Sueños y realidades
Jose Luis Avendaño
El 14 de enero murió Juan Gelman, poeta argentino, exiliado en México desde hace 25 años, víctima de la oleada de dictaduras militares que asoló América Latina entre las décadas de los 60 y los 80 del siglo pasado.
Particularmente, se recuerda el Plan Cóndor, que orquestó las políticas represivas de Argentina, Chile y Uruguay, a fin de desaparecer –previa tortura— a miles de opositores de estas democracias de mercado, impuestas, a sangre y fuego, bajo el dogma neoliberal.
Instrumento y expresión del monopolio de la violencia, como facultad del Estado (desafiado, hoy, en algunos países, por el poder fáctico del crimen organizado), los ejércitos han servido más para reprimir a los pueblos que para salvar a la Patria de la amenaza extranjera (aunque ésta haceuso de la economía). Fue el caso de la guerra entre Argentina e Inglaterra –apoyada por Estados Unidos— por las islas Malvinas (Falkland, para los ingleses).
Sobre el Plan Cóndor, Eduardo Galeano lo cuenta así, en Los hijos de los días:
“Macarena Gelman fue una de las muchas víctimas del Plan Cóndor, que así se llamó el mercado común del terror articulado por las dictaduras militares sudamericanas.
“La madre de Macarena estaba embarazada de ella cuando los militares argentinos la enviaron al Uruguay. La dictadura uruguaya se hizo cargo del parto, mató a la madre y regaló la hija recién nacida a un jefe policial.
“Durante toda su infancia, Macarena durmió atormentada por una pesadilla inexplicable, que noche tras noche se repetía: la perseguían unos hombres armados hasta los dientes, y ella despertaba llorando.
“La pesadilla dejó de ser inexplicable cuando Macarena descubrió la verdadera historia de su vida. Y entonces supo que ella había soñado, allá en la infancia, los pánicos de la madre: su madre, que el vientre la estaba modelando mientras huía de la cacería militar y que por fin la atrapó y la envió a la muerte”.
Casi 20 años después, pudo el poeta saber de la existencia de la nieta arrebatada, que encarna el amor y la vida de su hijo y su nuera.
(JLAC)
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MÉXICO, D.F. (Proceso).- El 8 de mayo de 1995, en su edición 966, Proceso publicó una entrevista con el poeta Juan Gelman. En la misma, se intercaló una carta que escribió a su nieta o nieto, cuyo destino en ese entonces desconocía. Su nuera Claudia, con siete meses de embarazo fue secuestrada junto con su hijo Marcelo, en los años de la guerra sucia en Argentina. Gelman encontró a su nieta cuando tenía 23 años de edad en Montevideo, Uruguay. A continuación reproducimos el desgarrador texto del escritor, reconocido en 2007 con el Premio Cervantes, y quien hoy, a los 83 años de edad, falleció.
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“Dentro de seis meses cumplirás 19 años. Habrás nacido algún día de octubre de 1976 en un campo de concentración del ejército, el Pozo de Quilmes casi seguramente. Poco antes o poco después de tu nacimiento, el mismo mes y año, asesinaron a tu padre de un tiro en la nuca disparado a menos de medio metro de distancia. El estaba inerme y lo asesinó un comando militar, tal vez el mismo que lo secuestró con tu madre el 24 de agosto en Buenos Aires y los llevó al campo de concentración “Automotores Orletti” que funcionaba en pleno Floresta y los militares habían bautizado “El Jardín”.
“Tu padre se llamaba Marcelo. Tu madre, Claudia. Los dos tenían 20 años y vos, siete meses en el vientre materno cuando eso ocurrió. A ella la trasladaron –ya vos en ella– al Pozo cuando estuvo a punto de parir. Allí debe haber dado a luz solita, bajo la mirada de algún médico cómplice de la dictadura militar. Te sacaron entonces de su lado y fuiste a parar –así era casi siempre– a manos de una pareja estéril de marido militar o policía, o juez o periodista amigo de policía o militar. Había entonces una lista de espera siniestra para cada campo de concentración: los anotados esperaban quedarse con el hijo robado a las prisioneras que parían y con alguna excepción, eran asesinadas inmediatamente después. Han pasado 13 años desde que los militares dejaron el gobierno y nada se sabe de tu madre. En cambio, en un tambor de grasa de 200 litros que los militares rellenaron con cemento y arena y arrojaron al río San Fernando, se encontraron los restos de tu padre 13 años después. Está enterrado en La Tablada. Al menos hay con él esa certeza.
