cometidas en agravio de la sociedad mexicana.
El cardenal es impune y se sabe impune. Tenemos abiertas tres causas penales contra él. La pederastia lo alcanza, porque tuvo conocimiento de las conductas delictivas de Marcial Maciel y su silencio lo convierte en cómplice. En los últimos años fue el principal defensor de los curas pederastas refugiados en la Casa Alberione que él dirige y que está ubicada en Tlaquepaque.
Hasta el día de hoy ha sido omiso en cumplir la obligación que le impone la ley, de que toda persona que tenga conocimiento de la comisión de un delito que deba perseguirse de oficio está obligada a denunciarla ante el Ministerio Público. Estamos esperando las pruebas que el cardenal dijo tener, afirma Estrada Juárez.
Creo que (los ministros) no llegan a esas conclusiones, tan absurdas y tan en contra del sentimiento del pueblo de México, si no es por motivos muy grandes, y el motivo muy grande puede ser el dinero que les dan.
Es un personaje de la Edad Media. Debe ser sometido al imperio de la ley. Jalisco es su feudo y en su reinado sólo él dice qué se hace. Tiene guardias, vehículos blindados y choferes del gobierno del estado. ¿Quién es para tener todos esos beneficios? Hay desvío de recursos públicos.
Señala que todo empezó por el caso de una joven –hija de un amigo suyo– que fue enviada a España:
A pesar de que estuvo gravemente enferma, a sus padres nunca les permitieron verla. Y falleció. Sólo les entregaron el cuerpo. En este caso podemos hablar hasta de homicidios, porque no se saben las circunstancias en que falleció. El cardenal tuvo conocimiento de la gravedad de éste y otros casos y no hizo nada.
Francisco González, ex legionario, es parte de otra denuncia.
Este ex miembro de los legionarios de Cristo hizo del conocimiento del cardenal los abusos sexuales cometidos por Marcial Maciel contra seminaristas menores de edad en Roma y aquí. Tampoco hizo nada. El cardenal, en lugar de cumplir una obligación, se quedó callado. Y guarda todas las quejas y no hace nada. Sentimos que hay complicidad. Tanto peca el que mata la vaca como el que le agarra la pata.
En la denuncia se expone el caso de un menor de edad con deficiencia mental que fue abusado sexualmente en Tamazula por el sacerdote Leopoldo Romero, quien fue detenido,
pero con la influencia de Sandoval Íñiguez, al igual que en otros casos, el sacerdote quedó libre. Él ha ido recluyendo en la Casa Alberione, ubicada en el municipio de Tlaquepaque, a los curas pederastas. Es una casa-misterio. Nadie sabe cuántos sacerdotes pederastas hay. Son los secretos del arzobispado.
Otro caso es el del sacerdote Rafael Córdoba, de Temacapulín, acusado de abusar del menor Juan José Yáñez Reyes, quien padece síndrome de down. Los padres de la víctima interpusieron la denuncia en Tepatitlán. El cardenal lo defendió argumentando que eran calumnias y organizó una manifestación de 250 sacerdotes en apoyo del presbítero señalado. Luego éste salió libre tras el pago de una multa por 5 mil pesos.
La impunidad es la constante, sostiene Estrada Juárez.
El cardenal es una figura intocable. Hace y deshace. Está por encima de la ley. Desaloja colegios en Guadalajara sin importarle los niños. Maneja un doble discurso, que en los hechos no corresponde con sus actos. El cardenal no es armónico ni probo. Ha dividido a la sociedad jalisciense. Tiene una red de complicidades. Tiene a sus sobrinos. Utiliza a su familia en círculos de poder. Tiene un sobrino que es diputado federal, a una sobrina en la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Todos los presidentes municipales del estado le rinden tributo, como si fuera una figura que cohesiona, pero Jalisco es un estado dividido por él.
Cuestionado sobre dichos asuntos en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, donde presentó su texto El verdadero rostro de Juan Sandoval Íñiguez, un panfleto que ensalza su figura, el purpurado se negó a contestar argumentando que
no tocaba hablar de esos temas, relacionados sobre su homofobia, misoginia y violaciones constantes al Estado laico.
El acto terminó 20 minutos antes. Los ejemplares seguían en la mesa. No hubo firmas. El texto se vendía a 300 pesos, pero tampoco hubo compradores que solicitaran la rúbrica de recuerdo. El cardenal salió aprisa y en las escaleras fue custodiado por guardaespaldas. Sin detener su paso, se limitó a permanecer en silencio sobre las acusaciones en su contra por la protección a curas pederastas.
–¿No le importan los niños del rebaño católico? –se le preguntó.
El purpurado contestó con una procaz sonrisa.
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