Todo el complejo
industrial petrolero/gasero de Estados Unidos se ha volcado en una
colosal promoción publicitaria sobre los supuestos efectos benéficos del
fracking, susceptible de convertir a ese país en la nueva Arabia Saudita energética del siglo XXI
.
La reciente publicación bimestral de Foreign Affairs (mayo/junio
2014), portavoz del muy influyente Consejo de Relaciones Exteriores
(CFR, por sus siglas en inglés), adopta sin tapujos al polémico fracking como la nueva arma letal energética/geoestratégica de Estados Unidos.
La crítica al tóxico fracking –fracturación hidráulica para extraer grandes cantidades de shale gas (esquisto/lutitas/grisú/pizarra)
con inyección masiva de agua y de sustancias químicas secretas– ha
provenido primordialmente del sector científico (geólogos, sismólogos,
químicos, etcétera), la cual ha quedado confinada al ámbito académico de
sus insignes publicaciones, desde la revista Science hasta Proceedings of the National Academy of Sciences ,
que pecan por carecer de una adecuada difusión en los multimedia
controlados por los plutocráticos intereses petroleros/gaseros de
Estados Unidos.
La crítica al ominoso fracking ha abarcado la producción de
sismos –que niega absurdamente la entreguista Comisión Nacional (sic) de
Hidrocarburos del “México neoliberal itamita” controlado por
Estados Unidos–, el agotamiento y la contaminación del agua (en medio de
la peor sequía de Estados Unidos en los recientes 100 años) y la
exacerbación del calentamiento global por la masiva emisión de metano.
Sólo falta(ba) la identificación de la secreta
centena de sustancias químicas inyectadas con el agua.
Con un retardo de tres años permea desde la cúpula del Congreso de
Estados Unidos el primer reporte sobre un inventario nacional de
sustancias químicas usadas por las empresas del fracking.
El comité de marras coloca en la picota la “seguridad (¡supersic!) del fracking”, combinada
con el secreto (¡supersic!) sobre las sustancias químicas usadas con
los fluidos: “entre 2005 y 2009, las 14 principales empresas de fracking de
Estados Unidos usaron más de 2 mil 500 productos que contenían 750
compuestos, de los cuales más de 650 contenían químicos conocidos como
carcinógenos (¡supersic!) humanos o enlistados como peligrosos
contaminantes de la atmósfera”.
¿Cómo ha de estar la ominosa situación ahora, cinco años después?
El comité fustiga que gran parte de las sustancias químicas pueden ocasionar un riesgo severo a la salud de los humanos o al medio ambiente
.
Las trasnacionales petroleras/gaseras como Halliburton y Schlumberger usan productos del fracking que contienen
29 sustancias químicas con tres características: 1) son conocidas como
carcinógenos humanos; 2) están reguladas bajo la Enmienda del Agua
Potable Segura (SDWA, por sus siglas en inglés) debido a sus riesgos a
la salud humana, y 3) están enlistadas como contaminantes de la
atmósfera bajo la Enmienda del Aire Puro
.
Resulta que en el referido lapso las empresas del fracking usaron 95 productos que contienen 13 diferentes carcinógenos, que incluyen naftaleno, benceno y acrilamida.
Las empresas usaron el mayor volumen de fluidos conteniendo uno o más carcinógenos en Texas, Colorado y Oklahoma
.
Tanto Texas como Nuevo México son fronteras con el “México neoliberal itamita”, que ha adoptado al fracking sin
miramientos a la salud pública de los ciudadanos de Tamaulipas, Nuevo
León, Coahuila, Chihuahua y Sonora, ante la pusilanimidad de sus
anodinos gobernadores, secuestrados por el presupuesto federal.
La amplia mayoría de las sustancias químicas supuestamente reguladas
por SDWA fueron compuestos conocidos como BTEX: benceno, tolueno, xileno
y etilbenceno.
Según el Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos,
la Agencia Internacional para Investigación del Cáncer y la Agencia de
Protección (sic) Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés), el benceno es un carcinógeno humano
, mientras que la exposición
crónica (sic) al tolueno, etilbenceno o xilenos puede también dañar el
sistema nervioso central, el hígado y los riñones
. ¡Uf!
Las trasnacionales del fracking inyectaron más de 30
millones de galones de combustible diésel o fluidos de fracturación
hidráulica que contienen combustible diésel en los yacimientos de 19
estados
, cuando en su reporte de 2004 la EPA había sentenciado que “el uso de combustible diésel en los líquidos del fracking constituye
la mayor (¡supersic!) amenaza a las fuentes subterráneas de agua
potable”, ya que contiene constituyentes tóxicos que incluyen los
componentes BTEX.
En el mismo lapso se usaron 595 productos conteniendo 24
diferentes contaminantes de la atmósfera, en los que resaltan el
fluoruro de hidrógeno, el plomo y el metanol
.
El fluoruro de hidrógeno es altamente corrosivo y es un veneno (sic) sistémico
que puede llegar a ser fatal.
El plomo es un metal pesado particularmente dañino al desarrollo neurológico de los niños
; además, puede ocasionar problemas de salud en los adultos, que incluyen problemas reproductivos, hipertensión y trastornos nerviosos
.
El tóxico metanol es un contaminante de la atmósfera que “ha aparecido más frecuentemente en los productos del fracking”.
Una aberración radica en que “varios componentes químicos de los líquidos de fracking usados por las empresas” fueron listados como secretos comerciales
o de propiedad
.
Por cierto, el comité de marras solicitó a las trasnacionales del fracking la divulgación y transparencia de sus productos para informar sobre su propiedad/secreto comercial
y salieron con una excusa pueril al “carecer de la información de la
propiedad de los productos por haber sido comprados ‘fuera de los
estantes’ de los proveedores”. Sin comentarios.
Los congresistas dedujeron que “parecía que las empresas del fracking inyectan
líquidos que contienen sustancias químicas desconocidas (¡supersic!) de
las cuales pudieran tener conocimiento limitado (¡supersic!) sobre los
riesgos potenciales a la salud humana y al medio ambiente”. ¿Gozan de
patente neoliberal de corso texano?
El perturbador reporte resulta paradójicamente didáctico para los aprendices de brujo, como el “México neoliberal itamita”, que desean experimentar el espejismo de la seudo revolución energética del siglo XXI
fraguada por la polémica extracción del shale gas –a
mi juicio, una vulgar burbuja financierista de Wall Street–, que atenta
contra la biosfera: el espacio donde cohabitan todos los seres
vivientes de la creación.
Hasta aquí cualquier país interesado en la salud pública de sus ciudadanos hubiera detenido el tóxico fracking, en espera de sopesar integralmente su costo-beneficio. En bioética, esta actitud prudente es avalada por el principio de precaución
.
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