Descomposición social y esperanza
El caso del dirigente
priísta en el Distrito Federal, que la inteligencia, la vocación y
principalmente el valor civil a toda prueba de Carmen Aristegui sacó a
la luz con toda su crudeza, no es más que un ejemplo entre muchos, una
pústula que revienta en un cuerpo en descomposición y una llamada de
atención, una más entre otras, para que no guardemos silencio ni demos
por imposible el rescate de México.
Lo que hacía este dirigente se sabía. Fue denunciado antes. Su
conducta no es excepcional, respecto de lo que sucede en otros ámbitos
del poder político. En la 57 Legislatura, una diputada de Sonora o
Sinaloa, de nombre Alma Vucovich (espero recordar bien el nombre),
denunció en la tribuna de la Cámara que la responsable de las edecanes
en San Lázaro ofrecía a los diputados, por 10 mil pesos, un fin de
semana en Acapulco con alguna de las jóvenes que desempeñaban ese
absurdo trabajo, que consiste en estar de pie horas y horas atrás de la
mesa directiva o llevar y traer recados y vasos de agua entre los
legisladores. El efecto de la denuncia fue un despido y algunos
diputados avergonzados.
En ambientes más refinados cambian los estilos y hay algo de más
discreción que en el PRI capitalino, pero las cosas no son muy
diferentes; en lugar de jóvenes urgidas de trabajo y apremiadas por la
pobreza, la trata es por conducto de organizaciones especializadas en personal ejecutivo
y con mujeres más distinguidas. Se ha hecho lugar común que políticos,
algunos muy católicos, abandonen sus hogares para casarse con jóvenes
modelos o actrices de la televisión.
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PatyLu y Cesar Nava acusado corrupcion, enriquecimiento inexplicable |
La verdad es que dentro del generalizado ambiente de corrupción, eso es peccata minuta,
lo más grave de lo que sucede está en otros ámbitos de la vida pública.
Las faltas verdaderamente alarmantes, los malos hábitos que minan a la
sociedad, aparecen en niveles diferentes, mucho más arriba que un jefe
de medio pelo del PRI. No debiera extrañarnos por qué el PRI tiene como
profetas y guías a Hank González, quien dijo que un político pobre es un
pobre político, a un oscuro dirigente veracruzano que afirmó que en
política lo que se vende es más barato, y al inefable Gonzalo Santos,
que preconizó que la moral es un árbol que da moras.
Lo hoy exhibido fue una catarsis necesaria que la agudeza de la
periodista y el audaz trabajo de un equipo a su altura nos
proporcionaron; será pronto una anécdota entre otras, de cinismo y falta
de ética; algunos recordaron que el personaje viene de la basura y ahí
vuelve, la verdad, eso es lo de menos, debería ser un mérito venir de
trabajos humildes, sin oportunidades, becas y palancas y ascender a un
cargo importante por propio esfuerzo. No sería malo, si así hubiera
sido, pero no fue así, lamentablemente, la basura verdadera en la que se
formó es otra.
La que le echan en cara, cual más cual menos todos la
conocemos, convivimos con ella, la producimos, la acumulamos en botes y
bolsas, la reciclamos y si podemos nos deshacemos de ella; la otra es la
más dañina; es la basura ideológica, que produce por toneladas la
televisión, la que brota de las cloacas de la política perversa, la que
proviene del deseo inmoderado de dinero, del egoísmo y la codicia; su
origen está en entender el poder y los cargos como algo propio que
podemos usar y abusar sin medida. Esa es la clase de basura en la que
este político en desgracia estuvo envuelto, la que lo perdió y la que
comparte lamentablemente con muchos otros, de porte y apariencia
distintos, sin duda; de formación diferente, pero igualados por su forma
de concebir el servicio público.
Los grandes males de la política mexicana los conocemos, son la
pérdida del sentido de servicio, el olvido de principios, el menosprecio
del bien común que debe estar siempre por encima de intereses
particulares y la anulación del sentido patriótico, que se ha convertido para los gobernantes actuales en una expresión vacía.
Lo más grave, también se ha denunciado por Aristegui y en otros foros
y tribunas, está en la entrega del patrimonio nacional a las
corporaciones trasnacionales, en el abandono de la banca y crédito a
intereses ajenos al pueblo, sin más fin que el lucro, en la
falsificación de la democracia, la compra de voto, el saqueo del
patrimonio común para mencionar algunos casos verdaderamente dañinos que
encaminan al país a la pobreza y a la desigualdad y también, quizás lo
peor, en el engaño cotidiano que engolando la voz nos ofrece todos los
días que seremos más competitivos, que habrá muchos empleos y que gas,
electricidad, petróleo serán más baratos. Esas mentiras son peor basura y
esconden conductas más perversas aun que la del dirigente defenestrado.
Parece el caos; pero, como en el relato mitológico de la Caja de
Pandora, al fondo de todas las calamidades, en figura de paloma, aparece
la esperanza; un cambio de fondo es posible, si hay quienes lo
impulsen; el ejemplo lo da el programa de Carmen Aristegui.
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