por José Luis Avendaño C.
¿Todos somos Charlie?
Sí : “Je suis Charlie”, pero…
El atentado terrorista,
el 9 de enero en París, en la redacción del semanario satírico Charlie
Hebdo –reivindicado por Al Qaeda—, ha concitado el repudio
generalizado de las sociedades democráticas, y es visto como un ataque
a la libertad de expresión, por parte de hordas
fundamentalistas del Islam, que así vengan a Mahoma.
Una muestra de intolerancia.
El significado que
ha tomado el hecho es que se ha equiparado al atentado del
9-11 (11 de septiembre de 2001, en Nueva York), convertida en una guerra
de religiones, que recuerdan a las guerras (no tan) santas,
que tienen, raíces económicas y geopolíticas de dominación. Lugares
vistos como nidos del terrorismo, fueron, y aún son, reductos
del colonialismo, por no decir del esclavismo, en el que los
gobiernos son de carácter oligárquico, que en la práctica operan
como gerentes de administración neocolonial, servidores de
las grandes potencias y/o corporaciones, que hoy se rasgan las vestiduras.
El debate se ha centrado en la defensa
de la libertad de expresión, que en el caso de los caricaturistas llega al libertinaje.
¿Es válido que se ataque, así sea mediante la burla, a las creencias
de la gente? Más, cuando hay grupos sensibles o radicales, que se
ofenden porque atacan su creencia, convertida en dogma y estilo de
vida. Es como si se ofendiera, aquí, a la virgen de Guadalupe. Recuerdo esa
imagen de la Guadalupana con la cara de Marilyn Monroe, que hizo a muchos volver a creer o convertirnos…
Con una importante población
islamita, producto de las migraciones del norte de África y del Oriente Medio,
donde es una religión de Estado, y por lo tanto existe una simbiosis
entre religión y política, Francia se convirtió en blanco del
dogmatismo. Francia, espacio de la democracia burguesa por
excelencia, contra la aristocracia y el poder feudal, con su lema: Libertad,
igualdad, fraternidad, que es una justificación ideológica.
Porque, igualmente, Francia fue y es potencia (neo) colonial,
con el saqueo y explotación de recursos.
A duras penas, se ha cumplido el
primer rubro de la triada: la libertad, reducida una engañosa
a libertad de comercio,
donde lo mismo se compre y vende un tornillo que la fuerza de trabajo;
una libre competencia que en verdad es una competencia
monopólica, en el que, bajo el neoliberalismo dominante, se
observa una modernización del proceso de acumulación, que
es excluyente por naturaleza.
No hay peor crítica, mejor
dicho, mejor crítica que la que se hace desde el humor
y la risa, como reflexión crítica, pero que empresas y gobiernos
exaltan y manipulan,
en una crítica ideológica, en torno a las creencias,
sentimientos y emociones, más que sobre el sustrato económico y social.
De inmediato viene a la memoria
la convivencia, en medio de ocho siglos de dominación
árabe en la península ibérica, entre mahometanos, judíos y cristianos,
que terminó con la toma de Granada en 1453, que significó el ascenso de los
Reyes Católicos y la posterior invención de la Inquisición.
En España y sus dominios, se
impuso el catolicismo, de la mano de la Contrarreforma, como religión
de Estado. ¿Cuántas veces, durante tres siglos de la Colonia (proceso
de acumulación originaria de capital gracias a la espada y la
cruz, símbolos de despojo y apropiación), en
México, el virrey era, también, un alto dignatario de la Iglesia? Hoy, el
proceso continúa, con otro nombre, con un poder
fáctico donde convergen política, economía e ideología, que nos apantalla.
México tiene el dudoso honor de ser de
los lugares más violentos para el ejercicio del periodismo. A
los asesinatos no esclarecidos, se suman las desapariciones y
los ataques a los medios, principalmente los que cuestionan
la realidad y el quehacer de las personas del poder político y/o económico,
vinculadas, o no, al crimen organizado.
A los 43 estudiantes normalistas desaparecidos
en Iguala, y que, luego de cuatro meses, se da, oficialmente, por muertos e incinerados,
a fin de limpiar el camino electoral en Guerrero, se suma el de otro
periodista asesinado en Veracruz –uno más—, y al que la autoridad le
regatea su calidad de periodista, porque era, también taxista. Ambos
hechos, que nos hablan de un debilitamiento de las instituciones o, si
se quiere, de su descomposición, en primer lugar de la clase política
(partidos y políticos todos).
¿Cuál es la solución desde el poder?
Un remedo de democracia, más con tintes de autoritarismo
selectivo, cuya expresión actual es la espotización: cápsulas de
valor político cero. Si spot se traduce como mensaje breve, en
que se confunden propaganda y publicidad,
también significa mancha.
Y por cualquier lugar que se pise, sale pus,
salta una tumba clandestina y
quedamos manchados.
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