Luis Javier Garrido (La Jornada 7 de febrero)
1. Los medios mexicanos han tenido particular empeño en lo que va de 2010 por ocultar el clima de desazón e incluso de pánico que prevalece lo mismo en el pueblo estadunidense que en las elites financieras y políticas de ese país sobre la dramática situación que ha de afrontar en lo inmediato la administración Obama para hacer frente al déficit, al creciente desempleo, al fracaso en Afganistán e Irak y a la pérdida de confianza en su gobierno, y pretenden reducirlo todo a una conjura de la extrema derecha contra un presidente que se pretendió reformador y no resultó sino más de lo mismo pero de la peor manera.
2. El desastre que se avizora en el horizonte del proyecto imperial de Estados Unidos tiene sin embargo una particular llamada de atención para aquellos países de América Latina que, como México, no han tenido una capacidad interna para hacer valer su identidad nacional, su potestad soberana para defender sus recursos estratégicos y su derecho a una vía propia de desarrollo, y a los que amenaza a arrastrar a la debacle, en particular al haberse ellos mismos puesto la soga al cuello, como ha sido el caso de México.
3. El proyecto “político” de la globalización capitalista neoliberal, definido en los últimos decenios, supuso la estructuración de una mecánica de poder supranacional en la que los estados nacionales no tuviesen capacidad soberana de decisión en materia financiera, económica y social, aunque ello hubiese supuesto la necesidad de que estuviesen cada vez más sometidos en los hechos, de ser necesario por la vía militar. De ahí que en este periodo de debacle del poder hegemónico estadunidense, losthink tanks del Pentágono y del Departamento de Estado no parezcan tener otra obsesión que la de multiplicar sus bases en el mundo y de impulsar una creciente intervención tanto de la DEA como de la CIA y de otras agencias suyas en el quehacer de los gobiernos de diversos países, y de promover el uso de la fuerza como vía para solucionar los conflictos.
4. En México esto no resultó un problema para Washington tras “la alternancia” del 2000, porque las resistencias de los panistas a someterse al poder trasnacional han sido inexistentes, pero las reacciones que se han producido desde otros sectores de la sociedad sí son significativas. La realidad de un gobierno entreguista, dedicado a atender los privilegios de los grupos mafiosos que lo encumbraron y del clero católico, y empecinado en su delirio por tratar de mantener su control sobre el aparato estatal después de 2012, al que no le interesan los intereses de la nación ni los derechos del pueblo, ha colmado a los mexicanos.
5. El gobierno espurio de Felipe Calderón ha cumplido cabalmente con el cometido central que contrajo con los poderes trasnacionales al ser impuesto por la vía del fraude en 2006, y que fue el de crear un escenario de violencia criminal y de autoritarismo en el país a fin de acelerar el desmantelamiento del Estado nacional y de favorecer el control estratégico del territorio mexicano por las agencias de Estados Unidos y el apoderamiento de los recursos estratégicos de México por las multinacionales, pero ello ha llegado a su límite.
6. El hecho de que miles de ciudadanos y decenas de organizaciones de Ciudad Juárez, agrupados en la Asamblea Ciudadana Juarense, agraviados por los crímenes sin nombre que se imputan a las políticas de su gobierno, el último de los cuales fue la matanza de decenas de jóvenes el último de enero, exigieran el lunes 2 la renuncia de Felipe Calderón, uniendo su voz a la de miles de mexicanos más (La Jornada del 3 de febrero), es un acontecimiento de gran trascendencia.
7. El aparato de Estado mexicano se halla en una cada vez mayor descomposición pues adquirió bajo los gobiernos del PAN rasgos cada vez más fascistas. La afirmación hecha por expertos tras este último crimen en el sentido de que el Estado “impulsa la criminalización de la juventud” (La Jornada del 4 de febrero) es por lo mismo incompleta. El Estado, controlado por el PAN, impulsa la criminalización del pueblo pobre y no sólo de los jóvenes, pero también y sobre todo, de los movimientos sociales, de las organizaciones sindicales como el SME, de todas las formas de disidencia, de los periodistas: de todos aquellos que el gobierno de la ultraderecha busca provocar para justificar la cancelación de sus derechos.
8. Las respuestas del PAN, del Yunque y de su gobierno ante la indignación nacional por sus políticas resultan cada vez más grotescas, y así está siendo en este caso. El mismo día en el que diversas ONG reconocieron que son grupos paramilitares, que se sabe creados y tutelados por el gobierno de Calderón, los responsables de lasejecuciones en Ciudad Juárez (2 de febrero), en una respuesta indignante el titular de Gobernación se refirió a que la matanza fue “un asunto de pandillas”.
9. Las políticas generales del Estado han tendido a instaurar un poder cada vez más centralizado y represor, que haga posible el proyecto de la derecha. La demagogia seudodemocrática de Calderón con su “reforma política” no puede ya engañar a nadie, y muchas semanas después de que fuera desenmascarado al recordársele que no se pueden dotar al Ejecutivo de facultades dictatoriales, que las relecciones inmediatas sólo buscan consolidar el poder oligárquico que demandan las trasnacionales, que en las condiciones que se plantean las candidaturas independientes sólo sirven a los candidatos del gran capital y que no hay referendos democráticos posibles con el duopolio televisivo, sigue insistiendo en lo mismo.
10. La salida al deterioro nacional se sigue perfilando desde mucho antes del 2012, y es para muchos muy clara: que Calderón se vaya.
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