“Me resulta muy extraño hablarte de mis hijos como tus padres que no fueron. No sé si sos varón o mujer. Sé que naciste. Me lo aseguró el padre Fiorello Cavalli, de la Secretaría de Estado de El Vaticano, en febrero de 1978. Desde entonces me pregunto cuál ha sido tu destino. Me asaltan ideas contrarias. Por un lado, siempre me repugnó la posibilidad de que llamaras “papá” a un militar o policía ladrón de vos, o a un amigo de los asesinos de tus padres. Por otro lado, siempre quise que, cualquiera que hubiese sido el hogar al que fuiste a parar, te criaran y educaran bien y te quisieran mucho. Sin embargo, nunca dejé de pensar que, aun así, algún agujero o falla tenía que haber en el amor que te tuvieran, no tanto porque tus padres de hoy no son biológicos –como se dice– sino por el hecho de que alguna conciencia tendrán ellos de tu historia y de cómo se apoderaron de tu historia y la falsificaron. Imagino que te han mentido mucho.
“También pensé todos estos años en qué hacer si te encontraba: si arrancarte del hogar que tenías o hablar con tus padres adoptivos para establecer un acuerdo que me permitiera verte y acompañarte, siempre sobre la base de que supieras vos quién eras y de dónde venías. El dilema se reiteraba cada vez –y fueron varias– que asomaba la posibilidad de que las Abuelas de Plaza de Mayo te hubieran encontrado. Se reiteraba de manera diferente, según tu edad en cada momento. Me preocupaba que fueras demasiado chico o chica –por no ser suficientemente chico o chica– para entender lo que había pasado, lo que habías pasado. Para entender por qué no eran tus padres los que creías tus padres y a lo mejor querías como a padres. Me preocupaba que padecieras así una doble herida, una suerte de hachazo en el tejido de tu subjetividad en formación.
“Pero ahora sos grande. Podés enterarte de quién sos y decidir después qué hacer con lo que fuiste. Ahí están las Abuelas y su banco de datos sanguíneos que permiten determinar con precisión científica el origen de hijos de desaparecidos. Tu origen. Ahora tenés casi la edad de tus padres cuando los mataron y pronto serás mayor que ellos. Ellos se quedaron en los 20 años para siempre. Soñaban mucho con vos y con un mundo más habitable para vos. Me gustaría hablarte de ellos y que me hables de vos. Para reconocer en vos a mi hijo y para que reconozcas en mí lo que de tu padre tengo: los dos somos huérfanos de él. Para reparar de algún modo ese corte brutal o silencio que en la carne de la familia perpetró la dictadura militar. Para darte tu historia, no para apartarte de lo que no te quieras apartar. Ya sos grande, dije.
“Los sueños de Marcelo y Claudia no se han cumplido todavía. Menos vos, que naciste y estás quién sabe dónde ni con quién. Tal vez tengas los ojos verdegrises de mi hijo o los ojos color castaño de su mujer, que poseían un brillo muy especial y tierno y pícaro. Quién sabe cómo serás si sos varón. Quién sabe cómo serás si sos mujer. A lo mejor podés salir de ese misterio para entrar en otro: el del encuentro con un abuelo que te espera”.
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La nieta de Gelman recién nacida fue depositada a la puerta de la casa de quienes por años consideró eran sus padres, hasta que a los 23 años de edad su madre le dijo la verdad.
Fue así que descubrió que Juan Gelman y su familia la habían estado buscando por años, por lo que decidió encontrarse con él. Después ella decidió recuperar el apellido de sus padres biológicos: Gelman García.Macarena Gelman, quien decidió recuperar el apellido de su verdadera familia, es hija de Marcelo Gelman y María Claudia García, desaparecidos durante la dictadura argentina en la década de los años 70 del siglo pasado.
El poeta, quien logró escapar del gobierno militar y por más de 20 años decidió radicar en México, no se cansó de buscarla, lo mismo que a su hijo y a su nuera.
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