; han sido echados
los gobiernos identificados con el neoliberalismo –aunque no en todos
los países, como México y Colombia–, a veces por verdaderas
insurrecciones populares, como en Argentina y Bolivia, y otras veces por
las dirigencias. Sin indignación, la gente no va a cambiar nada. Es la
primera condición. Como dice mi amigo y compañero recién fallecido
Daniel Bensaïd: la gente se indigna, se levanta y se pone a caminar”.
–¿Qué representan hoy y por qué son una constante los actuales movimientos sociales en el mundo?
–Hay un vector común de lo que hemos visto en Europa, Medio Oriente,
Estados Unidos o América Latina: la indignación, o como dicen los
zapatistas, la digna rabia
. Hay un sentimiento muy poderoso en la
gente, la juventud, los trabajadores, los desempleados, las mujeres y
los indígenas, de injusticia social, de opresión, de tiranía no personal
–aunque a veces sí– de las estructuras sociales, económicas y
políticas. Y esa indignación es el inicio de todo, después pueden venir
demandas, reivindicaciones, programas, quizá partidos.
–Llama la atención que estos procesos de cambio en AL, sobre todo si
se toma en cuenta la época de las dictaduras, son mediante elecciones.
¿Cuál es la reflexión?
–Después que cayeron las dictaduras, de una forma o de otra se abrió un espacio democrático. Y como decía el mismo Che
Guevara, ahí donde hay un mínimo de democracia, no está planteada la
lucha armada, hay que utilizar los instrumentos democráticos. Entonces,
la izquierda en general, con algunas excepciones –como los casos
colombiano y mexicano, que son un poco especiales–, optó por la vía
electoral, y con resultados positivos.
“Claro, esa vía electoral fue precedida en la mayor parte de los países por verdaderos levantamientos populares, como el caracazo
en Venezuela, en Buenos Aires en 2001 –donde se cercó la Casa Rosada y
el presidente tuvo que huir en helicóptero–, en Bolivia. Las elecciones
fueron precedidas de verdaderas seminsurrecciones populares. Algo
parecido pasó en Oaxaca, pero no es exactamente lo mismo.
“Los cambios se dieron por la vía electoral, con gobiernos de
centro-izquierda en la mayoría de los países, formas de lo que llamaría
el ‘social liberalismo’, una variante más social, más progresista, de
las mismas políticas neoliberales: Brasil, Uruguay, Chile hace unos
años.
“Y el otro ejemplo son los gobiernos más radicales, antioligárquicos,
antimperialistas, planteando por lo menos como horizonte histórico el
socialismo del siglo XXI: Venezuela, con la revolución bolivariana;
Bolivia, con el socialismo de Evo Morales, y Ecuador, con Rafael Correa y
la revolución ciudadana. Están muy lejos del socialismo, pero por lo
menos se plantean esa perspectiva. Tienen sus propios límites,
contradicciones, problemas, pero hasta ahora son lo más avanzado que hay
en América Latina.
Ahora, los movimientos sociales siguen teniendo un papel
importante en nuestros países, a veces enfrentándose con el gobierno,
presionándolo, criticándolo; tal vez en cierto momento apoyándolo en
contra de las ofensivas de la derecha. Lo importante es que los
movimientos sociales sigan teniendo autonomía. Si se someten a la
política de los gobiernos, aunque éstos sean de izquierda, es muy
negativo.
Para Löwy, Ecuador, Bolivia y Venezuela constituyen lo más avanzado
como experiencia social, económica y política. “Son un poco un ejemplo
que permite a la gente de izquierda criticar a los gobiernos de Brasil,
Uruguay y Argentina, diciéndoles: ‘Miren, es posible utilizar la renta
del petróleo para mejorar la condición de los pobres, expropiar las
riquezas naturales, echar fuera las bases militares yanquis, etcétera.’
Es un ejemplo positivo, pero con sus limitaciones”.
Acerca del ecosocialismo, comenta: “Evo Morales ha jugado un papel
positivo en eso. Fue el único mandatario que en la Conferencia de
Copenhague en 2009 se solidarizó con la protesta de los movimientos
sociales, en una gran manifestación de 100 mil personas; yo estuve ahí,
con la consigna ‘Cambiemos el sistema, no el clima.’ Y Evo salió
diciendo: ‘Estoy con ustedes’. Y después se convocó en Bolivia a una
conferencia internacional de los pueblos contra el capitalismo y el
cambio climático, en defensa de la madre tierra, con 30 mil delegados”.
También menciona a Venezuela y Ecuador y dice que, aunque con ciertas
contradicciones por una realidad marcada por problemas de
contaminación, ya comienzan a ubicarse en los planteamientos del
ecosocialismo.
–¿Qué riesgo implica para Venezuela no contar con la figura de Hugo Chávez?
–Chávez era la gran fuerza y la gran debilidad de la revolución
bolivariana. La gran fuerza, porque él con su carisma, con su
radicalidad, fue el impulsor de todo ese proceso. Y la debilidad porque
todo dependía de él, pues el creó el partido, el sindicato fue una
decisión de arriba, todo impulsado desde el gabinete de Chávez, y todo
basado en su carisma personal. Entonces, cuando desaparece Chávez se
debilita el movimiento, y eso es muy negativo, contrariamente a otros
países donde hay una estructura social y política autónoma y después
tiene su expresión política.
Por ejemplo, el proceso en Bolivia no depende tanto de la persona
de Evo, aunque también es una figura carismática. El reto en Venezuela
es dar continuidad al proceso para que avance, porque las revoluciones
que no avanzan, regresan, eso es una ley de la historia.
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